Sentido adiós a mi amigo Chema Hernández

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Carta del director| Carlos Martín Santoyo

Cuando ayer, sobre las tres de la tarde, me comunicaba Eduardo Álvarez, director general de Radio Televisión Castilla y León, el fallecimiento de José María Hernández, mi entrañable amigo Chema, no podía creérmelo. Es cierto que el viernes recibía un whatsap en el que  me contaba que había ido a urgencias por la noche porque tenía 40 de fiebre, aunque había regresado a casa y, pese a no encontrarse bien,  un rato a trabajar por la mañana al día siguiente, pero de ahí al fatal desenlace distaba un abismo. Inimaginable que esa complicación gripal derivara en una crisis cardio/respiratoria que terminase con su vida. El implacable infarto.

Como no podía creérmelo, comencé a hacer llamadas a algunas de sus personas de confianza, como José Manuel Fernández, Josete, su mano derecha  como responsable del gabinete de presidencia, y no sabían aún nada, lo que me animaba al optimismo aferrándome a la posibilidad de que se tratase de una falsa alarma, pero instantes después Carlos Fernández Carriedo entre lágrimas me lo confirmaba. Todavía se me eriza el vello al recordarlo: era verdad. José María Hernández, ese político y amigo lleno de vida, había muerto. Increíble, pero  cierto y cruel.

Inmediatamente sentí la necesidad de informar a través de las redes sociales dejando hacer al corazón. Significando, como hago ahora, que, pese a parecer imposible, a veces se pueden crear vínculos afectivos entre el periodismo y la política, máxime en provincias tan pequeñas como la nuestra. Con independencia, les aseguro, de ideologías y demás historias que algunas retorcidas mentes puedan imaginar. Y para muestra esa especial relación de amistad que tuvimos Chema y yo. Muy por encima de esas actividades profesionales que obligaban asimismo a ese otro contacto oficial.

Desempolvando el baúl de los recuerdos recordaba como en los inicios de la otrora Televisión Palencia, cuando era jefe de servicio de Medio Ambiente, llegaba  muchas noches a nuestro local de la Calle Colón para aportar su grano de arena en una serie de programas divulgativos contratados a la Consejería que presidía su paisano Francisco Jambrina  a través de los cuales surgía esa complicidad. También con el equipo técnico dado ese carácter extrovertido y su absoluta disposición a invertir el tiempo que hiciese falta, la mayoría de las veces a horas intempestivas, para que el producto final fuese óptimo. Y, en  mi caso, me servía para conocer a una buena persona que, curiosamente, iría escalando puestos en la carrera política merecidamente bajo ese denominador común de la cercanía y su vocación de servicio sea cual fuere el puesto que ocupase.

Salmantino de nacimiento, pero palentino me atrevería a decir que más que de adopción, tenía un compromiso con una provincia que pateaba incluso fines de semana gracias entre otras cosas a la paciencia de su mujer, María Antonia.

A menudo quedábamos a comer. Sin escondernos, aunque teniendo que explicar a veces que esas citas no eran ni para hablar de política ni del trato que le dispensaban los medios que dirijo, sino cumpliendo con una especie de tradición que databa de hace años, con independencia de su cargo e incluso del mío. Difícil de entender imaginamos cuando el listo de turno, al vernos, a buen seguro interpretaba otra cosa. Ya saben, la venta del político a los medios o viceversa. Craso error, pero allá ellos. Tener la conciencia tranquila constituía en estos casos el mejor de los avales.

Las últimas veces que coincidimos, digamos de manera oficial, fue   primero con motivo de la entrega de los Premios Mi Pueblo es el Mejor, que organiza este rotativo con la colaboración de Diputación y de Gadis. Un evento que le gustaba de forma especial por esa implicación de las localidades de la provincia y que se convertía en una cita obligada de convivencia y agradecimiento a las iniciativas y entusiasmo de sus vecinos. Sin olvidar poco después la presentación de la nueva edición del trofeo de fútbol base Plaspisa/Diputación de La 8 Palencia en el que era capaz de hacer sus pinitos tanto con el balón como con su verbo fácil para llegar a los niños congregados en el Centro Cultural de Abilio Calderón.

También es cierto que, últimamente, veía preocupado y triste a Chema por los impresentables casos de corrupción que protagonizaban el día a día de los medios de comunicación. Se enrabietaba al pensar que la ciudadanía podía meter a todos en el mismo saco cuando la mayoría de concejales  y alcaldes de los pueblos pierden  su tiempo y muchas veces su dinero al objeto de servir a sus municipios teniendo además que soportar críticas injustas por lo que implica generalizar.

O más recientemente, con motivo de las nevadas en el norte, al comprobar que desde algunos sectores se querían politizar en exceso los daños de las mismas, metiendo en el mismo saco a todas las Administraciones, sin valorar el ímprobo esfuerzo en este caso de la Institución que presidía poniéndose durante horas al frente con esa preocupación por cada caso particular que además de engrandecerle ratificaba esa condición de persona afable y cercana que tanto valoraban los ciudadanos.

La muerte de José María Hernández ha sido un duro golpe, sobre todo para su familia, amigos y compañeros del Partido Popular, aunque ha servido al menos  para que en estos tiempos de tensión los adversarios políticos hayan estado a la altura de las circunstancias con sus reacciones de solidaridad y cariño. Lógico.

Desde Diario Palentino y La 8 Palencia nos sumamos obviamente a esas muestras de afecto sin dolernos prendas en reconocer públicamente la gran labor realizada por este defensor convencido de lo público.

Y, a nivel personal, si me lo permiten, reitero mi dolor porque para mí no ha fallecido José María Hernández, sino mi amigo Chema. DEP.