'EL BAR DE NINO'

Óscar Herrero
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El anuncio del Sorteo de Navidad está inspirado en lo ocurrido en 'San Telmo' en 1996, cuando un médico se quedó sin un décimo del número premiado · Pese a todo, en la cafetería del Hospital sí hubo un Antonio y cuatro Manueles como los de la tele

Página de Diario Palentino en la que se ve a Alfonso San Juan besando y abrazando a 'Nino'. - Foto: Archivo DP

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Nino muestra dos décimos premiados con el tercer premio en 1996.
Nino muestra dos décimos premiados con el tercer premio en 1996. - Foto: Archivo DP
San Juan besa esta semana a Lerones como lo hizo hace 18 años.
San Juan besa esta semana a Lerones como lo hizo hace 18 años. - Foto: Jesús Sevillano
Marcelino Lerones y Alfonso San Juan recuerdan esta semana en la Cafetería de San Telmo el momento de la entrega del décimo.
Marcelino Lerones y Alfonso San Juan recuerdan esta semana en la Cafetería de San Telmo el momento de la entrega del décimo. - Foto: Jesús Sevillano

 
El bar de Antonio no es el bar de Antonio. El bar de Antonio es en realidad el de Nino, y ese castizo establecimiento de anuncio no está en  Fuencarral o Villaverde sino que estuvo en Palencia. En el Hospital Provincial San Telmo para más señas. Pero la ficción publicitaria vuela tan libre que para tocar la fibra sensible no duda en tornar una lluvia de millones de aquellas pesetas, merced a un Tercer Premio, en la tormenta de euros del todopoderoso Gordo que todos deseamos que nos empape.
Esta semana, Juan García Escudero, el director del spot más comentado de la temporada -el que a muchos les ha obligado a recurrir a aquello de «qué tontería, pero se me ha metido algo en el ojo»- reconocía que Antonio y su bar estaban basados en hechos ocurridos en Palencia en 1996. Cuando San Telmo era aún el Provincial. Sin embargo, García Escudero afirmaba que, en la realidad, a su tío el doctor Enrique de Soto, no le guardaron el décimo. 
Según el propio De Soto, «antes de irme de vacaciones le pedí a Nino que me guardara un décimo. El hombre no se acordó y cuando fui a por él el día 19 ó 20, me dijo que ya no le quedaba. Yo ya sabía antes del sorteo que no jugaba ese número y me fui tranquilo a casa. Quizá fuera mejor así. Cosas del destino y él un mero ejecutor. He de decir que nunca le he culpado. Sé que es una buena persona». 
Sobre la promoción, De Soto reconoce que se siente «muy orgulloso» de que su sobrino «haya tomado la historia para hacer algo tan conmovedor». Lo cierto es que la intención del publicista era dar la vuelta a la historia de su tío e imaginar que le hubieran guardado el décimo, como comentó esta semana a Vanitatis. 
Pese a la experiencia del pariente palentino del publicista, aquel 22 de diciembre de 1996 en la cafetería de San Telmo, sí hubo un Antonio como el del anuncio. Sólo que se llamaba Marcelino Lerones, Nino, y que no le dio el alegrón del siglo sólo a Manuel sino al menos a cuatro que acudieron al establecimiento que regentaba después del sorteo sin los papeles ganadores. 
A Marcelino Lerones, Nino para quienes le conocen, el comercial ya le había dejado tocado incluso sin saber que le tocaba de cerca. «Claro que me ha vuelto a traer lo que pasó», afirma quien cambió los vasos y los cafés por el hormigón y los camiones al poco de repartir 2.880 millones de pesetas (17 de euros). 
Siete de aquellos millones de pesetas fueron para Alfonso San Juan, El Cura, que aquel día 22 de diciembre abrazaba y besaba a Nino. «Yo no tenía el décimo, lo tenía él. Pero en ningún momento dudé de Nino», reconocía esta semana. «No nos hizo ni lo del anuncio, de dejarnos con la intriga, de cobrarnos el café más caro. Cuando me vio entrar en el bar vino hacia mí y me entregó el décimo. Al verlo en la tele la  primera vez le dije a mi mujer, mira, lo que nos pasó a nosotros». De aquel momento guardan la prueba las páginas de Diario Palentino, en las que Nino, como ahora, aclaraba que horas antes del sorteo había hablado con San Juan y se habían dicho los números que llevaban. 
«Me pasó lo mismo con Carlos», añade ahora Nino. Carlos Emperador, quien aún mantiene su puesto en la Plaza de Abastos, ha vuelto a rememorar aquel domingo 22 de diciembre «al ver el anuncio. ¡Cómo no!». «Suministraba género a Nino y habíamos quedado que nos cambiábamos un décimo. Yo le daba el de la Plaza y él, a mí, el del bar. Pero no llegamos a hacer el trueque antes del sorteo. Cuando me avisaron de que había caído en el Hospital me dijeron: Te ha tocado... Bueno, espera que yo aún no tengo el décimo, respondí».  Lo que no recuerda Emperador es cómo pasó todo cuando llegó al bar. Sí lo tiene fresco Nino. «Cuando entró me dijo: -Sabes que el décimo, si quieres, es tuyo. -Dame el tuyo y toma el de los 7 millones, le ordené», se emociona Lerones. «Vale, igual es que soy un poco antiguo, pero es mi manera de ser». 
Sus gestos no acabaron aquí. Otro de los agraciados, de profesión periodista y que prefiere permanecer en el anonimato, relata que conocía a Nino de coincidir con él en el Hospital. «Aquel año le habíamos dicho un amigo y yo que iríamos a por lotería, pero entre una cosa y otra, que íbamos y no estaba o llegábamos y no nos podía atender, al final no la cogimos. Tras el sorteo, cuando fuimos al bar casi sin esperanzas, entre la muchedumbre, Nino nos dijo: Mañana hablamos».
Un episodio que no ha enterrado el hostelero. «Quedé con ellos por la noche y les di su lotería».
Sin embargo, el periodista sospecha que aquellos boletos que recibieron él y su amigo -encargado de un comercio y residente ahora en La Bañeza- «eran en realidad parte de la lotería que guardaba Nino para él». Algo que casi aseguraría Alfonso San Juan, El Cura, paisano de Lerones en Santillán de la Vega. «Pondría la mano en el fuego porque fue así: que se quitó de lo suyo para cumplir su palabra».
Preguntado por ello, Marcelino Lerones responde que después del sorteo repartió 22 millones de pesetas y que, por una vez, la publicidad es verídica. «En el Hospital éramos una gran familia. Pasábamos mucho tiempo juntos. Lo del anuncio es real. No puedes imaginarte la felicidad que sientes al dar tanto dinero y tan repartido y lo triste que te quedas cuando conoces a alguien a quien le ofreciste, lo rechazó y se quedó sin el premio. Me pasó con un policía al que hasta se lo metí en el bolsillo y me dijo que no quería más lotería. Desde luego, no tengo duda de que el mayor premio es compartirlo».