«Se necesitan profesionales que cuenten cosas y separen el grano de la paja»

Esther Marín
-

Raquel Godos de la Puente • Corresponsal de 'EFE' en Washington

Leonesa de nacimiento y villadina de corazón, desde muy joven tuvo clara su vocación. Tras licenciarse en Periodismo comenzó un camino imparable que la ha llevado a trabajar en el corazón político del mundo

Mucho vivido y mucho más por vivir. Apasionada de su profesión, ha tenido la oportunidad  de informar sobre cientos de acontecimientos al otro lado del charco. Ahora está inmersa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

¿Qué hace una villadina en Washington?

Sobre todo trabajar. Washington es una ciudad tremendamente burocrática, volcada en su esencia política, económica, llena de organismos internacionales... Todo el mundo que vive aquí tiene una vida centrada en lo laboral. Pero por supuesto también queda tiempo para otras cosas. Tengo una segunda familia aquí a base de amigos que provienen de puntos muy distintos del planeta, y eso es muy enriquecedor. Soy muy afortunada por encontrarme gente así por el camino.

La mayoría de los que estudiamos Periodismo soñábamos con ser corresponsales. ¿A usted le pasaba lo mismo?

La verdad, no me dio tiempo. Siempre quise hacer periodismo político, pero me imaginaba en España cubriendo el Congreso de los Diputados. Fue todo demasiado deprisa, y cuando me quise dar cuenta había logrado la Beca de Periodismo EFE La Caixa y estaba en un avión rumbo a Bogotá. No soñaba tan alto porque me parecía inalcanzable.

¿Es diferente la misión de un corresponsal de la que realizan otros periodistas?

Los enfoques son totalmente distintos. Un lector de un medio local o nacional tiene muy interiorizado el contexto de lo que lee porque lo está viviendo, sin embargo, cuando alguien lee información internacional necesita que el periodista le explique las cosas de una manera más clara.

Como corresponsal no puedes dar por supuesto que el lector sabe lo que sabes tú de ese país porque no está allí para verlo, así que se lo tienes que contar. La dificultad radica en dar una visión completa de lo que está pasando sin resultar tedioso, es un gran esfuerzo de síntesis.

¿La misión es diferente? En esencia no, el periodismo es responsabilidad. Todo periodista tiene la responsabilidad de contar, describir y contextualizar, no importa el objeto informativo, de tal manera que la gente pueda construir una opinión propia sobre lo ocurrido que no esté inducida por el periodista. Cuando la información está sesgada y se induce al público a pensar de un modo u otro no se está haciendo periodismo, eso es otra cosa.

Corresponsal de EFE en Washington. ¿Qué temas e informaciones cubre?

Mi cartera, como le llamamos aquí, es el Congreso de Estados Unidos. Debido a los contactos y las fuentes que desarrollas en el Capitolio con los partidos políticos ahora también tengo un ojo puesto en Hillary Clinton y en la campaña electoral, pero como corresponsal te toca hacer de todo. He cubierto desde el tiroteo en la escuela de Newtown en 2012, hasta el huracán Sandy, pasando por los disturbios de Baltimore o una visita a Guantánamo.

¿Recuerda cuál fue la primera crónica que hizo desde Washington?

Lo recuerdo perfectamente. Una crónica sobre lactancia materna. Cuando llegué se celebraba la semana de la lactancia en EEUU y la redactora jefe me puso a hacer un tema sobre eso para que perdiera miedos. Traté de hablar con una asociación de madres lactantes en Georgia y no les entendía nada con el acento sureño.

Desde una pequeña provincia española sueña lejano trabajar junto a la Casa Blanca. ¿Cómo es su día a día?

Aparte de trabajar, ir a la oficina, o a las coberturas que correspondan en el Congreso o en otros lugares, cocino mucho para evitar que la comida estadounidense me acorte la vida. Echo mucho de menos la comida española y en la medida de lo posible procuro cocinar yo misma todo lo que como.  En cuanto al ocio, extraño mucho las cañas después del trabajo. Aunque aquí hay happy hours a la salida de la oficina, no existe ese concepto como tal,  el precio de una cerveza es astronómico y tampoco lo puedes hacer todos los días.

Inevitable hacer referencia a los trágicos sucesos ocurridos en París. ¿Cuál ha sido la reacción de la sociedad americana?

Este país tiene un trauma muy grande con el 11-S. Tiene instalado el miedo y piensa que pueden ser objetivo terrorista en cualquier momento. A los americanos, París les suena culturalmente cercano y son conscientes de que los ataques han sido contra un país aliado que está en la misma lucha contra el Estado Islámico, son conscientes de que el EI les atacaría gustosamente si pudiera.

Pero precisamente por los ataques del 11-S, los niveles de seguridad son altísimos, los presupuestos destinados a defensa e inteligencia son astronómicos, y desde aquella tragedia el Gobierno se ha preocupado por que la gente se sienta lo más segura posible.

Por otro lado están muy cansados de estar en guerra. Las de Afganistán e Irak, dos conflictos tan largos, les han dejado agotados, y no creo que apoyen una guerra total pese a lo que ha ocurrido. Lo que sí va a pasar es que los sectores más conservadores van a poner muchos obstáculos para aceptar refugiados sirios como si ahí radicara la mayor amenaza.

Como profesional de la comunicación y pensando que lo que ha pasado en Francia podía haber sucedido en cualquier otra parte del mundo. ¿Cuál fue su reacción al conocer los hechos?

Estaba trabajando y me tocó cubrir la rueda de prensa de Obama cuando aún la situación no se había controlado. Era consciente de la gravedad de lo que estaba pasando pese a la confusión y esperaba que Obama saliese a hablar con prontitud. Tanto así que compareció incluso antes que Hollande. La reacción fue arremangarme para escribir.

¿Cómo cree que los medios de comunicación internacionales están tratando lo sucedido?

Me preocupa que en casos como este los medios estemos más pendientes de la inmediatez que de la precisión y se haya convertido en costumbre que haya un baile de cifras de víctimas por preferir publicar pronto que publicar bien.

En cuanto a los análisis también me preocupa que se dé espacio a cualquiera. Que haya periódicos, por supuesto no todos, que otorguen un altavoz a supuestos analistas que alimentan el odio y el miedo, que hacen del terror una herramienta política. Que haya periodistas que se consideren juez y parte, cuando en realidad lo que se necesita es todo lo contrario: hacer entender a la gente por qué pasa esto, cuál es la raíz del problema y tumbar mitos sobre el Islam.

Lo que ocurre en Oriente Medio, y en especial el conflicto sirio, es demasiado complejo como para permitir que alguien diga en un medio de comunicación que llega a miles de personas: «Os lo dije, esto pasa por abrir las puertas a los refugiados». Hay que llamar a la responsabilidad editorial.

Washington busca aumentar la presión sobre el Estado Islámico, que controla importantes partes de Siria e Irak. ¿Se ven atisbos de llegar a un acuerdo en el conflicto sirio?

Creo que se logrará un acuerdo por necesidad, porque no quedará otra, aunque las condiciones van a dejar mucho que desear, sobre todo para la coalición internacional. Washington quiere aumentar la presión, pero sin poner soldados sobre el terreno, quiere hacer una guerra a control remoto, que de facto ya comenzó hace un año con los bombardeos. Los ataques de París pueden provocar que la comunidad internacional sienta más urgente acabar con el EI que con el régimen de Bachar Al Asad, y paradójicamente la derrota de los yihadistas es un objetivo común de ambas partes. El foco se va a poner sobre los radicales, y pueden encontrar en su enemigo (Al Asad) el mejor aliado.

En estos momentos se celebra una larga carrera por alcanzar la Casa Blanca. ¿Cómo lo vive una periodista in situ?

Probablemente es lo más divertido de trabajar en Washington. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son una maquinaria sofisticada, tienen un tejido muy denso y millones de puntos de vista que pueden ser contados. Son también una gran escuela de periodismo.

Hace poco pude entrevistar a Hillary Clinton y ahí sí pensé: ¿qué hace una villadina sentada con esta mujer? Fue un privilegio y toda una experiencia. Como española me fascina además la capacidad comunicativa de los políticos estadounidenses y las estrategias de campaña, pensadas tan minuciosamente.

Donald Trump, uno de los favoritos para alzarse con la nominación del Partido Republicano para luchar por la Casa Blanca, ha dicho que en el caso de llegar a la Presidencia de EEUU crearía una «fuerza de deportación» para expulsar del país a los once millones de inmigrantes indocumentados. ¿Cómo se reciben en el país este tipo de anuncios?

Trump tiene sus adeptos. Su retórica es aclamada por el sector más conservador de la sociedad que se ha cristalizado en fenómenos como el ultraconservador Tea Party.

Estados Unidos está viviendo un momento de polarización ideológica, sobre todo a la derecha, que muchos explican por la llegada del primer presidente negro. En ese sentido hay datos estremecedores: desde que Obama llegó a la Casa Blanca se incrementaron en más de un 700% los grupos de odio en el país. Es una cifra terrible.

Así que discursos como el de Trump tienen su público, pero no obstante a la mayoría le parece una barbaridad. EEUU tiene 11 millones de indocumentados. Es físicamente imposible deportarlos a todos, por no hablar de que desempeñan un papel fundamental en la economía del país.

Vivió un tiempo en Colombia, un país que le dejó una gran huella y del que habla como si fuera una ciudadana más

En Colombia fui tremendamente feliz, enseguida me sentí en casa y los colombianos me trataron como tal. Existen muchos prejuicios hacia el país, y sin embargo me topé con una sociedad que está deseando salir adelante, que lucha por mejorar su situación,  que tiene esperanza en un futuro mejor.

Llegué allí cuando Europa estaba sumiéndose en la crisis financiera y se resignaba a perder lo que había logrado durante siglos. Eran, simplemente, escenarios opuestos. Pese a estar al otro lado del Atlántico, nunca me sentí desubicada, culturalmente estamos mucho más cerca de un latinoamericano que de un danés, aunque seamos Europa. Informativamente hablando, Colombia es uno de los países más interesantes de América Latina, además del conflicto interno -que ahora transita a un proceso de paz-, tiene una riqueza y diversidad cultural y natural inimaginable.  El realismo mágico de García Márquez era eso, realismo.

En alguna ocasión ha dicho que vive con el cuerpo en Washington, el alma en Latinoamérica y el corazón en Madrid. ¿Añora tiempos pasados o son parte de esa experiencia que enriquece a las personas?

Washington está siendo una experiencia única, desde luego, pero ya llevo aquí más de cuatro años. Tengo una asignatura pendiente con América Latina, en algún momento me gustaría volver, creo que tengo mucho que aprender allí. Y en cuanto a Madrid, es la mejor ciudad de todas en las que he vivido, y mi juicio no tiene nada que ver con un orgullo patrio.

Por supuesto, tendrá muchas cosas que mejorar, pero, de verdad, es una ciudad que lo tiene casi todo, es un equilibrio casi perfecto. La echo muchísimo de menos.

¿Interesa allí lo que pasa en España?

Depende de qué. Los intentos independentistas de Cataluña son noticia, también lo fue el fenómeno Podemos o la Ley Mordaza. España no es un foco informativo diario ni mucho menos, pero sí hay asuntos que ocurren allí que pueden ser incluso portada.

Colabora en el programa Club de Prensa de la cadena colombiana NTN24, en el que se reúnen periodistas y corresponsales internacionales acreditados en la capital política de EEUU para discutir sobre los eventos noticiosos más actuales y polémico. ¿Cómo vive esta experiencia?

Es bonito participar en un programa como Club de Prensa desde tan lejos y saber que se emite en tu tierra. Pero sobre todo creo que es ese tipo de programa informativo que lejos de ser un debate duro donde los analistas se tiran los trastos a la cabeza, resulta muy didáctico y explica la actualidad internacional de una manera muy clara, y desde un lugar como Washington, donde se concentran muchas de las decisiones que impactan a nivel global.

El año pasado fue Premio Rey de España de Periodismo, es un lujo poder participar en él junto a los mejores corresponsales en español que hay en la capital de Estados Unidos, dando puntos de vista siempre equilibrados y contextualizados, estés o no de acuerdo con quien compartes mesa.

La salud del periodismo tradicional en España atraviesa una difícil etapa, a lo que se unen los nuevos medios alternativos. ¿Cómo ve el futuro de la profesión?

Todo está en un constante cambio, pero tiene que ver con la forma en la que se presenta la información, no con el modo de hacerla ni con la necesidad de tenerla. El periodismo será siempre necesario,  antes por falta de acceso a la información, y ahora y en el futuro, por exceso. La gente necesita a profesionales que le puedan contar las cosas y le separen el grano de la paja.

No creo que la profesión esté en peligro, lo que está en duda son los modelos de negocio, que a mi juicio pasan por hacer entender a la gente que las noticias no se hacen solas, que detrás hay gente dedicada a ello.

¿Cómo cree que se valora la profesión en la actualidad y a los profesionales que la ejercen?

Depende del país. En España no corren buenos tiempos, la situación económica ha ahogado a los medios y hay demasiadas injerencias externas que hacen que la gente no confíe tanto en los periodistas. Cuando ocurrían los atentados de París me daba mucha pena leer en Twitter cómo la gente en España se quejaba de que ninguna televisión generalista estaba haciendo cobertura de lo que ocurría. Eso es muy grave y, evidentemente, no hace ningún favor a la profesión. Pero no es tanto culpa de los periodistas como de quienes dirigen o, más bien, gestionan los medios de comunicación.

¿Cree que hoy en día la palabra tiene la capacidad de conmover?

Llevo toda la vida preguntándome eso, a veces lo pongo en duda, pero cada vez estoy más convencida de que sí, aunque no siempre tenga por qué ocurrir. Escoger las palabras correctas en el momento adecuado es la clave, también puede pasar que una frase pueda dar un vuelco a una situación. Si no creyese en la palabra no tendría sentido nada de lo que hago.

¿Ha pasado algún momento especialmente complicado en sus años de profesión periodística?

En cuanto a coberturas duras a nivel emocional, estaba en Canal 4 cuando ocurrió el accidente de tren en Villada, y lo recuerdo con mucha nitidez, era muy joven y fue muy impactante. Dos años después sucedió el accidente de Spanair cuando estaba en la Cadena SER, pero no tuve que ir a Barajas.

En Colombia viví una explosión en el centro de la ciudad, pero no hubo muertos. Creo que el momento más duro fue cubrir los funerales de los niños asesinados en la masacre de Newtown en 2012; el dolor que se respiraba era terrible.

¿En alguna ocasión ha pensado que usted era justo la persona que tenía que estar en ese lugar para contar lo que estaba sucediendo?

No. Creo que un buen periodista tiene que saber adaptarse a la situación que le toque cubrir, y esa capacidad de adaptación hace que nadie sea imprescindible. Rechazo mucho la figura del periodista protagonista, me molesta muchísimo porque creo que es una de las principales enfermedades de la profesión. Lo que importa es la noticia, la gente que es protagonista del relato. Si el periodista pasa a estar en la primera línea del relato, hay algo que va mal.

¿Algún consejo para quienes pisan por primera vez esta profesión?

El periodismo es absolutamente vocacional, si no lo encuentran apasionante, es mejor que se dediquen a otra cosa. Pero desde luego, con ganas, todo es posible.

Aparte de eso, hay dos cosas indispensables: no parar de leer, y ponerse, cuanto antes, a trabajar en unas prácticas. Tocar la actualidad con las manos, ganar experiencia desde el principio para desmarcarse de los demás es fundamental, y más aún en un momento tan competitivo y con tan pocas oportunidades.