«'Murasaki' es el acta de diez años de mi vida interior»

C. Centeno
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Julio Baquero Cruz, escritor y jurista

El escritor y jurista Julio Baquero Cruz. - Foto: DP

Doctor en Derecho por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, LL.M. por el Colegio de Europa de Brujas y licenciado en Derecho por la Universidad San Pablo-CEU, Julio Baquero Cruz (Palencia, 1972) forma parte desde 2009 del Servicio Jurídico de la Comisión Europa, reside en Bruselas y es profesor invitado de Sciences Po (París) y de la San Pablo-CEU. Narrador, ensayista y traductor, ha publicado en Menoscuarto su cuarta novela, Murasaki.

En Murasaki narra la peripecia vital de Koji, pero también y de forma simultánea asistimos a la de un imperio en decadencia. ¿Por qué eligió el Japón antiguo?

Podría hacerse en cualquier tiempo porque lo esencial siempre es lo mismo. Cuando empecé estaba descontento con la cultura y los valores occidentales. Fue en el 2000, yo estaba en Nueva York y un día en la biblioteca de la universidad encontré un par de libros de literatura japonesa, uno de poesía y otro de ensayo, y fueron como una iluminación. Descubrí una cultura distinta, más suelta, próxima a los ciclos de la naturaleza y menos rígida y excluyente que la del occidente cristiano. Tomé las primeras notas de lo que acabaría siendo Murasaki, seguí leyendo sobre esa civilización y me identifiqué con lo que descubría.

En la novela describe los distintos escenarios de la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez de la protagonista, pero más que detenerse en sus características físicas, nos ofrece los mil y un detalles que parecen serles propios. ¿Por qué?

El libro es una ensoñación, no quiere ser preciso ni histórico. Se sitúa en el Japón de hace un milenio, donde todo era más esencial y se buscaba la belleza de lo efímero porque se respetaba el ciclo natural de la vida y la muerte. No había ruido tecnológico. Hay en el libro, como había en el Japón antiguo, una permanente vuelta a la naturaleza, frente al velo cultural que parece cubrirlo todo en Occidente. Al tiempo que indagaba en mí mismo en busca del minimalismo y la esencia, lo iba escribiendo y por eso es más un estado del alma. Buceaba en lo más profundo y luego salía y escribía. Es el acta de diez años de mi vida interior.

A su manera, Murasaki es un libro de viajes o, para ser más exactos, del viaje de la protagonista

Hay estampas de viaje, siempre simbólico, que se corresponden con la tradición japonesa muy arraigada entonces de que las parejas tenían que irse para vivir su amor imposible. En las estampas e imágenes todo quiere decir algo, pero no es un viaje mediatizado o forzado. No sabía lo que iba a pasar, cómo iba a terminar el periplo, he estado esperando y ha ido surgiendo como esa sucesión en la que el silencio juega un papel muy importante, al igual que los demás elementos. Es un viaje, sí, pero sobre todo el libro es una búsqueda espiritual.

Hábleme de la elección del tono delicado y de la importancia del ritual y la ceremonia, incluso a la hora de narrar episodios duros y dramáticos, como la iniciación de la niña a la prostitución o el final de las cortesanas viejas y pobres

La primera parte del libro tiene que ver con la Historia de Genji que escribió Murasaki Shikibu en el siglo XI, el primer libro psicológico en el que hay una gran madurez. Después va cambiando hasta hacerse mucho más austero, pero no algo deliberado, sino lo que correspondía a las escenas y a los afectos que iban sucediéndose en la novela. Desde luego en el Japón medieval había situaciones muy duras, sobre todo para los pobres, pero también las había en la Europa medieval. Lo que sucede es que éstas últimas no podría contarlas del mismo modo porque mientras esa civilización estaba arraigada a la naturaleza y la visión del ciclo vital era circular, aquí la visión del mundo era mucho más excluyente, marcada por las verdades absolutas de una religión monoteísta con un tiempo lineal y una trascendencia.

La protagonista va cambiando de nombre: Koji, Momobana y Murasaki. ¿Qué importancia tienen esos nombres?

El nombre de Murasaki es fascinante porque quiere decir muchas cosas: campos de lavanda, el perfume y el color violeta de sus flores, los racimos de glicina, una raíz cuya esencia púrpura se usaba para teñir las mejores sedas. Cada nombre tiene que ver con un nuevo estatus.

¿Prepara un nuevo libro?

Exploro mi conciencia y mi inconsciente. Y espero. Cuando se fuerza, deja de tener valor.