Susana Díaz, la mujer de moda

Pilar Cernuda
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La presidenta andaluza se siente de izquierdas, pero no solo acepta, sino que defiende que el empresariado y la banca, al contrario que adversarios, son los principales creadores de empleo

 
Ha descolocado el calendario electoral al anticipar las andaluzas, ha conmocionado al equipo de Pedro Sánchez al cuestionar algunas de sus decisiones primero y al aparecer después como una seria rival para convertirse en la nueva dirigente del partido; ha provocado reuniones más o menos clandestinas en las que personas que apoyaron a Sánchez cambian impresiones sobre la necesidad del revelo; ha pillado al PP con el pie cambiado en su estrategia andaluza porque no ha dado tiempo a su candidato, Juan Manuel Moreno, a hacerse un nombre antes de competir en las urnas, y ha desbaratado aún más a una Izquierda Unida que solo podía presentar como gestión de Gobierno el pacto andaluz. 
La política ha sido prioritaria frente a otras circunstancias personales. Dejó sus estudios de Derecho para dedicarse a labores de partido; retomó años después la carrera y consiguió la licenciatura, aunque nunca ejerció como abogada. Fue secretaria de organización de las juventudes socialistas andaluzas, concejal de Sevilla, diputada regional, senadora y consejera de Presidencia e Igualdad con José Antonio Griñán. Cuando este último decidió dimitir ante el acoso de la jueza Alaya y sus investigaciones sobre los ERE y señaló con su dedo a Susana Díaz, ya no hubo quien plantara cara a esa mujer estricta en sus convicciones, pero de gran encanto personal. Y logró ser elegida por proclamación.
Desde su despacho de San Telmo se ha convertido en el principal referente del PSOE nacional. La razón: supo detectar perfectamente qué necesitaba la militancia socialista, como supo conectar fácilmente con el más más profundo sentimiento andalucista. 
Mientras el PSOE se autodestruía y antes incluso del pésimo resultado de las elecciones europeas ya acuchillaban a Rubalcaba por la espalda, Susana Díaz ofrecía una imagen conciliadora, ilusionante, apasionante incluso. 
Ha construido una imagen nueva del socialismo. Su capacidad para tender puentes, le ha abierto puertas que hasta entonces no se abrían fácilmente para los socialistas. O que, simplemente, por complejos desfasados, ni siquiera eran tocadas por dirigentes socialistas.
 
CERCA DE LAS ALTURAS. A Susana Díaz, por ejemplo, le faltó tiempo para solicitar audiencia con el Rey Juan Carlos nada más tomar posesión de la Presidencia. Y volvió a pedirla meses después. Apoyó a la Corona en tiempos difíciles. Mantiene también una muy buena relación con el Rey Felipe, y se lleva bien con Rajoy. Entre sus primeras iniciativas, contactar con los más importantes banqueros y empresarios. Lo dicho: sin complejos. Se siente de izquierdas pero no solo acepta, sino que defiende, que el empresariado y la banca no son adversarios sino los impulsores de iniciativas que necesitan respaldo económico y los principales creadores de puestos de trabajo. 
Susana Díaz gustó desde el primer momento en los sectores que, habitualmente, no se sienten cerca del socialismo, precisamente porque se acercó sin reservas a esos grupos. 
Su primera baza de estrategia política fue apoyar a Pedro Sánchez para la Secretaría General. Su papel fue básico para que ganara las primarias a un Eduardo Madina que meses antes contaba con todas las papeletas para hacerse con la dirección del partido. Su segunda baza de estrategia política ha sido, es, cuestionar la política de Sánchez, lo que ha abierto la caja de los truenos en el partido.
Sin enfrentarse abiertamente con Sánchez, ha dado a entender que no está de acuerdo con su exceso de protagonismo, y tampoco con el escaso interés por aceptar determinados aspectos de lo que se llama política de Estado. Fundamentalmente, no enfrentarse al PSC cuando apoyó la consulta catalana, aunque no la independencia. Quizá Díaz cambie de actitud ante el pacto que mañana concretarán Rajoy y Sánchez para sumar esfuerzos en la lucha contra el terrorismo islamista. 
La tercera baza de su estrategia política ha sido romper el acuerdo de Gobierno con Izquierda Unida y convocar elecciones anticipadas en Andalucía. Dar el paso y que se diera por hecho que aspiraba a la Secretaría General del PSOE fue todo uno: en el partido se vio el anticipo electoral como un intento de mover la silla a Pedro Sánchez. Díaz necesitaba revalidarse como presidenta andaluza, a través de unas elecciones, antes de las primarias de julio en las que el PSOE elegirá a su candidato a la Presidencia de Gobierno.
En el círculo más próximo de Susana Díaz niegan que pretenda esa Secretaría General. Ahora. No niegan, sin embargo, que en un futuro pueda aspirar a ella y dar el salto a la política nacional, pero «su pasión es Andalucía y quiere llevar a término el proyecto que inició hace un año y con el que pretende dar un vuelco a la esta tierra», afirman. 
El escepticismo ante esa afirmación es evidente. La incógnita se desvelará en julio y, lo que sí aseguran en cambio personas muy próximas a ellas es que en función del resultado de las municipales y autonómicas de mayo tomará una decisión sobre las primarias. Pero no sería sobre su persona, sino respecto a su apoyo a Pedro Sánchez. Es decir, que insinúa que podría apoyar a otro candidato, pero sin presentarse. Y en ese caso, aunque hay quien pretende colocar otra vez a Madina en el escenario, lo que se puede afirmar sin temor a equivocarnos es que si Susana Díaz no apoya a Sánchez y prefiere dedicarse , de momento, solo a Andalucía, su candidata a la Presidencia de Gobierno sería Carmen Chacón.
Los índices económicos y de empleo no son buenos para Susana Díaz. Son muy malos, y en ellos insistirá su principal rival, Moreno Bonilla, y los dirigentes del PP que se van a volcar en Andalucía, con Rajoy al frente. Por otra parte, Podemos intenta comerle el terreno, arañará votos al PSOE aparte de arañar a Izquierda Unida. Sin embargo Díaz está segura de seguir en el Gobierno regional porque está segura de ganar las elecciones. ¿Pactos posteriores? Ni se plantea hacerlo con Podemos por cuestiones ideológicas y ni se plantea hacerlo con IU porque no se fía de esa formación. ¿Y con el PP? Esa es la gran incógnita. 
En las reuniones de alto nivel, estos días no se habla de otra cosa: Andalucía puede ser el campo de experimentación de una gran coalición. Como la que sugería Felipe González hace meses para hacer frente al desafío independentista catalán. Felipe González, por cierto, se ve con frecuencia con la presidenta andaluza.