Joyas de la arquitectura rupestre

C.V.G./ ICAL
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Más de 40 eremitorios del Alto Medievo se localizan a lo largo del curso de los ríos Ebro y Pisuerga, en Palencia, Burgos y Cantabria • La 'Fundación Santa María la Real' está recuperando alguna de estas iglesias

Iglesa rupestre de los Santos Justo y Pastor, en Olleros de Pisuerga - Foto: Ical

Más de 40 iglesias rupestres o eremitorios que se remontan a los siglos IX y X sobreviven en diferentes estados de conservación a lo largo del cinturón del curso alto de los ríos Ebro y Pisuerga. Se localizan en lugares, algunos muy recónditos, de las provincias castellanas de Burgos y Palencia y en la Comunidad cántabra. Un patrimonio de una importancia trascendental tanto desde el punto de vista histórico como cultural, artístico y religioso que demuestran la importancia que tuvo la zona en la repoblación de los foramontanos tras el inicio de la Reconquista y que constituye el origen de los monasterios.

 Juan Carlos Prieto, director de la Fundación Santa María la Real que, a través del Plan de Intervención del Románico Norte, está recuperando alguna de estas iglesias, pone en valor el interés desde diferentes ámbitos que tiene este tipo de construcción que solo se localiza en otro punto de la Península Ibérica, en la zona andaluza de Málaga-Almería y cuyos restos se vinculan a la perduración del culto cristiano dentro del mundo islámico y al refugio de moriscos tras la desaparición del reino de Granada.

El complejo rupestre del alto Ebro y alto Pisuerga, asegura, presenta ejemplos de gran calidad patrimonial y variedad de modalidades que van desde amplias y elaboradas iglesias como la de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga (Palencia) o Santa María de Valverde en la localidad cántabra de Valderredible hasta pequeñas cuevas como la San Vicente de Cervera de Pisuerga (Palencia) o San Pelayo en Villacibio (Palencia). Otro ejemplo muy significativo de este tipo de construcciones se encuentra en San Pedro de Argés (Burgos) que presenta dos naves y que a lo largo de los siglos fue reformado y ampliado para que sirviera en los nuevos usos litúrgico.

 Cueva eremitorio ruprestre de San Vicente, en Cervera de Pisuerga Cueva eremitorio ruprestre de San Vicente, en Cervera de Pisuerga - Foto: Ical

Poco estudiado. El responsable de la Fundación Santa María la Real apunta que es un patrimonio poco estudiado, del que no hay mucha documentación pero de gran trascendencia que no siempre se ha conservado. Por eso, destaca la apuesta de la Junta de Castilla y León que a través del Plan de Intervención del Románico Norte ha actuado sobre algunos no solo para restaurarlos, recuperarlos y estudiarlos sino también para dar a conocer y difundir su valor entre una población que en muchos casos desconoce su origen y la importancia que han tenido en la historia.

Prieto señala que además de los más de 40 eremitorios que están documentados, podría haber algún otro que por la extrema sencillez en su construcción, alto grado de deterioro y abandono siga permaneciendo, siglo tras siglo, inédito.

Los eremitorios, relata el director de la Fundación Santa María la Real, ejercieron un papel fundamental en el Alto Medievo y algunos de los que se conservan son auténticas joyas arquitectónicas. En torno a ellos, se crearon pequeños pueblos formados por los foramontanos que repoblaron la zona después de haber quedado diezmada tras las guerras entre los musulmanes y el Reino de Asturias en los primeros años de la Reconquista.

Además, agrega, «son la primera expresión del cristianismo en el Alto Medievo en este punto geográfico que, tras la caída del Imperio Romano y siguiendo el ejemplo de Egipto, se ejercía en solitario en estas cuevas donde grupos de eremitas o anacoretas buscaban retiro para dedicar su vida a la oración». Posteriormente y como consecuencia de la Regla de San Benito, se profesó la vida en comunidad y, por lo tanto, se dio origen a los monasterios que empezaron a fraguarse, por lo tanto, en estos emeritorios.

‘La catedral’. La iglesia de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga es, quizás, la más representativa del arte rupestre en el cinturón del curso alto de los ríos Ebro y Pisuerga. Popularmente conocida como la catedral de la arquitectura rupestre española debido a sus dimensiones y a su excelente estado de conservación, las primeras excavaciones en piedra podrían remontarse a los siglos VI o VII aunque oficialmente la fecha en la que se data está en torno a los siglos IX o X. Lo que sí parece claro es que se excavó y agrandó a lo largo de los siglos. El interior está formado por dos naves separadas por pilares cilíndricos que sostienen falsos abovedamientos de medio cañón.

La Fundación Santa María la Real a través del Plan de Intervención del Románico Norte intervino en ella para su restauración. También actuó en la iglesia de San Pedro de Argés, en Burgos. Este eremitorio, excavado en roca arenisca, tendría su origen en torno al siglo IX y estaría vinculado a la repoblación de la comarca cuando se construyeron monasterios e iglesias por todas las zonas replobadas cercanas al río Ebro. La construcción está formada por dos naves desiguales, rematadas en ábsides curvos y separadas en origen por tres arcos formeros apoyados sobre pilares. Las dos naves estaban cubiertas por bóvedas de cañón, que no se conservan.

La última actuación del Románico Norte llevó a los técnicos de la Fundación Santa María la Real hasta hasta la localidad palentina de Cervera de Pisuerga donde se acaba de restaurar la Cueva de San Vicente, también conocida como de los moros. Este eremitorio de una sola nave y pequeño tamaño constituye una construcción única al haber quedado totalmente en el exterior. Alberga numerosas tumbas antropomórficas medievales de las que todavía se puede distinguir claramente una docena.

El Plan de Intervención Románico Norte es un proyecto promovido por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, a través de la Fundación Santa María la Real, y en colaboración con las Diócesis de Palencia y Burgos.