Los palentinos son testigos de la dolorosa Salvación de Jesús

Carlos H. Sanz
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La buena temperatura acompañó, por fin, a la procesión del Lunes Santo, y le procuró numerosos espectadores

La ‘Procesión de las Cinco Llagas’ por fin pudo regresar a las calles palentinas. El público dio por buena la espera y arropó el desfile religioso del Lunes Santo. - Foto: eva garrido

La meteorología le debía al Lunes Santo de Palencia una tarde noche que permitiese a la Cofradía de Jesús Crucificado y Nuestra Madre Dolorosa lucir el acto de La Vestición y la posterior Procesión de las Cinco Llagas. Ayer se saldó la deuda y la talla del Cristo Crucificado, la representación de la agonía del Hijo de Dios obra de Alejo de Vahía, puedo salir por fin de la iglesia de San Francisco y recorrer las calles arropada por cientos de palentinos en otra multitudinaria procesión.
La primera parada fue la Plaza Mayor, hasta donde llegó arropada por un pasillo humano de hermanos cofrades. Allí, a las puertas del Ayuntamiento, se llevó a cabo La Vestición. No son muchas, al menos entre las conocidas, las Semanas Santas que escenifican este acto sencillo -es más que la demostración pública de cómo se viste un hermano cofrade- pero cargado del simbolismo de la Pasión.
Bajo la dirección del sacerdote Eusebio Gil, superior de los jesuitas palentinos, la ceremonia se celebró con la normalidad de la que la lluvia la privó en los últimos años. El ritual tiene siempre un importante componente didáctico, ya que permite a aquellos que no están entre los ciudadanos que pertenecen a una Cofradía, descubrir los secretos que comparten los cofrades.
No todas las cofradías visten igual o portan los mismos elementos, pero todas guardan en sus ropajes la simbología de la Pasión de Cristo a través de la túnica, el cíngulo, la capa, la cruz y la medalla, el capirote y los guantes.
Procesión. Tras una breve oración, comenzó la Procesión de las Cinco Llagas. El Cristo Crucificado, con los cuatro candiles que custodian la talla encendidos, avanzó hacia la Calle Mayor acompañado por el obispo de la Diócesis, Esteban Escudero, con  mitra y báculo, y tres agentes de la Policía Local -hermana mayor honoraria de la Cofradía- vestidos de gala. 
Portado por tandas de ocho hermanos de las distintas Cofradías palentinas, todos descalzos, y con el acompañamiento de la música de la Banda del Padre Nuestro y de la Agrupación Musical de la Santa Vera Cruz -también de la Banda Municipal de Música, en el cierre del desfile- la imagen de Alejo de Vahía se dirigió hacia la iglesia de San Agustín, lugar de la oración de la primera llaga. 
En este punto se vivió uno de los momentos más especiales de la noche, ya que la Virgen de la Piedad salió a saludar al paso del Cristo Crucificado a las puertas de un templo atestado de gente. No fue la única que quiso rendir respeto a la talla de Vahía. Aunque en principio no estaba en el programa, otras como el Cristo Atado a la Columna en la iglesia de San Pablo, hermanaron las Cofradías este Lunes Santo.
De la iglesia de San Agustín, donde la oración hizo palabra el dolor y sufrimiento de la llaga del pie izquierdo, la Procesión se dirigió a la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno (pie derecho) y a las puertas de la iglesia de San Pablo (mano izquierda). Desde ahí siguió a la capilla de Nuestra Señora de la Soledad (mano derecha) y, finalmente, de vuelta a la iglesia de San Francisco (costado), sede de la Cofradía y donde se venera el Cristo de Alejo de Vahía. Siempre, tras la lectura de la oración de la llaga, se rezó un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Pasadas las 23 horas, a las puertas de San Francisco, la interpretación de El Evangelista por parte de la Banda Municipal de Música puso un último momento de dramatismo a la procesión de la crucifixión, la del dolor de la salvación, la de las Cinco Llagas.