Orgullo y emoción en Frómista

César Benito
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Algo debe tener una fiesta -el 'Ole'-, para que se celebre año tras año, desde que se pierde la memoria en el tiempo, sin dar señales de los achaques propios de la edad.

Algo tiene que tener una fiesta para que se celebre año tras año, desde que se pierde la memoria en el tiempo, sin dar señales de los achaques propios de la edad. Y no solo eso, sino todo lo contrario, mostrándose año tras año con fortaleza renovada.
Cuando hablamos de las Fiestas de San Telmo y San Telmillo en Frómista, nos movemos en el ámbito de la cultura popular, o del Patrimonio Cultural Inmaterial, como se ha venido a llamar desde hace unas décadas de la mano de la Unesco. 
Las expresiones de la cultura popular se caracterizan porque están impregnadas de lo que llamamos sabiduría popular, que no escolar ni académica; están envueltas en creencias, ya sean ancestrales/mitológicas o de carácter religioso; están repletas de representaciones del arte popular, como la música, la danza o la artesanía (ejemplificada en los trajes tradicionales); y tienen su mayor exponente en las celebraciones y fiestas populares.
Pero una de las características más relevantes de la cultura popular es que la transmisión de esa sabiduría, de esas creencias, de esas expresiones artísticas, de esas celebraciones de vida y muerte, de alegría y catarsis comunitaria, se realiza de forma intergeneracional. 
Y aunque el papel de las instituciones civiles y religiosas haya sido, y sea, relevante en el mantenimiento y modelado de la tradición, la participación, el compromiso y la emoción del pueblo, de la comunidad local, es condición necesaria para que podamos hablar de cultura popular.
Otra de las ideas que vienen a la mente cuando nos referimos a las Fiestas de San Telmo y a su localidad natal, Frómista, es la de identidad, noción siempre de actualidad y que está íntimamente ligada a la de cultura popular. La identidad es uno de los rasgos distintivos de la especie humana y, a riesgo de ser poco riguroso, se puede definir como la conciencia, tanto de la persona como de la comunidad, de ser única y distinta de las demás. Su utilidad es indiscutible, al generar una imagen personal y comunitaria positiva y acogedora que facilite la integración en el grupo y la adaptación al medio en el que se desarrolla la vida. 
Y para que la identidad cumpla con esta función, se articula en varios niveles de identificación en relación al territorio, donde, según todos los datos que aportan las ciencias sociales, la principal referencia identitaria en Palencia es la pertenencia a mi pueblo; en este caso, ser de Frómista, o fromisteño, o fromisteña, o judío... según a quién preguntes.
El caso de Frómista y sus Fiestas de San Telmo, es un claro y revelador ejemplo de cómo la cultura popular, como expresión visible del sentir de una comunidad, es generadora de una identidad local orgullosa, comprometida y participativa; dándose igualmente el efecto rebote de que el orgullo y la participación del pueblo en sus fiestas crea y recrea su propia cultura. 
En este artículo vamos a desgranar de forma somera cuáles son los elementos que las Fiestas de San Telmo aportan a la identidad del fromisteño y la fromisteña y, por lo tanto, al desarrollo de su localidad.
 
Cofradía. Hay que destacar en este sentido el papel que juega la Cofradía de San Pedro González Telmo de Frómista, como organizadora de una parte importante de los actos festivos en torno al santo así como depositaria y modeladora de la tradición fromisteña. Hay que destacar en este momento que, sin riesgo a exagerar, el trabajo de la actual Comisión Permanente es un fiel reflejo de esta relación dinámica y enriquecedora entre tradición y modernidad e identidad y desarrollo local.
 
Espacio. Las Fiestas de San Telmo se desarrollan en un espacio común y reconocido en el que los vecinos y vecinas hacen su vida cotidiana. Una parte de las celebraciones, las de carácter litúrgico principalmente, tienen lugar en la iglesia parroquial de San Pedro. Otras, las de tipo procesional, se desarrollan en la calle, en el entorno de San Pedro.
Pero la procesión cívica del Ole, el más multitudinario y conocido momento de toda la fiesta, recorre el entramado urbano desde la iglesia de San Pedro hasta la casa donde la tradición sitúa el nacimiento de San Telmo, en el arrabal del pueblo.
El recorrido de ida y vuelta ejerce una suerte de efecto vertebrador de la estructura urbana del pueblo. Este hecho, unido al carácter festivo de la procesión y al contenido satírico del pregón, une, de forma simbólica, lo popular-laico y lo sagrado, que comparten momentos, espacios y participantes.
 
Estilo de vida. En la organización y celebración de la fiesta se comparten formas de hacer y pensar que hacen de la fiesta una fuente de identificación para todos los fromisteños y fromisteñas. Se comparten tareas, como levantar al santo hasta su espacio en el retablo mayor al acabar las fiestas o preparar la pancetada para animar el Ole, y todo el mundo participa de la ritualidad de cada momento.
Se comparte vocabulario, en forma de cantos por ejemplo, como son los lazos o los gozos; y el relato de la fiesta, pues todo el que quiera participa en la elaboración del Sermón del Ole, que sirve de crónica de la vida del pueblo. En este sentido cabe destacar la adaptación de la fiesta a los nuevos estilos de vida, donde el papel asumido por la mujer, que puede ser cofrade desde la aprobación de los nuevos estatutos de la Cofradía de San Telmo en el año 2013, va tomando gran relevancia, habiéndose dado el hito histórico en la celebración de las fiestas en el año 2014 de contar con sendas mujeres en el papel de Diputados acompañando al Mayordomo sosteniendo las cintas que penden del Vítor.
 
Genealogía. La fiesta, su organización y su celebración, es compartida y heredada por consecutivas generaciones de fromisteños y fromisteñas, y como dijo el Mayordomo en el año 2014, Fernando Ruiz, «(...) te vincula a toda tu vida anterior y futura».
Se trata pues de otro efecto vertebrador de la fiesta, que va turnando el protagonismo de ser Mayordomo, honor del que ya por fin las mujeres también podrán participar por «orden de lista», que no tiene en cuenta el estatus, la residencia o el origen social o familiar.
Esta vertebración intergeneracional también se ve reflejada en la participación de niños, adultos y mayores en todos los momentos de la fiesta. Niñas pequeñas sosteniendo pequeños cayados u horcas en brazos de sus abuelas, parejas de ancianos bailando al son de la música de cara al Vítor, un joven chiborra danzando frente al santo, padres e hijos cantando los gozos en la novena... son muchas las ocasiones donde se comparten espacios y sentimientos que se van forjando con el tiempo y que sirven de común identificación a las distintas generaciones coetáneas de las gentes de Frómista.
 
La gente. La celebración festiva permite el desarrollo y mantenimiento de relaciones sociales en torno a tareas concretas, fuera del ámbito cotidiano, facilitando la cohesión social entre las gentes del pueblo; quedando representados en la fiesta y en la cofradía todos los estratos sociales.
Pero, en este sentido, es el Sermón del Ole el que genera la periódica catarsis social imprescindible para la cohesión del pueblo, provocando una suerte de limpieza espiritual al verbalizar y exponer de forma satírica y burlesca las cosas del pueblo y de sus gentes.
 
Orgullo y emoción. Pero si algo hace a las Fiestas de San Telmo y San Telmillo grandes y sostenibles en el tiempo es la mezcla de orgullo y emoción que genera en los que, año tras año, las viven con intensidad.
Sentimientos que comparten vecinos y cofrades que generan los pilares que sustentan cualquier comunidad, como son la estima, el compromiso y la participación.
Un momento emotivo, donde se resume lo expresado en estas líneas y que recoge el sentir de la comunidad, es la imposición de la medalla honorífica al Mayordomo de Honor, figura creada a partir del año 2013 en consonancia con los cambios incluidos en la redacción de los nuevos estatutos de la Cofradía ya mencionados.
Las lágrimas de Santos Guadilla, en el 2014 son el reflejo de la honda emoción que genera la identificación con la fiesta de alguien que ha hecho mucho por su pervivencia.
Al igual que ocurre cuando a Javier Clemente, miembro de la comisión permanente y residente en Madrid desde hace décadas, le preguntan: -¿De dónde eres?, a lo que con profundo orgullo contesta: -De Frómista, aunque eso le conlleve explicar con la misma pasión dónde está su pueblo y por qué se siente tan identificado con él, sea su interlocutor del mismo Madrid o de algún país extranjero de los que ha tenido que visitar por motivos laborales.
Pero si hay que destacar algún momento de las fiestas que mayor concentración de emoción y orgullo genera por centímetro cuadrado, debemos decir que se trata de la salida del Vítor de la iglesia de San Pedro para dar comienzo a la Procesión Cívica del Ole. 
A uno y otro lado de la puerta, separados únicamente por el grosor de la madera, los devotos esperan al Vítor. 
Dentro de la iglesia están el Mayordomo y sus acompañantes sosteniendo el Vítor, en silencio, nerviosos y emocionados; fuera, los vecinos y vecinas, con devoción e impaciencia porque dé comienzo la fiesta, por cantar y bailar al Vítor, provocando una alegre algarabía que distrae la espera; mientras, se prende el pipote como señal inequívoca de que la procesión va a empezar acompañada del tañir de las campanas.
En ese momento se abre la puerta de la iglesia y la explosión de júbilo y emoción es indescriptible. Alegría que se mantiene viva durante todo el recorrido con el ritual del baile, los lazos, el sermón satírico...
Y es que al igual que San Telmo, nacido tierra adentro, es el patrón de los marineros, la celebración de sus fiestas de carácter religioso, está protagonizada por una procesión cívica y un sermón satírico; y de la misma manera la piedra sagrada de la iglesia se une de forma simbólica con el adobe sencillo y popular de la casa donde se dice que nació el santo.
¿Contradicciones? Más bien diría que son los elementos opuestos de la misma realidad sobre los que se construye una identidad emotiva y orgullosa que da cabida a la diversidad de sentires y opiniones de fromisteños y fromisteñas.
El arraigo de esta identidad facilita el compromiso y la participación de los que se dicen de Frómista (ya lo sean por nacimiento o adopción), no solo en la organización de sus fiestas, sino en el desarrollo de su municipio, a través de la puesta en valor de su singular Patrimonio Cultural Inmaterial.