Los vigilantes de la ortografía callejera

Carlos H. Sanz
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Catorce alumnos del colegio Ramón Carande detectan más de 250 errores ortográficos gracias a un proyecto educativo

Los vigilantes de la ortografía callejera - Foto: Eva Garrido

Catorce escolares de 4º de Primaria del colegio capitalino Ramón Carande se han convertido este curso en unos avezados detectives ortográficos gracias a un proyecto educativo impulsado por su profesor José Ramón Turrado, que ha logrado motivar a su alumnado en el aprendizaje y uso correcto de las reglas y normas que regulan la ortografía en la lengua castellana.

La idea es sencilla: encontrar, allá por donde vayan, palabras mal escritas que no cumplan con las reglas ortográficas establecidas, y solo durante la primera parte del curso estos niños de 9 y 10 años han detectado más de 250 errores, la mayoría en el callejero de la ciudad.

«El callejero ha dado mucho juego porque está sin actualizar y carece de todas las tildes al estar escrito en mayúsculas. La verdad es que nos ha venido genial porque hemos podido practicar la acentuación de las palabras esdrújulas, llanas y agudas de forma visual, poniendo en práctica la memoria icónica», explica Turrado.

Las calles Teófilo Ortega, Casañé, Ávila, Inés Moro, Cristina Marugán, Tuberías o Anastasia Santa María son solo algunas de las que estos jóvenes detectives han hallado mal escritas en sus casas, y es que, tal y como recuerda la Real Academia Española, «las letras mayúsculas deben escribirse con tilde si les corresponde llevar tilde», una norma que no es opcional, sino obligatoria.

A modo de curiosidad, si en el pasado hubo la costumbre de no acentuar las mayúsculas fue porque antes de la aparición de los sistemas de impresión actuales, era frecuente que se rompieran los acentos de los tipos de imprenta en relieve, especialmente en los situados en las primeras líneas de las páginas, por lo que los impresores renunciaron a acentuar las mayúsculas a pesar de ser obligatorio.

El caso es que esta actividad, denominada Detectives Ortográficos, ha sido todo un éxito en el Ramón Carande. «La participación ha sido muy buena; están muy implicados y todos han mandado fotos con errores», detalla el profesor.

Aunque el callejero, reconoce Turrado, ha sido el que más juego ha dado a los alumnos, también han detectado errores ortográficos en anuncios, revistas, carteles e incluso en el menú de algún restaurante. «A modo de anécdota, uno de los alumnos que fue a cenar con sus padres no dudó en comentar al camarero que el menú mal escrito», confiesa.

Implicación de la familia. Gracias a la gamificación, una técnica de aprendizaje que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo-profesional, el Ramón Carande ha logrado no solo motivar y tener activo a este grupo de 14 alumnos sino también implicar a sus familias, ya que son los padres y madres los que se responsabilizan del envío de las fotografías con palabras mal escritas a través de la aplicación móvil ClassDojo. 

Una vez recibidas las pruebas, son los propios detectives que las han encontrado los encargados de mostrarlas a sus compañeros, mediante proyección en la pizarra digital, explicando por qué hay errores ortográficos y cuál sería la forma correcta de escribirlas.

Su esfuerzo tendrá recompensa, y es que por cada falta ortográfica el alumno recibe una lupa de oro (punto positivo), que cuenta para la nota final del área de Lengua. Los mejores detectives recibirán hasta un punto por su vigilancia ortográfica, el 10% de la nota asignada al contenido ortográfico.

Turrado confía en que todo este trabajo y aprendizaje cale en este grupo de jóvenes antes de que el salto a las redes sociales dinamite sus conocimientos sobre ortografía. «Es cierto que hacen mucho daño a la ortografía y que lo que no aprendan hasta 6º de Primaria, no lo aprenderán en unas redes en las que se escribe sin tildes y con reducciones de palabras, de forma rápida y mal, por eso ahora hay que echar el resto», comenta el profesor.