Alerta roja en el independentismo. Lo vivido ayer en el Parlamento catalán no tiene precedentes y puede que sea el principio del fin del procés: la mayoría secesionista en la Cámara regional se ha roto. Tal y como se barruntaba el pasado jueves, cuando parecía que iba a salir adelante la delegación de voto de Puigdemont y tres exconsellers, y el jefe de la institución, Roger Torrent, la frenó por consejo de los letrados, se volvió a repetir el dilema. Aunque esta vez se veía más claro que podía acabar con el político de ERC en la cárcel como su antecesora, Carme Forcadell. Por eso mismo se rompió la alianza entre los dos socios de Gobierno y no salieron adelante proposiciones como que se rechazara la autodeterminación no pactada o que se reprobara al Rey. Yasí hasta 27 resoluciones. 

De poco sirvieron los paños calientes que se pusieron cinco días antes por parte de la Generalitat, conjurándose en una especie de Fuenteovejuna entre Junts per Cat y Esquerra. Pero nada más lejos de la realidad, porque los de Oriol Junqueras han optado por evitar una nueva imputación por desobediencia, en este caso contra Torrent. 

Para los constitucionalistas, la jornada se puede calificar de triunfo, sobre todo cuando se rechazó una propuesta de la CUP a favor de la autodeterminación de Cataluña, la reprobación de Felipe VI y la constatación de la «persecución política y existencia de presos políticos y exiliados».