AYER, HOY Y SIEMPRE

E. Marín
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El Colegio Blanca de Castilla celebra el centenario de su llegada a la capital con varios actos que se inician el 19 de septiembre • El proyecto educativo filipense, fiel a sus principios, quiere llegar a todos los palentinos

AYER, HOY Y SIEMPRE

La Congregación de Religiosas Filipenses Misioneras de Enseñanza fue fundada en Mataró (Barcelona) el 21 de noviembre de 1858 por los hermanos Marcos y Gertrudis Castañer y Seda.

La Comunidad permaneció en el ámbito de Cataluña los cincuenta primeros años y en 1907 se abrió a Méjico, para hacerlo siete años más tarde a Castilla. Así, el 2 de septiembre de 1914 -coincidiendo con la celebración de la festividad de San Antolín-, llegaron a Palencia cuatro religiosas Filipenses procedentes de Barcelona, convocadas por el canónigo de la catedral de Palencia, Fidel García. La intención era «dar respuesta a la necesidad apremiante de la juventud que se preparaba para el Magisterio y no disponía de un centro responsable que orientase su formación y sostuviese el ideal sublime de ser maestras: transmisoras de la fe y la cultura en los pueblos palentinos», tal y como explican las responsables de la Orden en la actualidad.

Así, las religiosas se establecieron en un local de la calle Árbol del Paraíso, siempre con la motivación de hacer presente el carisma de la Congregación: «Regeneración cristiana de la sociedad allí donde sea necesario». Esa vocación se mantuvo siempre, a pesar de las dificultades que les fueron surgiendo en el camino, como las precarias condiciones del local en el que se instalaron o el recelo de los vecinos.

El entonces obispo de la Diócesis, Ramón Barberá y Boada, aprobó la Fundación y las hermanas comenzaron a darse a conocer. A pesar de esa labor de difusión, el primer curso comenzó con solo seis alumnas, pero a los pocos meses llegaron once internas y una externa. El curso siguiente se inauguró con veintidós internas y dos externas y, gradualmente, la matricula fue creciendo.

En estos primeros pasos de su andadura encontraron amigos que las ayudaron, como los Jesuitas, los Trapenses o las Hermanas  Paúles del Orfanato, además de muchas otras personas que al principio se mostraron hostiles a la Fundación, que comenzaron a descubrir el talante alegre, sencillo y cercano de las religiosas.

A los cinco años, el aumento de matrícula exigió un cambio de local y se trasladaron a un edificio en el número 5 de la calle Juan de Castilla. Las aspirantes al Magisterio estrenaron su segundo hogar con el nombre de Colegio de Religiosas Filipenses para Normalistas.

Allí continuaron su labor educativa bajo el lema Sursum Corda  (arriba los corazones) y el no menos pedagógico Alegraos y no pequéis, frases hechas vida en el apostolado de San Felipe Neri, guía  espiritual y modelo de la Congregación Filipense.

MÁS ETAPAS. Con el tiempo llegaron dos religiosas maestras, capaces de imbuir de valores cristianos la enseñanza a pesar de los tiempos difíciles que atacaban las creencias religiosas.  Según las estadísticas, en los años 20, «el 65% de las maestras de la provincia habían sido educadas en el Taller de Normalistas de las Filipenses».

De nuevo los locales se quedaron pequeños y en la calle Santo Domingo encontraron una finca, donde acometieron obras para que siguiera adelante el Taller de Normalistas. En 1930, a petición de las familias de la ciudad -de acuerdo con la Inspección y con el permiso de los Superiores-, el Colegio pudo impartir clases no sólo a las normalistas, sino también a alumnas durante sus primeros años. Para ello levantaron un pabellón escolar  en los jardines y al curso siguiente se vieron en la necesidad de construir un nuevo piso para afrontar el aumento de la matrícula.

Al año siguiente, el obispo Agustín Parrado concedió el pertinente permiso para que las religiosas pudieran impartir, además de Primaria, enseñanzas correspondientes a Secundaria y el centro fue bautizado como Colegio del Sagrado Corazón de Jesús.

Los años de la República anteriores a la Guerra Civil del 36 fueron difíciles para la propagación de la fe y de los valores cristianos y las religiosas se vieron obligadas a vestir de seglares. En esa época, el centro tomó el nombre de Blanca de Castilla y lo mantuvo en  1940, cuando fue legalizado oficialmente para impartir enseñanza en Primaria, Secundaria, Bachillerato y Magisterio.

En 1956 se concedió a la Orden el privilegio de tener en el colegio las Escuelas de Magisterio, con lo que se hizo realidad el sueño de las primeras religiosas que arribaron en Palencia en 1914.

En octubre de 1957 se inauguró el colegio actual, lo que supuso unas amplias y confortables instalaciones, galerías espaciosas, una capilla decorada con finura, clases pedagógicas, salón de actos, sala de profesores, biblioteca y laboratorios, entre otras dependencias.

En el curso 1984/85 se habilitaron clases de informática, se reformó el Pabellón de Deportes  y se abrió un Gabinete Psicopedagógico. El deporte como ejercicio físico y como escuela de valores y convivencia siempre ha estado presente en el estilo pedagógico filipense. En el año 1983 se constituyó el Club Deportivo Blanca de Castilla y en 1986 se inauguró el actual polideportivo.

«Con la llegada del nuevo milenio y los nuevos lenguajes de la comunicación digital, la sociedad cambió, y además de responder desde el ámbito educativo a estos retos, las familias reclaman valores para crecer en humanidad, actitudes para convivir y ser felices, cultivo de la dimensión transcendente del ser humano», indican las responsables del centro.

Por ello, en esta nueva era, el Colegio Filipense sigue renovando su compromiso con la sociedad palentina «para sembrar fe y cultura, en los niños y  jóvenes de  las familias que aceptan nuestra propuesta educativa y así contribuir a la formación de ciudadanos responsables y positivos, con valores humanos y cristianos».

Los actos que durante el curso se celebrarán para festejar esta efemérides se abren el próximo viernes con uno en el que estarán presentes representantes de la Diócesis y de las Instituciones palentinas, así como de la Orden Filipense. Además, está previsto un Encuentro de Corales Filipenses para el mes de diciembre, unos días antes de la fiesta de antiguos alumnos, religiosas y profesores que reunirá a cientos de personas vinculadas al centro.