En 1999, el Instituto de Cine Estadounidense (AFI) publicó una lista de las 50 mayores leyendas de la era dorada de Hollywood. Solo tres de ellas siguen vivas: Sophia Loren, de 84 años, Sidney Poitier, de 91, y Kirk Douglas. El héroe de la mítica Espartaco cumple hoy 102 años, con la sorpresa de quien no esperó nunca vivir más de un siglo y la convicción de haber tenido «una vida maravillosa». A la pregunta de cómo se encuentra y si siente la edad a sus espaldas, reacciona con pocas palabras: «Nunca pensé que superaría los 100 años, pero puedo con ello».
Douglas nació el 9 de diciembre de 1916 en el estado de Nueva York. En los años 50, se convirtió en una estrella de cine conocida por sus papeles de héroe. Fue nominado en tres ocasiones al Oscar al mejor actor y en 1996 recibió el Oscar de Honor a su carrera. Padre de cuatro hijos, está casado en segundas nupcias desde 1954 con Anne Bydens. Su hijo mayor, Michael, siguió sus pasos y es uno de los actores y productores más influyentes de Hollywood.
Celebrará su 102 cumpleaños con familia y amigos. ¿Quién le hubiera gustado que le acompañara de los viejos tiempos?
Echo de menos a viejos amigos como Burt Lancaster. Lo llamaba Boit y él a mí Koik. Era maravilloso, lo echo mucho de menos.
¿Qué desea para su cumpleaños?
Que el mundo sea un lugar seguro para nuestros hijos y nietos. En estos momentos hay demasiada hostilidad. Me gustaría que la gente se tratara con más bondad y respeto.
¿De qué está agradecido al pensar en su extensa trayectoria cinematográfica?
Estoy agradecido de haber tenido una carrera tan larga y maravillosa. He interpretado tantos papeles y he viajado a países fantásticos en mis giras para la USIA (Agencia de Información de EEUU, un organismo diplomático dedicado a difundir una buena imagen del país durante la Guerra Fría). Después de mi infarto, me hice escritor y firmé 11 libros. Ahora trabajo en el número 12.
Poco antes de la elección de Donald Trump como presidente de EEUU, alertó en un blog en el HuffingtonPost de los peligros de los discursos de odio y la hostilidad.
Siempre hay alguna preocupación. El mundo es un caos y tenemos que poner orden a esta confusión. Todos los días hay tiroteos, tanto en escuelas como en sinagogas. Las personas sin hogar son humilladas y asesinadas. El mundo está demasiado dividido, eso debe cambiar.
Como hijo de emigrantes rusos judíos, en Nueva York creció en la pobreza. ¿Qué recuerdos tiene?
Mi madre me enseñó a ayudar siempre a los que eran aún más pobres. En nuestra casa teníamos un pequeño pushke clavado a la pared. Pushke es una palabra judía y significa bote de hojalata, pero es más bien una hucha para los ahorros. Allí reuníamos monedas para un buen fin. Apenas teníamos qué comer nosotros y nunca estuvo lleno. Pero la Torá (libro religioso judío) exige dar algo a los pobres. Vivíamos junto a las vías del tren y con frecuencia llamaban mendigos a la puerta. Mi madre siempre tenía algo para ellos.
¿Tiene una lista de cosas que le gustaría hacer antes de morir?
No tengo ninguna lista. He tenido una vida maravillosa y tengo una familia fantástica. Estoy agradecido por lo que se me ha dado.