La vida en rosa

María Albilla (SPC)
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El Museo del Traje recoge en una muestra la trascendencia de este tono y cómo ha ido cambiando su significado en la Historia

La vida en rosa

Rosa. Rosa palo, rosa bebé, rosa persa, rosa claro, rosa francés, tirando a malva, amaranto, coral, anacarado, frambuesa, lavanda, fucsia... Todos son rosas; un solo color, pero lleno de matices en los que se adentra la exposición La vie en rose, una muestra temporal en el madrileño Museo del Traje que profundiza hasta el 3 de marzo de 2019 en los aspectos técnicos y simbólicos asociados al uso de este tono en la cultura occidental a través de la moda. 

Pese a que el primer tinte químico no se logró hasta 1856, a lo largo de la historia se ha trabajado en este colorante combinando tierras rojas con yeso o mezclando pétalos de rosa con amapolas, entre otras técnicas, hasta que llegó a su máxima expresión en el período Rococó, en la Edad Moderna, cuando se convirtió en tendencia. 

El gusto francés de María Antonieta y Madame de Pompadour se extendió por todo el mundo. En concreto, a España llegó con los Borbones, que trajeron al país no solo su dinastía monárquica, sino tonos tan apreciados como el rosa claro y el verde celadón.

En el neoclásico se volvió al rosa de siempre e, influenciados por los descubrimientos de las ciudades de Herculano y Pompeya, se recuperan los tonos clásicos hasta el punto de que el XVIII termina con un cambio de los pasteles a los tonos bien definidos: rojos pompeyanos, el azul noche y un nuevo rosa más oscuro y con irisaciones azuladas. En ese mismo siglo también los miembros de la Iglesia se sumaban a la tendencia y su indumentaria litúrgica poco distaba de la de los fieles.