A la controversia surgida por la asistencia del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, a una cena de su partido la misma noche en que el puente de Morandi de Génova se derrumbó, cobrándose la vida de al menos 38 personas, ayer se sumó la negativa de las familias de 17 fallecidos en esa tragedia a acudir al funeral de Estado convocado para hoy por el Gobierno, al considerarlo «una farsa».

Las críticas contra Salvini por esa celebración, en plena crisis en el país transalpino, se expandieron como la pólvora. Pero la decisión de casi la mitad de los representantes de los fallecidos de no asistir al acto del Ejecutivo supone un nuevo varapalo al Gabinete de Conte.

«No queremos una ceremonia farsa», apuntó Roberto, el padre de Giovanni Battiloro, uno de los cuatro jóvenes del municipio de Torre del Greco, en Nápoles, que se dirigían en coche hacia Barcelona para pasar unos días de vacaciones.