Los bomberos palentinos han auxiliado a unos 120 barcos en Lesbos

Óscar Herrero
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Los siete integrantes del Parque capitalino se reunieron ayer por primera vez desde que comenzó su labor con los refugiados sirios

•  La ONG ‘G-Fire’ en la que se integran y que fue creada para la ocasión inició su labor el 9 de diciembre. Otros ocho bomberos de la región también han participado.

 
Sentados alrededor de la mesa de una de las salas del Parque de Bomberos de Palencia hablan de un lugar a miles de kilómetros con la misma naturalidad que si se refirieran a una calle de la ciudad. Sin embargo, la costa pedregosa bajo el Castillo de Mitilini, su base de operaciones, en la que nunca han estado los siete a la vez, es ya mucho más que un punto lejano que se ve cenitalmente en el Google Maps. Es el lugar en el que, desde el 9 de diciembre, han desarrollado de forma altruista, ante una emergencia humanitaria, el trabajo que eligieron para su día a día: salvar vidas.
David Barrio, José Placer, David Herrero, Juan Herrero, Javier de Abajo, Sergio Rebollo y Paco Pérez Rivas coincidieron ayer por primera vez todos juntos en un mismo espacio desde que estos siete bomberos del Parque de la capital participaran en la misión de salvamento que puso en marcha la ONG G-Fire Bomberos de Castilla y León. Su objetivo, intervenir ante la llegada de refugiados sirios a las costas de la isla griega de Lesbos.
Desde que se desplegaron el 9 de diciembre, en todos los relevos, salvo en el quinto que está ahora en el Egeo, siempre ha habido un bombero del Parque palentino y en colaboración con compañeros de Valladolid, Salamanca y Zamora. En este tiempo han atendido la llegada de «más de un centenar de barcas y barcos», contabiliza Juan Herrero después de hacer un cálculo rápido. En realidad, la cuenta es de casi 120.
«No es la zona en la que más barcas llegan, pero sí una de las más peligrosas, sólo hay apenas unas calitas rodeadas de rocas», apunta David Herrero que, junto a José Placer, regresó el lunes por la noche de Lesbos. «Los primeros días nos llegaban unas cuatro barcas a nuestra zona, luego ha ido decreciendo», apunta David Barrio, presidente de G-Fire Bomberos CyL y uno de los que ha hecho dos turnos ya en Lesbos a donde llegó a principios de diciembre. 
«En diciembre, nos llamó Paco (Pérez) Rivas. Nos dijo que algo habría que hacer. Que tendríamos que ayudar. Y así lo hicimos. Fuimos cuatro a preparar la labor logística y ver sobre el terreno si realmente era necesario que estuviéramos allí. En cuanto llegamos vimos que era más que necesario. A la madrugada siguiente de llegar ya estábamos metidos en el agua», afirma Barrio.
La zona en la que prestan servicio les llegó de casualidad. «Nos encontramos con un voluntario local, y nos llevó allí porque dijo que éramos necesarios. Había otro grupo al que le habían asignado esa ubicación, pero cuando vieron que nos apañábamos se marcharon a otro lado», detalla Javier de Abajo. Los turnos de guardia se fueron adaptando a las necesidades. «Poco a poco fuimos comiendo horas a la noche, hasta que establecimos la guardia de 2 de la madrugada a las 14 horas», recuerda De Abajo. «Lo importante era tener cubierta la noche. De día hay tiempo de reacción, hay gente en la calle  que puede ver los barcos llegar y avisar, pero de madrugada no. Además el flujo de embarcaciones va en esas horas de oscuridad», detalla Placer.
Pérez Rivas fue uno de los cuatro bomberos que participó en la primera incursión. Ha viajado en dos turnos y volverá a Lesbos el día 11. Su experiencia en tareas humanitarias es extensa, pero señala que hay diferencias con lo que pudo vivir, por ejemplo, en Haití. «En los otros escenarios, vas después del trauma. Hay víctimas. Aquí vas a prevenirlo, que no las haya. Pero lo cierto es que lo que viven estas personas no es algo postraumático. Su llegada a Grecia es parte de su trauma. Allí no acaba», subraya este cabo del Parque. «Te dan las gracias cuando les ayudas, como si les salvaras la vida, como si su viaje ha acabado, cuando la verdad es que acaba de empezar», resalta David Herrero, presidente nacional de la Coordinadora Unitaria de Bomberos Profesionales. Eso sí, «tienen claro cuál es su destino final: Alemania», declara Pérez Rivas. 
 
Su trabajo. Como explica Pérez Rivas su labor en Grecia es preventiva. «El servicio perfecto es que lleguen y ni siquiera se mojen los pies», aseguran Barrio y De Abajo. «Ten en cuenta que si ellos se mojan, a dos grados, luego tienen que cambiarse de ropa, tienen que atenderles en la orilla».
Su principal objetivo son los niños, las mujeres embarazadas y los ancianos. Todos son víctimas, pero no todos son críticos, por eso nos centramos en esas personas en particular», explican.
Su primer objetivo es que las embarcaciones eviten las rocas. «Y tranquilizar a la gente que está en los botes. Alguna se nos ha ido contra las rocas. La gente empieza a saltar. Nosotros, metidos en el agua tratamos de dirigir la barca a la orilla. Nos ha pasado incluso que una zodiac haya pinchado. En realidad no pasa nada porque se pinche una de las partes, pero la gente al escuchar el ruido se pone muy nerviosa y salta al agua», con lo que las labores de rescate son más arduas. 
Eso cuando llegan barcas, porque también hay períodos en los que, aseguran, no arriban a la zona que controlan, unos 16 kilómetros de costa desde Mitilini hacia el norte. «Las ves que se van al sur, a una zona con seis kilómetros de playa», indica David Herrero. En esos momentos de inactividad prolongada, como reconocía ayer  Placer y como lo hizo en su momento a través de las redes sociales «le das vueltas a la cabeza. ¿Es necesario que estemos aquí?. ¿Hacemos falta?». Pero entonces se divisa una barca, y todo vuelve a cobrar sentido.  «Lo llevamos en la sangre, tenemos que ayudar».
Comienza un protocolo en el que se da aviso a los diferentes colectivos de voluntarios que operan en la zona. No hay frecuencias especiales. Todo se mueve por Whatssapp. «Ellos se encargan de atenderles cuando ya están en tierra. Si no se llegan a mojar es todo más ágil y rápido». A partir de ahí es Acnur quien se hace cargo de ellos: autobús y registro.
Pese al escaso contacto que tienen con los refugiados, los siete bomberos palentinos (la mitad de los que han participado en las misiones de G-Fire) suscriben las palabras de José Placer: «Es una labor dura, no física, sino psicológicamente, pero a la vez satisfactoria. Del tiempo que he estado allí me llevo la satisfacción de poder haber ayudado. Estoy muy a gusto con la labor que hemos hecho».
Y que seguirán haciendo mientras les llegue el dinero que tienen en la cuenta de la ONG. «Nos gustaría irnos porque la situación ha cambiado, pero seguiremos allí hasta que lo haga. Por ahora tenemos fondos para hacer lo que hacemos; para hacer más no», apunta el tesorero de G-Fire Bomberos CyL, Javier de Abajo.