Los partidos duran 40 minutos (a veces, como ayer, algo más) y de poco sirve dominarlos con claridad antes de que concluya el tiempo reglamentario, como le sucedió al Chocolates Trapa (que ganaba por 18 a cinco minutos del final), pues si no se rematan pueden acabar en disgusto.
Eso le sucedía anoche al equipo de Alejandro Martínez, que llegó equilibrado al descanso y después fue superior durante 15 minutos a su rival. Pero este seguía vivo y, cuando los jóvenes habían hecho su trabajo (muy bueno ayer desde el banquillo) y regresaron a la cancha los más experimentados, aparecieron los nervios, los errores infantiles, la sequía anotadora y los fallos de concentración atrás. Y el rival resucitó para ganar.
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