Un Gobierno a la carrera

Javier M. Faya (SPC)
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La precipitada dimisión del exministro Màxim Huerta por defraudar a Hacienda ensombrece los primeros pasos de un Ejecutivo efectista que ha sido diseñado para voltear las encuestas y volver al poder a través de unas elecciones

Poco antes de que Pedro Sánchez se mudara a La Moncloa, se quejaban amargamente los socialistas de que al nuevo Gobierno no le iban a dar los tradicionales 100 días de gracia, esos que la oposición da a modo de tregua para que eche a andar... Ni 100, ni 50, ni tan siquiera 10. También es cierto que esa dádiva se concedía a los Ejecutivos surgidos de las urnas, y no de las mociones de censura, algo inédito hasta ahora. Como el hecho de que un ministro, en este caso Màxim Huerta, no haya durado en el cargo ni una semana. De récord Guinness, ya que el segundo más breve fue José Luis García Ferrero (Agricultura en 1981) con 81 días. De momento, el balance no es muy alentador, a pesar de los fuegos de artificio que hubo tras la presentación de un Gabinete que horrorizaba a Podemos y a las fuerzas independentistas.

Los motivos para la preocupación son varios, comenzando por el de la dimisión del hombre que llevaba, entre otras Carteras, la del deporte que odia. Yes que hay dos lecturas inquietantes. En un primer momento, se vio a un presidente, azote de corruptos, defender a capa y espada a un ministro que había defraudado a Hacienda más de 218.000 euros, cuando hace solo tres años se comprometió a echar a los dirigentes que cometieran delitos fiscales idénticos al del valenciano. 

Asimismo, tras una presión asfixiante de 11 horas por parte de la oposición y de la mayoría de medios de comunicación, aceptó dejar caer el escritor que había colado la compra de un chalé junto a la playa en Alicante como gasto de Almaximo Profesionales de la Imagen SL. Huerta se refirió a compañeros periodistas como «la jauría». Eso denota lo importante que es para Sánchez el cuarto poder, aparte de los aliados que tiene, comenzando por Pablo Iglesias, que criticó que los nuevos ministros «contentaban» al PP y a Ciudadanos. 

A todo esto hay que añadir que Huerta le debió ocultar al líder socialista que en mayo de 2017 había sido condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por intentar engañar al Fisco. Tiene su lógica que no apareciera este capítulo oscuro de su pasado porque el nombramiento fue repentino para un Gobierno repentino, a la carrera, que trata de voltear las encuestas y ganar las generales.

Debe resultar frustrante que desapareciera gran parte de la ilusión que había concitado su Gabinete, con técnicos de prestigio y un Josep Borrell castigador del procés, y su enorme generosidad haciéndose cargo de las 629 almas del buque-patera Aquarius. Había logrado los aplausos de gran parte de la sociedad española y de la UE. Era su mejor tarjeta de presentación.