UN FUEGO Y UNA HERIDA

M. del Rosario DÍez Rodríguez*
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En el Monasterio de San José y de Ntra. Sra. de la Calle las hijas de Teresa de Jesús celebran la Transverberación del corazón de la Santa

UN FUEGO Y UNA HERIDA - Foto: Picasa

Pocos santos en la Iglesia católica tienen una doble celebración litúrgica; entre esas excepciones se encuentra Santa Teresa de Jesús que, además de la fiesta propia del 15 de octubre en el día más cercano a su muerte, desde el siglo XVIII se le añade otra fiesta, la de la Transverberación de su corazón, un fenómeno o una gracia mística que recibió por primera vez en 1560.

Actualmente esta segunda recurrencia litúrgica, la de la Transverberación, sólo se celebra dentro de la familia del Carmelo Teresiano y en las Diócesis de Ávila y Salamanca. Pero con una particularidad, que mientras el día oficial es el 26 de agosto, solo en la Diócesis de Salamanca y en Alba de Tormes se celebra el 27 de agosto. La historia de esta segunda fiesta teresiana, más bien tardía, va ligada a una mentalidad determinada donde cuenta, además del peso del arte y de la iconografía, la presencia de la reliquia del corazón incorrupto de Santa Teresa en Alba de Tormes, como testigo mudo, pero eficaz, de aquella gracia mística. Es en el siglo XVIII cuando se solicita a Roma esta nueva celebración, en apoyo de la cual se exige una inspección o examen médico del corazón, por si se puede demostrar la persistencia de alguna huella o rastro (herida) del fenómeno místico. Tal examen o proceso se efectuó en 1726 y expresamente se dice que por él se trataba de verificar la llaga de la transverberación. Deudores, por tanto, de una lectura física y natural del fenómeno que tendrá incluso repercusión en los textos litúrgicos que se componen para la misma, aquella mentalidad tuvo su peso, tanto que el Papa Benedicto XIII decretó la fiesta el 25-7-1726. La descripción teresiana (Vida 29, 13-14), como también la explicación que da San Juan de la Cruz (Llama de amor viva 2, 6-12) del mismo fenómeno, no conducen a las pretendidas conclusiones de aquellos médicos. Se trató de un fenómeno netamente espiritual, aunque -como dice la misma Santa- redundará también en lo físico y le dejará un cierto dolor. Pero nunca da a entender que fuera herida natural y física. En la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II la Liturgia de la Transverberación (textos y lecturas bíblicas) fue renovada y corregida en el lenguaje, ateniéndose más a una expresión de carácter simbólico-espiritual que no a una afirmación rotunda de la fisiología del hecho.

Cada 26 de agosto en el Monasterio de San José y de Nuestra Señora de la Calle las hijas de Teresa de Jesús celebran en  la Transverberación del corazón de Santa Teresa, esa experiencia mística de cercanía a Dios que implica un fuego y una herida en el corazón que vivió, en la que veía a un ángel meter una lanza en su corazón que, en sus palabras, «me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios». En este IV Centenario de la Beatificación de la Santa Reformadora, los actos han dado comienzo con la Eucarística de las 8,30 horas con una Misa Votiva en la que esta experiencia mística coincide con la Revelación Divina consignada en la Biblia a través de San Pablo y del evangelio de San Juan, recordando a Teresa de Jesús en este día como una mujer especialmente llena del amor de Dios (abrasada o herida simbólicamente en su corazón), en la que fue derramado de forma particular el fuego del Espíritu Santo, el cual la condujo al servicio de los demás y de la Iglesia, mediante la oración y la revitalización de la vida carmelitana iniciando la Reforma de la Orden el 24 de agosto de 1562. A las 12 horas la exposición de dos obras iconográficas del siglo XVII,  para esta celebración expuestas, bajo el título La Transverberación de Santa Teresa con las dos Trinidades, una muestra del importante tema iconográfico, en el ámbito carmelitano, de la Transverberación incidiendo en la doble naturaleza de Cristo, así como la representación de la Sagrada Familia en la que aparecen las figuras de Dios Padre y Espíritu Santo formando la Santísima Trinidad con la figura de Cristo Niño. La pintura que estuvo alojada en las paredes del claustro del monasterio de finales del siglo XVI en la calle Eduardo Dato, en la actualidad custodiada en clausura, dispone a los personajes siguiendo un eje central, pero destacando a Jesús sobre una roca como miembro de la Trinidad Celeste, aunque esté acompañado por la Virgen María y San José. El Amor Divino que dispara al corazón de la Santa señalado por San José y la Virgen María porta un dardo para ofrecérselo al Hijo. Esta obra acompaña a la estampa de Corneille Galle, alojada en el Relicario Conventual, completando una iconografía trinitaria que recalca las dos naturalezas -divina y humana- de Cristo. Por un lado, Cristo Niño aparece acompañado por la Virgen María y San José, adoptando al Patriarca como patrono de la Orden dedicada a la Virgen María en la que la Santa recibe el dardo de Amor Divino de Cristo Niño y la Corona de Gloria y la Palma del Martirio Místico de manos de dos ángeles y, por otro lado, la presencia de la Santísima Trinidad. Dos muestras iconográficas del siglo XVII de la Experiencia Mística de Santa Teresa, sin duda, que engloban la Gracia Mística de la Transverberación que recibió por primera vez en 1560, quien a partir de 1571 inicia un periodo de comunión con la Santísima Trinidad que culminó con el Matrimonio Espiritual en 1572.

*Miembro de la Comisión Cultural Huellas Teresa de Jesús del Ayuntamiento de Palencia.