Se vende castillo en buen estado

J.L. (Ical)
-

Eduardo Gil Lang pone en el mercado por tres millones su 'vivienda' del S.XIV, una finca con castillo en Lezana de Mena (Burgos) que combina esencia medieval y comodidades tecnológicas

Castillo de Lezana de Mena - Foto: Jose Luis Leal

Atravesar el arco de acceso al castillo de los Velasco, en Lezana de Mena (Burgos), es adentrarse al medievo. Una vez en su interior, a pesar de los muros de metro y medio que separan las estancias y la decoración de las paredes, que recuerda a siglos pasados, la modernidad irrumpe. Se asoma a través de internet, un ascensor, un sistema de aspiración para facilitar la limpieza de una edificación de hace más de 650 años, así como energía geotérmica para templar el agua y calentar la peculiar vivienda mediante calefacción que irradia calor desde el suelo, un sistema hecho a medida en Bélgica que ahorra hasta un 70 por ciento en relación al gasóleo, pero apenas utilizado en España, por puro desconocimiento.
 
Por razones singulares, ajenas a la crisis, ahora está en venta. Tres millones tendrán la culpa del traspaso de una finca con castillo, patio de armas con piscina y torre del homenaje, la joya de la corona. Así vive en la actualidad Eduardo Gil Lang, el vigésimo primer señor del castillo, un bilbaíno con antepasados británicos y austrohúngaros que ha decidido poner fin a su estancia en esta fortaleza del norte burgalés, donde vive desde 2009, tras realizar una importante inversión en la restauración. Incluso ha creado una página web, www.castilloenventa.es, para facilitar su conocimiento.
 
«Es un mercado muy goloso, aunque muy reducido», asevera confiado de venderlo, dado que ha recibido numerosas consultas. Y es que a su favor cuenta con la espectacularidad del edificio, que compacta perfectamente con el paisaje, en un emplazamiento donde nace el río Cadagua y en un recodo formado por los montes de la Peña. Todo ello es una maravilla visible para el ojo humano desde el adarve, motivo por el cual la fortaleza sirvió también como infraestructura militar y disuasoria, al controlar un punto estratégico por el que se cobraba «el peaje de la época». Desde allí se defendió en la Edad Media el Paso de La Magdalena y se cobraban diezmos a quien lo atravesaba.
 
Puente levadizo. Gil Lang relata que, como si de un castillo británico se tratara, jabalíes y corzos pastan casi a diario en la finca. Todo ello es visible desde el puente levadizo, en el primer piso, donde a cada paso cobra vida un entorno mágico, en un escenario de película que conduce al obnubilado visitante hacia el interior de la torre del homenaje.
 
Destacan la chimenea, una de las mejores conservadas de los castillos españoles, y las gruesas vigas que atraviesan literalmente las estancias. Grandes lanzas de madera potencian aún más el típico ambiente medieval. «Me he gastado mucho dinero para dejarlo todo así. La gente me decía que estaba loco», asevera entre risas, para recordar que toda la madera utilizada es de roble del bosque cercano, también incluido de la finca.
 
Cinco metros de altura separan cada planta, para un total de 20 de altura de la torre. Entre pisos y en los pequeños y escasos ventanales que dan a la calle, las protagonistas son aves disecadas. A primera vista pueden asustar, pero el trabajo del taxidermista es admirable. «No soy cazador, pero me parecen increíbles», relata Gil Lang.
 
Un diccionario de 1780, de los primeros que se publicaron en España, destaca en una vitrina, pero Gil Lang señala orgulloso con el dedo un documento, protegido como oro en paño, en el que podría confirmarse que un antepasado suyo fuera familia del Cid Campeador.
 
Gil Lang describe algunas de las mejoras implementadas en la restauración de la fortaleza, que ha realizado junto a Marcelo, su inseparable empleado, que conoce cada rincón del castillo. “Él ha hecho casi todas las puertas. Está todo hecho a capricho», subraya el propietario.