Daniel Landa ensalza Palencia como «el ancla» donde recalar sus pasos

Carlos H. Sanz
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El periodista y viajero presume de palentinismo y defiende la necesidad de «poner la ciudad en el mapa», pero destaca que «son las personas las que hacen que un lugar merezca la pena»

El periodista, realizador de documentales y aventurero palentino Daniel Landa pregonó ayer el arranque literario de las Fiestas de San Antolín de este año. Un joven que si bien ha «pisado selvas y cruzado estepas en busca de tribus y comunidades esquinadas en los mapas», declaró ante un Teatro Principal abarrotado que es en Palencia donde siente «la compañía» de lo que ha sido, y que esta ciudad «es el ancla donde recalar los pasos y, hoy más que nunca, en estas fiestas, el puerto de la alegría».
«Abrumado» pero «orgulloso» por ser el elegido para pregonar el inicio de estos sanantolines, el periodista expuso su visión de la capital palentina «con el espíritu de quien suele pensarla en la distancia», aunque con la certeza de que «Palencia siempre espera».
El pregón de Daniel Landa tuvo mucho de retorno a las raíces, de vuelta a casa, por lo que el viaje que ofreció al patio de butacas del Principal tuvo tanto de emocional como de geográfico.
Así, recordó sus comienzos como periodista a pie de pista de algún partido de baloncesto del Torneo Ciudad de Palencia, o su trabajo como becario en la sección de Deportes de Diario Palentino.
Landa recordó que fue de Palencia desde donde junto al madrileño, Pedro Martínez, y el palentino Alberto Fernández,  partió en 1999 «con ganas de descubrir el mundo en un coche poco preparado para la aventura, con un equipaje para varios meses, un par de cámaras y una ilusión inquebrantable». Un viaje que, sin duda, le convirtió en lo que es hoy, y que quedó reflejado en el documental Palencia-Singapur, el viaje de los tres océanos.
Palencia fue también el lugar de salida y llegada de la ruta con la que dio la vuelta al mundo durante 25 meses, y de la que surgió la conocida serie de televisión Un Mundo Aparte.
Y es en la capital palentina donde está ahora, desde el pasado mes de junio, después de «doce meses vagando por el Pacífico», en una aventura que muy pronto se verá en televisión. 
«Soy de palencia». Todos esos kilómetros a sus espaldas, sus experiencias en rincones inimaginables de este mundo, no han puesto en la boca de Landa el manido título de «ciudadano del mundo». Él, confesó al Teatro Principal, es «de Palencia».
«No lo digo con desdén o con exceso de orgullo. No es una reacción provinciana. Yo he tenido el privilegio de visitar pueblos indígenas de los cinco continentes, más de 30 tribus en desiertos, junglas, estepas o en islas perdidas. Y todos ellos comparten algo de forma unánime: unas raíces profundas».
«Los himbas de Namibia, los pastores nómadas de Mongolia, los dayak de la isla de Borneo, los aymaras de Bolivia, la tribu de los korowai en Papúa, los saami de Laponia… Todos ellos profesan un respeto incontestable por su tierra, porque es el entorno lo que les define. Lo que les hace ser lo que son».
«Yo que me dedico a retratar los hogares de otros creo que, por coherencia, no debería olvidar nunca dónde se ubica el mío: yo nací y crecí en Palencia, mis amigos de siempre son de aquí y aquí están enterrados mis antepasados», sentenció con el corazón en la mano Daniel Landa.
«No soy ciudadano del mundo, yo soy de aquí», insistió el pregonero literario de estos sanantolines, que confesó que lleva «en los zapatos, multitud de paseos empedrados; puentes romanos en los pasos; en la mochila, campanarios; y el saludo de un Cristo en un Otero».
«Tal vez hay parques más hermosos en el mundo, calles más antiguas y plazas más solemnes. Pero estos lugares son los nuestros, los hemos recorrido con dignidad, los hemos compartido».
sentirse embajador. Con su palentinismo por bandera, Daniel Landa confesó sin rubor haber ejercido de embajador» de su patria chica. «En mis viajes he tenido que repetir muchas veces que soy de Palencia con P, pero siento que le sobra el apellido, pues Palencia, a secas, es más elocuente si se entiende, si somos capaces de explicarla». 
Por eso, relató el periodista, cantó el himno de la capital palentina a una tribu de una isla del Pacífico llamada Tanna, y por eso, quizá también, en Rovanniemi (Finlandia), señaló a Papa Noël en su mapa dónde estaba Palencia.
«Hay que señalar Palencia en los mapas», defendió el pregonero de estos sanantolines. «Cada vez viene más gente de fuera y creo que los que vienen se quedan encantados, lo creo de corazón. No deberíamos olvidar que nuestro principal valor somos nosotros».
«De todos los recuerdos de mis viajes, me quedo con la calidad humana de algunos pueblos, con la mano amiga, con la hospitalidad que me brindaron. Nuestra forma de ser con el que llega es lo que hace que vuelva», argumentó.
Por eso, Daniel Landa defendió ante el patio de butacas del Teatro Principal que «las persona hacen que un lugar merezca la pena», y que por eso, «cuando se sale fuera, a Palencia hay que nombrarla con calma, hablar de ella con la cadencia palentina; sin hacer ruido, sin compararnos con otros, sin rencores o disputas».
En su pregón, Landa también recurrió a los poemas de su abuelo, José María Fernández Nieto; a las palabras de su madre, Sari Fernández, que también pregonó unos sanantolines; y, como buen viajero, al poema Ítaca, de Constantino Cavafis.
Através de ellos expresó también cómo siente Palencia. Palabras de otros para concluir, entre aplausos, «que nada es prescindible en la ciudad donde uno nace». Y con tan certera sentencia, el pregonero literario de estos sanantolines vitoreó: «¡Viva San Antolín!».