Epílogo fundacional

M. del Rosario Diez Rodríguez*
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Paulo V publicó el 'Breve de Beatificación' el 24 de abril de 1614, que comienza con las palabras latinas 'Regis aeternae gloriae'. Hoy a las 21 horas, repique de campanas de los templos de la capital

Llegada de la reliquia del brazo incorrupto de Santa Teresa el 21 de mayo de 1963. - Foto: Archivo de las Carmelitas Descalzas de Palencia

Los escritos de la seráfica y mística doctora han sido, desde que vieron la luz por primera vez, una lectura exquisita y una fuente de información. Sus ediciones de las Obras Completas se han sucedido incesantemente. Tres de las cartas escritas desde Toledo entre diciembre de 1576 y enero de 1577 tratan de la frustrada fundación de un monasterio en la villa de abolengo de Aguilar de Campo, en la llamada Montaña de Burgos, en tiempos de la Santa, situada en las márgenes del Pisuerga, hoy perteneciente a la provincia de Palencia. La obra que mejor recoge su doctrina mística, Las Moradas, refleja en todo el manuscrito una serenidad sin precedentes, aun rodeándola las más inquietantes circunstancias. El 2 de junio de 1577 comenzó a escribir la Santa esta obra en el Carmen de Toledo, el 18 de junio fallecía el nuncio santo y el 28 era nombrado de Palencia el obispo de Ávila  Álvaro de Mendoza. Con todo esto, queda interrumpido el libro en la capítulo 3 de las Moradas quintas, regresando a Ávila. El 29 de noviembre de 1577 terminó la obra en San José de Ávila. La madurez de su espíritu trazó una obra maestra.

El 29 de diciembre de 1580, día del rey David, la madre Teresa de Jesús (con sesenta y cinco años de edad) establecía en Palencia un Carmelo, su decimocuarta fundación- capítulo 29 de las Fundaciones- de un total de 17 fundaciones, después de permanecer en Valladolid dos meses afectada por el llamado catarro universal. Había llegado a la ciudad en la más absoluta discreción y secreto, entrando por la Puerta del Mercado al anochecer para no ser vista, después de Vísperas, en carro entoldado. Caminando por la calle de Pan y Agua -así llamada en su totalidad en tiempos de la Santa, hoy Calle Mayor-, tomando luego la primera bocacalle a la derecha, donde se veneraba a Nuestra Señora de la Candelaria o de la Calle en su ermita, pasando por la calle de Nuestra Señora hasta llegar a la casa alquilada en la calle de Mazorqueros -hoy calle Colón, nº 22-.  Iba acompañada de cinco monjas, elegidas para la fundación de Palencia, junto con el clérigo Porras y el mercader Agustín de Vitoria, a cargo de los gastos del viaje desde Valladolid. Además, vino con la freila Ana de San Bartolomé, al cargo de enfermera. Traía agua bendita en una benditera,  su campañilla para tañer a silencio y su reloj de arena para las horas de oración o silencio en el viaje. También algunos libros de oración, lecturas espirituales y un compañero inseparable de viaje, la imagen de San José Fundacional, bajo cuya advocación se erigía cada monasterio carmelita fundado. Esta imagen, testigo de la primera misa a cargo del clérigo Porras, presidirá en su oratorio  hasta que doña Ana Enríquez, hija del Almirante de Castilla, envió en febrero de 1581 una imagen de San José buena y grande colocada en el altar mayor en la sala que servía de capilla en la casa alquilada. Con la fundación del Carmelo Descalzo de Santiago de Compostela, por la madre María Antonia de Jesús, en proceso de beatificación, se enviará desde esta fundación teresiana palentina el San José Fundacional que Teresa de Jesús traía para la fundación de su Palomarcito Palentino.

El Proceso Informativo de Beatificación comenzó en Salamanca y Alba de Tormes entre octubre y abril de 1591-1592, apenas 10 años tras su muerte. Después de todas las informaciones hechas en España (1591-1610) sobre la vida y milagros más la fama de santidad de Santa Teresa, la Sagrada Congregación de Ritos en el Vaticano encomendó a 3 auditores de la Rota romana el estudio de todo el material llegado a Roma (2 de marzo de 1613). Mediante dos relaciones de A. Manzanedo se dio un dictamen favorable, después del cual dicha Congregación de Ritos emanó un decreto positivo para proceder a la beatificación (14 de abril de 1614). Mientras que el Papa Paulo V publicó el Breve de Beatificación (24 de abril de 1614) que comienza con las palabras latinas Regis aeternae gloriae, mediante el cual se concedía el permiso para poder dar culto público a la nueva beata, es decir, celebrar la Misa y el Oficio divino en su honor el día de su fiesta (entonces el 5 de octubre de cada año), pero reservando tal facultad primero y sólo para la Orden de frailes y monjas Carmelitas y, en especial, para algunos lugares teresianos, como es el caso de Alba de Tormes, lugar de su sepulcro, donde cualquier sacerdote y fiel podía gozar de dicha facultad. La facultad litúrgica, posteriormente, sería extendida a toda la Iglesia. Así resumen las crónicas de la Orden las consecuencias del Breve de beatificación: «[el Papa Paulo V] despachó el Breve siguiente, en que beatificando a nuestra gloriosa Madre, da licencia para que en todos los conventos de la Religión, y en la villa de Alba, donde está su santo cuerpo, se diga Misa de la Santa, y se celebre su fiesta a los cinco de octubre, en cada un año; aunque después se mudó [1629] a quince, por haberse quitado diez días, que andaban más en la cuenta de los tiempos, que se enmendaron el año en que la Santa murió, del cambio del calendario juliano al gregoriano».

El Papa Paulo V, que había beatificado a la Madre Teresa de Jesús, manifestó reiteradamente su afán de canonizarla. Le faltó un año de vida, pues falleció el 28 de febrero de 1621. Su sucesor, el Papa Gregorio XV, que no fue menos devoto de la Santa Madre y estaba muy vinculado a los Descalzos de la Congregación de Italia, ordenó intensificar todos los trámites de la Congregación de Ritos, la cual falló favorablemente el 24 de enero de 1622. El 12 de marzo Gregorio XV promulgaba su Bula de canonización. Aquella fecha cerraba un ciclo de esplendorosa inquietud e iniciaba otra de estabilidad vocacional. En la segunda mitad del XIX se incrementan las peregrinaciones a Alba de Tormes, promovidas por San Enrique de Ossó (1840-1896) y alentadas por el entonces obispo salmantino Narciso Martínez Izquierdo (1874-1884) y el también canónigo salmantino, luego obispo de Palencia y cardenal Enrique Almaraz y Santos (1847-1922).

El brillante Almaraz y Santos (años de pontificado 1893-1907) dejará patente la presencia de Teresa de Jesús en la capilla del Palacio Episcopal, decorada entre 1899 y 1901 por el pintor Mariano Lantada, también autor de la ermita de Nuestra Señora de la Piedad de Herrera de Pisuerga. Es una fiel representante del neo-renacimiento y en ella no queda ni un rincón sin decorar, lo que da sensación plena de imágenes, luces y colores. Destaca La Transverberación de Santa Teresa de Jesús, de la que el obispo Enrique Almaraz era un gran devoto, que ocupa toda la parte central del presbiterio y es copia de la obra de Bernini.

En 1963 la reliquia del Brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús custodiado en Alba de Tormes llegó a Palencia. El 21 de mayo, a las 7 de la tarde, repicaron todas las campanas de la ciudad. Lo traían de Carrión de los Condes. A las once de la noche estuvo la santa reliquia a la puerta de las Descalzas en manos del Padre Raimundo de la Transverberación, comisionado para custodiarla, y la depositó en la iglesia a los pies de la imagen de la Santa Madre, entrando en clausura por la noche. El día 23, a las doce y media, se descubrió una lápida en la fachada de la iglesia que decía: Yo no querría dejar de decir muchos loores de la caridad que hallé en Palencia en particular y en general. El Excelentísimo Ayuntamiento de Palencia, agradecido y como recuerdo del IV Centenario. 21-5-1963. El día 26 a las cinco y media de la mañana, dicha la Santa Misa,  el Santo Brazo fue llevado  a la Puerta Reglar;  allí lo besaron en despedida todas las Carmelitas, sacándolo de la iglesia y comenzando el Rosario de la Aurora. A las 11 de la mañana fue llevado de vuelta a Alba de Tormes.

*Miembro de la Comisión Cultural Huellas Teresa de Jesús del Ayuntamiento de Palencia.