«A mi el público 'me respeta' muy poco; estoy hablando y me contestan»

Beatriz Santos
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Tras siete años sin venir, el showman y dramaturgo Moncho Borrajo regresa a Palencia para presentar, dentro de la programación teatral de estos sanantolines, su última obra 'Yo, Quevedo'.

El humorista Moncho Borrajo actuará en el ‘Teatro Ortega’ hoy y mañana. - Foto: DP

Moncho Borrajo comenta como fue su última visita a la capital, explica en líneas generales la función que representará, hoy y mañana a las 21 horas, en el Teatro Ortega y el proyecto que tiene previsto de cara al futuro.
 
¿Cómo recuerda su última visita a Palencia?
Como siempre, muy contento, muy feliz, comí de maravilla, paseé por la Calle Mayor y con el teatro casi siempre lleno, gracias a Dios. Recuerdo que conocí el Teatro Ortega sin arreglar, reparado y ahora, desde que se murió el patriarca, será extraño. Él también formaba parte de los recuerdos más bonitos de Palencia, pero la vida continúa y ahí están sus hijos, su esposa y toda la gente. Estoy encantado de recordar esa Palencia, la que tiene la Catedral de la Bella Desconocida (risas).
Una definición del público palentino
Es como todos los públicos castellanos. De golpe no es un público que te aplauda a la primera, pero va riendo, va entrando poco a poco y al final se pone de pie aplaudiendo. Es el típico público de Castilla: Palencia, Valladolid, Zamora...todos son así. No les puedes pedir que se pongan a jalear como los andaluces, pero conmigo siempre ha sido un público maravilloso. Siempre que voy tengo la suerte de encontrarme a mi niña de la cinta rosa (Marta Domínguez), la mejor deportista que hemos tenido en este país y me encanta verme con gente que se que me quiere y con la que me encuentro muy bien.
Yo, Quevedo es un juego de paralelismos entre el siglo XVII y la actualidad, ¿qué semejanzas destacaría entre estas dos épocas?
En aquel tiempo perdemos Portugal, el Rey se dedica a las cortesanas, a la caza y a los pintores. Por otro lado, el Conde Duque de Olivares tiene a España hundida en los impuestos. Ya me dirás el paralelismo, o sea, todo. Terrible, pero cierto. Son dos momentos históricos muy difíciles, muy duros. España aparenta ser muy poderosa, pero no lo es. Tenemos unos políticos que manejan la política como les da la gana, el Rey se dedica a lo suyo, en fin, estamos en un momento difícil en el que España pasa por una crisis y los políticos, sean del partido que sea, son todos iguales. Habrá políticos buenos lógicamente, pero parece que los tapan para que no aparezcan, como si dieran mala fama. 
En otros países quitan a los malos. Aquí no, aquí a los buenos para que no se les vea. El juego en esta obra es que yo estoy en un centro clínico donde me hago pasar por Quevedo. Hay escatología, improvisación, bastante mala leche, pero en general la gente se divierte, se ríe y piensa, que tampoco viene mal. Algo que me reconforta mucho es que en este tiempo que llevo de gira, cuando termino, todos me dicen lo mismo: Moncho, no cambies nunca.
La idea de mezclar lo clásico y lo actual le vino a partir de su anterior trabajo, Golfus Hispánicus. ¿Qué diferencias hay con el nuevo espectáculo?
Golfus Hispánicus estaba basada en Roma, era casi la misma crítica, pero utilizando la vida romana, la historia de Roma, vestido de romano, con un esclavo que era mudo. Jugaba un poco a utilizar la historia de Roma como referencia a lo nuestro.
Yo, Quevedo se centra más en el personaje, mucha gente me ha dicho que me ven a mi y ven a Quevedo. Por mi bigote, mi forma de ser y mis gafas, siempre les he recordado a él. A nadie le ha sorprendido verme de Quevedo, en cambio de romano si les llamó más la atención. Entre Quevedo y yo hay cierto paralelismo, sobre todo desde el punto de vista crítico.
Tras más de 40 años de trayectoria, el público espera que una serie de patrones se repita en sus funciones. ¿Qué Moncho Borrajo se van a encontrar los palentinos en Yo, Quevedo?
Ácido, tierno en muchos momentos, el Moncho Borrajo que se mete con el público, que habla de la actualidad. En este caso hay un ataque más a la monarquía dentro del montaje de Quevedo. En definitiva, un Moncho muy visible, muy reconocible. 
Al principio empiezo cantando ópera y la gente se asusta un poco y piensa dónde me he metido, pero esas bromas son muy mías. Después, una vez que Quevedo desaparece y deja paso a Moncho, ahí ya soy el de siempre, el que se mete con la gente, con el público, pero siempre con ánimo de divertir, de pasárnoslo bien. A mi el público me respeta muy poco porque estoy hablando y la gente me contesta. No es que el espectáculo sea interactivo, es el público quien lo hace así y eso también es muy bonito. 
En otras obras sacaba a gente al escenario, en este espectáculo pueden estar tranquilos porque no saco a nadie, para el próximo ya lo volveré a hacer.
¿Se guarda algo para sorprender en cada función?
Si, siempre hay algo nuevo en cada función porque la intento adaptar a cada ciudad que voy. Por ejemplo, esta semana vengo a Palencia y la que viene a Valladolid y, con lo bien que os lleváis, imagínate, ya tengo tema (risas). Es algo que siempre funciona, me pasa con Madrid y Barcelona, Vigo y La Coruña, es el pan de cada día. Es bonito también porque la gente dice mira, mira como nos conoce.
De cada personaje que interpreta ¿con qué se queda?
Sobre todo me quedo con que, por muy agresivos, duros y fuertes que sean, todos tienen un toque tierno que les aflora.
Una vez que finalice Yo, Quevedo, ¿qué tiene en mente Moncho Borrajo?
Tengo pensado un espectáculo que va a ser una combinación de lo que más le ha gustado al público durante estos años y se va a llamar A mi no me gusta hablar mal de nadie (Antoloría), en vez de antología.