Cuando la enfermedad no frena la vida

Berta Pinillos (EFE)
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Carmen, José, Íñigo, Ana y Adolfo son pacientes crónicos de cáncer de mama, VIH, ictus, depresión y hepatitis C que, gracias a los tratamientos, llevan un día a día casi normal

Miles de personas se manifestaron ayer, Día Mundial de la Salud, en diferentes ciudades españolas en defensa de una sanidad pública digna, sin recortes y con los medios suficientes, y en contra de la privatización - Foto: EFE

Hay patologías como el ictus, la depresión, el cáncer, la hepatitis C o el virus del VIH que marcan la vida para siempre pero que, afortunadamente, en muchas ocasiones no la frenan, y es el caso de cinco supervivientes que cuentan su historia con motivo del Día Mundial de la Salud que se celebró ayer.

Son las historias de José Fley, Carmen, Íñigo, Ana y Adolfo, quienes muestran que gracias a la medicina han salvado la vida y, además, lanzan un mensaje de optimismo de cara al futuro.

Hace no tantos años enfermedades prevalentes como el ictus o el cáncer de mama no contaban con la tasa de supervivencia como las de hoy en día y otras de salud mental, como la depresión, estaban silenciadas y estigmatizadas.

La «salvación» frente a la hepatitis C llegó de la mano de los nuevos tratamientos hace apenas 10 años y la del VIH se resiste tanto la cura como la vacuna, pero los pacientes con los fármacos actuales tienen una carga viral indetectable, por lo que no pueden transmitir el virus.

José Fley Báez tiene 32 años y en 2016 le dijeron que tenía VIH, un momento en el que se le pasaron muchas cosas por la cabeza como «el sentimiento de culpa» o «la película Philadelphia», pero su doctora le transmitió tranquilidad.

Acude cada dos meses al hospital para que le inyecten el tratamiento y «gracias» a ello el virus en su organismo es indetectable. Fley es rotundo: «Si antes la gente se moría por sida, me da la sensación de que yo no me moriré con él», subraya el joven, que sí lamenta que los avances sociales en cuanto a la eliminación del estigma no hayan avanzado tan rápido.

Desde el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid , el jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas, Santiago Moreno, asegura que hace años el peor de los cánceres era preferible a padecer el VIH, pero no se cansa de decir que «ahora es la enfermedad crónica médica que globalmente tiene mejor tratamiento junto a la hepatitis C».

Otra superviviente es Carmen Fernández, que pertenece a ese 80 por ciento de las pacientes de cáncer de mama que ha sobrevivido a los cinco años del diagnóstico, momento que llegó a los seis meses de jubilarse y con muchos planes por delante, pero no abandonó la ilusión por su nueva vida, solo hizo un paréntesis durante «un año largo».

Fueron dos tumores en la misma mama, que tuvieron que extirparle y después pasó por la quimioterapia, la radioterapia y la hormonoterapia. Además le reconstruyeron el pecho, pero afirma que el tumor no le ha frenado y aunque piense que se puede repetir, no tiene miedo a esa situación.

La médica Isabel Echavarría, secretaria científica de la Sociedad Española de Oncología Médica, explica que los avances contra este tipo de cánceres se deben tanto a los programas de detección precoz, las mamografías, como a las terapias innovadoras específicas y a las plataformas genómicas, que determinan quienes necesitan quimioterapia.

El mal del siglo XXI

La rapidez a la hora de tratar el ictus, la llamada pandemia silenciosa del siglo XXI, es crucial para salvar vidas. Una de esas personas que sabe perfectamente lo que es la celeridad a la hora de actuar ante un derrame cerebral es Íñigo Uriarte, de 46 años, que en el momento en que empezó a sufrir las primeras señales de alarma llamó al 112 y enseguida se activó el Código Ictus.

«Los neurólogos me dicen que soy un superviviente», subraya Uriarte, quien es «muy consciente» de lo que ha pasado y señala que tras su derrame no va a ser el mismo porque ha estado cerca de la muerte, pero hace una vida «relativamente normal».

La coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología, María del Mar Freijo, recuerda que este tipo de accidentes se puede prevenir con un estilo de vida saludable, más un control regular en el centro de salud.

Ana Gumiel es otra sobreviviente, esta vez de la depresión. En 1996, padeció su primer decaimiento y en 2010 el último. Hoy, 14 años después celebra que se encuentre «realmente bien», alegre y contenta, un ejemplo de que se sale de esta enfermedad porque «no dura toda la vida», sino que «la primavera vuelve, eso seguro».

Y se puede conseguir con la ayuda de los psiquiatras y psicólogos porque «la medicación es importante pero sola no hace nada». 

Por último, Adolfo García estuvo décadas con el virus de la hepatitis C, sometiéndose a tratamientos con «terribles» efectos secundarios y con una eficacia que no llegaba ni al 50 por ciento, pero su vida cambió con la llegada de los nuevos fármacos hace un década y su financiación por parte de la sanidad pública.