Un incierto futuro para Cuba

Agencias
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El pacto entre Washington y La Habana para acabar con el aislamiento de la isla ha generado duras críticas entre los republicanos de EEUU, que tendrían la llave para levantar el embargo

Un incierto futuro para Cuba - Foto: ENRIQUE DE LA OSA

 
 
El histórico acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, que retomarán relaciones diplomáticas y económicas después de más de medio siglo de ruptura fue aplaudido y cuestionado casi a partes iguales desde los dos países protagonistas.
Desde la reelección de Barack Obama al frente de la Casa Blanca, en 2012, una de las principales apuestas del dirigente norteamericano era suavizar las tensiones con la isla, si bien esto le está costando duras críticas desde la oposición y en su propio partido.
Las medidas, que inicialmente favorecen más a Cuba que a EEUU, suponen un nuevo capítulo con la reanudación de intercambios, que se traducirán en la apertura de embajadas o la relajación de los límites comerciales o de viajes, así como un inicio de conversaciones sobre materias sociales y de seguridad, como sanidad, migración y narcotráfico.
La comunidad internacional elogió este pacto, subrayando que era «un paso pendiente hace tiempo», indicó el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, quien agregó que esta actuación «abre la puerta a la UE a dar un nuevo orden a sus relaciones con Cuba».
También en la nación caribeña se celebró el anuncio realizado el pasado miércoles, que, según los expertos, favorece a La Habana, ya que, según explican, Obama «ha cedido más» para conseguir un mejor panorama en la isla.
Con Raúl Castro, el país tiene buenas razones para buscar una normalización de las relaciones con EEUU. El hermano menor de Fidel ha subrayado en varias ocasiones que su prioridad es la economía y quiere pasar a la Historia como el presidente que dotó de un modelo financiero sostenible al castrismo, sumido desde hace décadas en una crónica y dura crisis.
Sin embargo, los cubanos en el exilio fueron los más críticos con el mandatario estadounidense, al que tildaron de «cobarde» por ceder ante las pretensiones del régimen comunista. Por ello, cientos de expatriados se manifestaron en Florida para rechazar el pacto entre las dos naciones.
 
más tensión. En el seno de la política norteamericana, las tensiones vuelven a ser patentes. Si bien en el Partido Demócrata se ha respaldado mayoritariamente la decisión de su líder -aunque también salieron voces discordantes que censuraron la firma del acuerdo-, desde el bando republicano la repulsa fue unánime. 
Hillary Clinton apoyó la normalización de las relaciones, aseverando que, «a pesar de las buenas intenciones, nuestra política durante décadas de aislamiento solo ha afianzado en el poder al régimen de los Castro». Así, subrayó que el objetivo de EEUU debe seguir siendo «apoyar las aspiraciones de libertad del pueblo cubano y alentar reformas reales y duraderas».
Mientras tanto, el senador conservador de origen cubano Marco Rubio -favorito para ser candidato a la Presidencia en 2016- consideró que estos cambios suponen «una nueva victoria para los Gobiernos opresores del mundo y que tendrá consecuencias negativas para los estadounidenses». Su compañero de formación Jeb Bush subrayó que éste es «el último error político del presidente y otra dramática extralimitación de su autoridad ejecutiva».
La opinión de los republicanos es clave, ya que, en caso de que se quiera llegar al extremo de levantar el embargo que pesa sobre Cuba desde 1961, la decisión tendrá que ser tomada por la Cámara de los Representantes y el Senado, ambos con mayoría conservadora. De este modo, parece más que complicado que ese punto pueda seguir hacia delante, como muchos cubanos esperan después de un acuerdo que supone «un nuevo paso histórico», tal y como defendió Obama en su discurso.