Un lugar donde 'normalizar' una vida

C.V.G./ ICAL
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El centro 'Casa Don Bosco' de la localidad de Villamuriel de Cerrato ofrece a menores tutelados por la Junta residencia y oportunidades para escribir una nueva historia

Un lugar donde ‘normalizar’ una vida - Foto: Bragimo/ICAL

Con una capacidad de 21 plazas, en el centro Casa Don Bosco de Villamuriel de Cerrato conviven actualmente 14 menores de entre 8 y 18 años de edad. Durante 2013, pasaron por sus instalaciones una cuarentena de niños y adolescentes, 17 de ellos acogidos en situación de emergencia y el resto en alojamiento tutelado por la Junta de Castilla y León. Estos son los datos, sencillos de contar; más complicadas son las historias que arrastra consigo cada niño y cada adolescente. Exclusión social, familias desestructuradas, violencia o desprotección marcan las vidas de unos menores que encuentran en este centro no sólo un lugar donde vivir, sino  también el punto de inflexión en el que comenzar a escribir una nueva historia sobre sus vidas.

 «Lo que aquí les ofrecemos son facilidades para que puedan crecer con todas las oportunidades y  puedan plantearse metas. Son niños y adolescentes que quieren ser felices y que les quieran. No somos sus padres, no estamos encima de ellos pero sí cerca, al mismo tiempo que tampoco se lo ponemos fácil», explica Felipe Franco, coordinador del centro. La Casa Don Bosco es gestionada por la Orden de los Salesianos a través de la Fundación Juan Soñador.

«Se les da sobre todo seguridad. Aquí se les ponen límites, normas que cumplir y ellos poco a poco lo van valorando y acaban entendiendo que hay otra forma de vivir la vida y de posicionarse ante los problemas; que es posible una sociedad sin violencia», añade Montse Tejedor una de las profesionales que atiende la Casa.

Felipe Franco matiza que el principal cometido de este centro es ofrecer a los chavales un hogar, que se sientan como si estuvieran en su casa y, sobre todo, «normalizar sus vidas».

Desventajas.  «Son chicos que tienen desventajas familiares, sociales y personales; y si en una familia normal ya es difícil sacarlos adelante, sus limitaciones lo hacen más complicado», explica el coordinador del centro.

Para ello, los educadores sociales y el psicólogo del centro elaboran en colaboración con un técnico de la sección de Protección a la Infancia de la Gerencia Territorial de Servicios Sociales un plan integral para cada chaval en el que se marcan los objetivos que debe alcanzar y que incluyen formación o búsqueda de empleo. Una vez conseguidos, y siempre que sea posible, los menores regresan con sus familias.

El período de tiempo que permanecen en el centro es tan variado como lo son las historias de los niños; desde un par de días hasta dos años, lo que las circunstancias de cada uno demanden.

Franco detalla que los menores llegan a esta casa a través de dos vías; bien bajo la tutela de la Junta, que cuenta en la provincia de Palencia con este centro para alojamiento de menores de entre 8 y 18 años que se encuentren en situación de desprotección severa en el seno de su familia, o bien por la vía de emergencia: «Llegan a cualquier hora con la Policía o la Guardia Civil; puede que hayan sido denunciados por sus padres o, al revés, que sean ellos los que han planteado la denuncia por discusiones o peleas», explica. Tras una primera intervención que incluye un protocolo de actuación, son Protección a la Infancia o la Fiscalía de Menores quines deciden si los que llegan de emergencia continúan en el centro o se les deriva a otro sitio.

Un amplio equipo formado por un psicólogo, 14 educadores, dos personas en cocina y lavandería, una de limpieza y voluntarios, además del coordinador, se ocupa de ofrecer desde el mismo momento de su llegada una atención especializada e individualizada que les ayude a alcanzar la normalización.

«No es suficiente estar con los chicos, hay que saber estar, cuidar la palabra porque detrás de cada de ellos puede haber historias de agresiones o malos tratos», reseña Franco que añade: «nosotros no somos sus padres; la Casa Don Bosco es la casa en la que les ha tocado vivir. Procuramos que estén a gusto y que sepan por qué están aquí».

Las instalaciones están divididas en dos zona: una denominada Casa Infantil donde residen los niños con edades comprendidas entre los 8 y 12 ó 13 años  y otra llamada la Casa Joven que los acoge hasta los 18. Ambas cuentan con habitaciones y zonas comunes donde comen, ven la tele, juegan y realizan diferentes actividades.

como en cualquier casa.  «El día a día de estos menores «es como en cualquier casa», describe Alejandro Fernández, educador social. «Por la mañana, nos levantamos, desayunamos, nos vestimos, van al colegio o instituto y después de comer nos ocupamos del orden y limpieza de los espacios comunes y hacen los deberes con nuestro apoyo. Luego, como cualquier niño, realizan actividades extraescolares dentro del propio pueblo», relata. Los fines de semana, además de dedicar parte de su tiempo a los estudios mantienen contacto con los familiares en los casos que es posible, pero sobre todo dedican su tiempo a actividades de ocio que fomentan los valores.

La integración de los chavales del centro en Villamuriel es completa. El coordinador de la Casa apunta que cursan estudios en los centros educativos de la localidad y sólo se desplazan a la capital palentina si no hay en el municipio la enseñanza elegida. Participan en las actividades y celebraciones que se organizan en el pueblo y su relación con el resto de niños es fluida. Franco destaca que esto es fundamental para avanzar en la normalización, por eso las puertas de la Casa siempre están abiertas.

«Los niños del pueblo vienen a buscar a los de aquí para salir a jugar llamando al timbre, como en cualquier casa. Celebramos cumpleaños, fiestas de pijamas... procurando ofrecer lo que se haría en una casa normal».

La Fundación Juan Soñador a través de los Salesianos lleva al frente de este centro de acogida cuatro años y en ese período de tiempo se han dado cuenta de que la atención no se puede dar por concluida cuando los chavales cumplen la mayoría de edad. A los 18 están obligados a dejar la Casa y enfrentarse solos a un mundo que se les presenta hostil y falto de oportunidades. Por eso, han puesto en marcha dos proyectos que bajo el epígrafe común de emancipa persiguen acompañarlos más allá de la mayoría de edad a través de la orientación laboral y la tutela en un piso.

Teresa González es la responsable del programa Don Bosco emancipa laboral. Cuenta que durante el pasado año se ofreció orientación a 25 jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y 21 años de edad y se realizaron 53 intervenciones. La mayoría, asegura, demandó orientación en formación, lo que valora de forma muy positiva porque supone que «están en el camino». Este servicio, además, está abierto a los jóvenes que no pertenecen al centro.

Sí habrá hecho falta formar parte de la Casa además de cumplir una serie de requisitos de compromiso e implicación para poder ser beneficiario del otro proyecto de emancipación de la Fundación Juan Soñador que está a punto de ver la luz. Después de varios años intentándolo, explica Felipe Franco, por fin éste se ha obtenido financiación y se podrá poner en marcha un piso tutelado para «acompañar durante varios años más a los jóvenes en su transición a la vida adulta». Este piso pretende ser una plataforma en la que con una estancia máxima de tres años se les ayude mientras terminan sus estudios o buscan trabajo otorgándoles ya un grado de independencia muy elevado.

En Castilla y León se registraron el año pasado 1.381 casos de desprotección severa que obligaron a la tutela por parte de la Administración regional, lo que supone un incremento del 5 por ciento con respecto al año anterior. De ellos, 898 vivieron acogidos en familias y el resto, 381 lo hicieron en centros.

En la provincia de Palencia, durante 2013 la Gerencia Territorial tuteló a 85 menores, cifra muy similar a la registrada el año anterior. De ellos, 43 fueron acogidos por familias, la mayoría menores de seis años, y los 42 restantes residieron en centros de acogida.