Regreso a la política 40 años después

C.V.G./ ICAL
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Socorro Ortega se volcó en 1976 en despertar a los pueblos del letargo de la posguerra y en cambiar la imagen de la mujer rural desde la Diputación de Palencia

Cuatro décadas después, Socorro Ortega se sienta en el despacho de la Alcaldía de Requena de Campos  con el viejo y desgastado bastón de mando que ya había pertenecido a su padre, muy cerca de ella, ocupando de nuevo y después de media vida un cargo político. Vital, dinámica, afable y de edad inconfesable, esta mujer pionera en su tiempo y comprometida con los más necesitados fue la primera que en 1976 ostentó la responsabilidad de diputada en la Diputación de Palencia. Tres años antes se había convertido en una de las tres únicas mujeres alcaldes (que no alcaldesas, apelativo que se reservaba a las esposas de los alcaldes, matiza Socorro) de toda España. Su carrera política fue corta, seis años, pero muy intensa; logró despertar a los pueblos de la zona del letargo de la posguerra en el que todavía se encontraban sumidos, y consiguió arrancar el delantal de la cintura de la mujer rural para ayudarla a dar el paso hacia la modernidad que ya exigían las últimas décadas del siglo XX.

«Yo acababa de llegar de Canadá y había estado en otros países antes. Lo que me encontré fue un contraste cultural tremendo y decidí que tenía que trabajar para cambiar muchas cosas», relata Socorro. Por su mentalidad abierta y talante de entrega hacia los demás, fue nombrada por el entonces gobernador civil de Palencia, José María Rabanera, alcalde de Requena, un pequeño pueblo de estampa típica de la comarca terracampina palentina donde entonces todavía vivían unas 60 familias y que estaba empezando a sufrir el éxodo de sus habitantes a las ciudades.

LUCHAR POR LOS PUEBLOS. Su llegada a la Diputación se produjo tres años después cuando contaba 31 y no fue por designación, todo lo contrario, se encontró con un muro de negativas que solo su empeño aderezado con algo de suerte pudo derribar: «Vi en el Boletín de la Provincia que me podía presentar como diputada y se lo dije al gobernador que me contestó que no porque ya tenía prometido el cargo. Le contesté que la Ley me amparaba y que lo iba a hacer porque yo quería luchar por los pueblos». Pese a contar con la Ley de su parte, no logró entrar en la Institución en ese momento pero el diputado designado enfermó y dimitió dejando su escaño vacío para Socorro.

«Lo que más me gustaba como diputada era visitar los pueblos. Charlaba con la gente, me contaban sus problemas y luego hablaba con el alcalde y el secretario. Ahora es algo habitual, pero entones no, y mucho menos que lo hiciera una mujer», recuerda.

En esos paseos recababa las necesidades de unos pueblos donde el tiempo parecía haberse detenido varias décadas atrás, para después trabajar por su modernización desde su responsabilidad en la Diputación. «Aunque en Requena había agua, en la mayoría de los pueblos no tenían y ese fue uno de mis objetivos: llevar el agua corriente a las casas», concreta.

También se propuso cambiar la imagen y la mentalidad de la mujer rural y desvincularla de ese concepto de paletismo que todavía existía sobre los pueblos. «Salían a la calle con el delantal hecho de los pantalones de pana de sus maridos y el pañuelico en la cabeza, y su única ocupación era las labores y los niños; las obligué a quitarse el delantal para ir a la compra, hablaba con ellas para tratar de cambiar su mentalidad y, por ejemplo, ayudé a muchas a sacarse el carné de conducir», recuerda.

450 PESETAS AL MES. Aunque asegura que son muchos los avances tanto en la gestión como en la actuación de las Diputaciones que se han producido en estos casi 40 años y que su función es fundamental para los municipios del medio rural, reconoce que no le gusta cómo han evolucionado las retribuciones de los representantes políticos. «Nosotros cobrábamos 450 pesetas al mes que muchas veces no daban ni para pagar los gastos ocasionados por los desplazamientos, pero ningún diputado ni el propio presidente, Ángel Casas, quería ni oír hablar de subir los sueldos», alega.

«Nos tomábamos ser diputados como un servicios público hacia los demás y todo el dinero posible se ahorraba para los pueblos, hasta el punto de que cuando teníamos que interrumpir un pleno para comer cada uno se pagaba su comida», agrega.

A pesar de ser la única mujer de toda la Corporación en una época en la que las féminas solo eran bien vistas ejerciendo como madres y maestras y que su incipiente incorporación a la vida pública y laboral levantaba más de una ampolla, Socorro asegura que fue bien acogida entre sus compañeros hombres. «Quizás, porque había viajado y tenía una mentalidad más abierta, me escuchaban y tenían en cuenta mi opinión, aunque, claro, también hubo algunos detalles que no me gustaron, indica.

Hoy se siente orgullosa porque consiguió derribar un muro cultural y de prejuicios que dio pie a que otras mujeres ocupasen escaños en la Diputación hasta lograr alcanzar la Presidencia, que en estos momentos ostenta la popular Ángeles Armisén. «Hemos avanzado mucho, pero todavía queda mucho por hacer. Han tenido que pasar 40 años desde que yo entrara en la Diputación para que una mujer llegue a ser la presidenta», sentencia.

PRIMER AYUNTAMIENTO DE SOLO MUJERES. En Requena de Campos, Socorro dejó una importante huella y una estela de la que todavía quedan restos. Durante su mandato llegó a realizar hasta doce obras, entre ellas el primer tramo del asfaltado del pueblo que contó con un presupuesto de medio millón de pesetas que le entregó en mano el entonces ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa.

Esa huella caló de forma tan profunda que años después, en 1983, Requena de Campos se convirtió en el primer y único municipio de España con una Corporación Local formada exclusivamente por mujeres, presidida por Lucida Herreros que ostentó la Alcaldía hasta 2003.

Tras sus años como diputada y como alcalde de Requena, Socorro dejó la política y pese a que fueron numerosas las ofertas para continuar con una carrera que prometía ser brillante se volcó en la que siempre ha sido su vocación, la atención a los más necesitados a través de una labor social que la llevó a recorrer medio mundo. A su vuelta a Palencia se implicó en diferentes asociaciones. Fundadora de la asociación de jugadores en recuperación El Azar, ha estado vinculada a la Hermandad de Donantes de Sangre y a Cáritas Diocesana, entre otras. Años después, un cúmulo de circunstancias la ha devuelto al lugar que ocupó hace más de cuatro décadas.

Sentada en el sillón del despacho del edificio consistorial que ella misma mandó construir a finales de los 70, habla de los proyectos que tiene para su pueblo con un brillo especial en los ojos que revelan una ilusión renovada y la firme voluntad de seguir imponiendo su carácter pionero y de servicio hacia los demás en todas sus decisiones.