Luchar contra el 'botellón': menos castigo y más educación

Carlos H. Sanz
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26 menores. El programa de medidas reeducadoras para menores sancionados por beber alcohol en la calle cumple su primer año. A él se han acogido un total de 57 jóvenes, de los que 26 han completado el proyecto

El Ayuntamiento de la capital palentina puso en marcha en 2013 la Ordenanza Reguladora para la Promoción de la Convivencia y la Prevención de las Drogodependencias, con el objetivo, entre otros, de regular el consumo de alcohol, especialmente entre los menores, así como proteger la convivencia ciudadana o actuar en casos de vandalismo.

Una parte de esa Ordenanza, que básicamente refunda las normativas a nivel local, regional y estatal, incluye una serie de medidas reeducadoras sustitutivas de las multas pecuniarias para aquellos menores de edad a los que se les sorprendía haciendo botellón.

Medidas implementadas gracias a un convenio de colaboración con la Liga Española de la Educación por medio su Centro Juvenil de Orientación para la Salud (CEJOS) y a las que desde su puesta en marcha, hace ahora un año, se han acogido un total de 57 menores, de los que 26 han completado el programa, 7 han abandonado y no han cumplido 10. El resto está en espera o en proceso.

 

Perfil

Los chicos que han formado o forman parte de este programa durante este año no tienen un perfil muy definido y, como explica Sergio Llanos, “hay de todo”. “En general son chicos muy normalizados en el aspecto social, es decir no son muy conflictivos o tienen otro tipo de sanciones mas graves”.

Cuando completan el programa, el educador les pasa una encuesta que sí permite conocer, por ejemplo, que son mayoritariamente chicos: de los 26 menores que han superado las tres fases, 18 son varones y 8 mujeres.

Sus edades van desde los 14 años a los 18, aunque el 65% de los 26 menores que han terminado estas acciones complementarias tenía 16 o 17 años. En su gran mayoría son españoles.

Respecto a su formación, el 38.5% ha finalizado Tercero de la ESO, y el 26,9%, Cuarto. Y cuando se les pregunta por sus perspectivas personales a nivel educativo y/o profesional, la gran mayoría opta por completar la Educación Secundaria Obligatoria, cursar un ciclo formativo y saltar al mundo laboral (34,6%) o por ir a la Universidad (42,3%).

En lo que se refiere a sus costumbres, uno de cada cuatro menores que han pasado por el programa reconoce haber probado otras drogas además del alcohol (96.2%) y el tabaco (73.1%).

Los porcentajes descienden cuando se les pregunta por “consumos habituales”: el 76,9% contesta que bebe habitualmente; y el 57,7% que fumar. Solo un 11,5% confiesa consumir otras drogas de forma habitual.

Los jóvenes reconocen su conmigo habitual de alcohol, pero, al menos, la gran mayoría tiene claro que “es una droga igual de peligrosa que las ilegales” (65.4%), aunque un 30,8% considera que “es una droga pero menos peligrosa que las ilegales”.

La gran mayoría de estos jóvenes se inició en el consumo de alcohol entre los 12 (19,2%), 13 (26,9%) o 14 (26,9%) años; y el 73,1 por ciento de ellos confiesa beber “tres o cuatro veces al mes”.

En cuanto a los motivos por los que consumen alcohol, hay dos respuestas mayoritarias: el 73,1 por ciento afirma que lo hacen porque se lo pasan mejor; y el 69,2% porque les gusta el sabor”. Otras respuestas “sociales” como “porque lo hacen todos mis amigos” o “me hace desinhibirse” tiene poca acogida.

Cuando se les ha preguntado por si conocen las consecuencias del consumo de alcohol a corto, medio y largo plazo, estos jóvenes responden afirmativamente pero resaltando que su consumo es mínimo (38,5%) o que “no creen que vaya a tener esos problemas” (38,5%).

La falta de una oferta de ocio para los jóvenes no parece ser el motivo que les lleva al consumo de alcohol, al menos así lo declara el 57,7% de los encuestados. Eso sí, reclaman más actividades como “más carreras populares de mountain-bike”, “cantar”, “paintball”, “motocross”, “ir de excursiones a otras ciudades” o “actividades de riesgo” por nombrar algunos.

Finalmente, destaca el hecho de que los 26 jóvenes que han completado este programa, consideran justo el haber tenido que realizar estas medidas alternativas en vez de que sus padres paguen la multa y solo uno de cada cinco asevera no haber sacado “nada positivo” de la experiencia.

La principal enseñanza es que “no hay que hacer botellón” y que “no hay que beber en la calle”. Muchos destacan aspectos positivos de su experiencia como el “conocer gente nueva”. Alguno asevera que la limpieza con Urbaser “es un coñazo”; pero hay también quien valora positivamente “el trabajo que realizan los empleados de Urbaser los domingos por la mañana” o “la buena voluntad de los voluntarios del Banco de Alimentos”.

De todas, no obstante, nos quedemos con la valoración de este joven: “No todo es color rosa; no se bebe en El Sotillo y madrugar no gusta mucho. Beberé menos”.

 

 

¿Cómo se llega a aquí?

La Ordenanza Reguladora para la Promoción de la Convivencia y la Prevención de las Drogodependencias dice que no se pueden hacer botellones en sitios públicos. Da igual que la Policía Local sorprenda a un joven bebiendo o en compañía de otros jóvenes que consumen alcohol, si participa del botellón se le sanciona.

Cuando la Policía recoge sus datos y comprueba que un joven es menor de edad, desde el Servicio de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento envían el inicio de la sanción a los padres. En esa carta ya se incluye una nota en el que se explica que pueden sustituir la sanción económica, de 60 euros si no hay ningún agravante, por unas medidas alternativas.

Los padres tienen que remitir un escrito al Ayuntamiento en el que expresen su deseo de que su hijo realice esas medidas en vez de pagar la sanción económica.

Tal y como relata Sergio Llanos, no todos los padres están dispuestos a que sus hijos se sometan al programa. “A veces, quizá porque no saben exactamente lo que es o por evitarse cierta vergüenza de que vean a sus hijos limpiando, deciden pagar”.

“Los progenitores que deciden pagar la sanción, por la razón que sea, hacen, en mi opinión, un flaco favor a sus hijos, que tienen que ir aprendiendo a ser responsables de las cosas que hacen”.

Tampoco es el dinero lo que mueve a unos padres a apuntar a su hijo o hija al programa. “hay algún caso, pero son los menos. Es más por el hecho de darles una lección”, comenta Sergio Llanos.

Una vez que el Ayuntamiento da el visto bueno a que el menor sorprendido en un botellón haga este programa, el caso se deriva a Servicios Sociales y estos, a su vez, lo envían al CEJOS.

“A partir de aquí empezamos el proceso. Lo primero que hacemos es contactar con los padres para concertar una primera cita para explicarles en qué consiste la medida y qué tienen que hacer”.

“Tanto a los padres como al hijo, si deciden realizarlas, les obligamos a firmar una autorización/compromiso. A los progenitores se les da la opción de hacer el seguimiento de la medida alternativa y que puedan venir al centro para implicarse en el proceso”

“También, si se detecta algún problema a mayores de tipo familiar o social, se les ofrece la oportunidad de derivar esa situación problemática a algún otro servicio del Ayuntamiento. A veces, el llegar aquí es indicio de otro problema así que se puede aprovechar para intervenir en esa situación que quizá no se podría haber detectado de otra forma”, comenta Sergio Llanos.