Las meditaciones de Santa Teresa de Jesús alientan el 'Vía Crucis'

diariopalentino.es
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El obispo de la Diócesis, Esteban Escudero, presidió el acto, en el que se leyó una selección de textos de 'Meditación de los Cantares', 'Vida', 'Moradas' y Camino de Perfección' de Santa Teresa

El obispo de la Diócesis, Esteban Escudero, presidió el Vía Crucis que se celebró ayer, Miércoles Santo, en la Plaza Mayor, enmarcado en la Procesión que organiza la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia (túnica roja y capillo rojo en recuerdo de la sangre del Redentor; cíngulo blanco en señal de penitencia; capa blanca como símbolo de la gracia y luz Divina, con el escudo de la Cruz de la Hermandad en rojo y blanco sobre el pectoral izquierdo). En el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa, la Semana Santa palentina miró hacia ella y, así, en el Vía Crucis, con una imagen suya en la escalinata de la Casa Consistorial, se leyeron  textos de los libros Meditación de los Cantares,  Vida, Moradas y Camino de Perfección,  seleccionados, actualizados e insertados con los textos evangélicos de la Biblia por M ª del Rosario Diez. Intervinieron tres lectoras, hermanas del Cristo de la Misericordia (estación, texto evangélico y meditación de Santa Teresa).

«Siguiendo a Cristo, recorremos el itinerario del dolor que culmina en alegría, de la crucifixión que prepara la Resurrección, de la muerte que se transforma en vida. Hagamos este Vía Crucis en comunión con la Iglesia, en la cual se renueva perennemente el martirio de su Maestro y Esposo», dijo el obispo, que a continuación añadió: «La Palabra de Dios, la voz en este Año Jubilar Teresiano de Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, y la súplica de la Liturgia nos ayuden a vivir la gracia del misterio de la Pasión». Señaló asimismo que para Teresa la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con Él por gracia, por amor y por imitación. De aquí  «la importancia que ella atribuye a la Meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, para la vida de cada creyente y como corazón de la liturgia».

Al iniciar cada estación del Vía Crucis, se dice «Te adoramos, Cristo y te bendecimos», y el pueblo responde «Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo». Al terminar, mientras se avanza a la siguiente, se dice «Señor pequé» y se responde «Tened piedad y misericordia de mí».

Jesús en el Huerto de Getsemaní, Jesús es traicionado por Judas, Jesús es condenado a muerte por el Sanedrín, Jesús es negado por Pedro son las primeras cuatro estaciones. La quinta es Jesús es juzgado por Pilato, y las palabras de Santa Teresa elegidas fueron de Vida:  «Si quieres ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comienza a no espantarte de la cruz, y verás cómo te ayuda también a llevarla el Señor y con el contento que andas» y «¿Quién ve al Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las abrace y las ame y las desee?». Jesús es azotado y coronado de espinas es la sexta estación, para la que seleccionó «Está ardiendo el mundo. Quieren tornar a sentenciar a Cristo, pues le levantan mil testimonios y quieren poner su Iglesia por el suelo. ¡Oh, Padre Eterno! Mirad que no son de olvidar tantos azotes e injurias. ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de pagar este amantísimo Cordero? No lo permitáis, Señor. Os lo suplico por quien Vos sois: tened lástima de tantas almas que se pierden y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la cristiandad», de Camino de Perfección. Las siguientes estaciones,  Jesús carga con la cruz, El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz, Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén, La crucifixión del Señor. En este  los textos que se leyeron eran de Vida: «Quiere el Señor que en la vida no falte el sufrimiento, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz. Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mi de todas maneras vuestra voluntad»  y «Siempre que se piense en Cristo, acordémonos del amor con que nos hizo tantos presentes … que amor saca amor».

Se completa el Vía Crucis con Jesús promete su reino al ladrón bueno, Jesús en la cruz con su madre y el discípulo («Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes… Bienaventurado quien de verdad le ame y siempre le traiga dentro de sí»), Jesús muere en la cruz y Jesús es colocado en el sepulcro («No puede Dios hacernos mayor favor que darnos vida que imite a la que vivió su Hijo tan amado: y así procura Él fortalecer nuestra flaqueza para poderle imitar en el mucho padecer. Los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre», de Moradas).

A eso de las 20,40 horas salió de La Compañía el Cristo de la Misericordia (Portillo, siglo XVI). Allí estaba también  Nuestra Señora  del Dolor (Anónimo, siglo XIX). Procesionaron hasta llegar a la Plaza Mayor, donde los cofrades  que portaban las estaciones se distribuyeron, por Menéndez Pelayo, Antonio Maura, plaza de León, Calle Mayor (saludo a La Piedad en San Agustín),  Ignacio Martínez de Azcoitia y Secretario Vázquez. La vuelta fue por plaza de la Sal, Joaquín Costa, Don Sancho, La Cestilla y plaza de Isabel la Católica. En la Plaza Mayor, el Cristo de la Misericordia ocupó un espacio destacado, flanqueado por la Virgen de la Soledad (Anónimo, siglo XVIII), que esperaba allí, y Nuestra Señora  del Dolor.