A campo abierto

Laura Burón / Villarramiel
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Decenas de caballistas, pero también de vehículos 4x4, motos, 'quads' y 'buggies' participaron en el encierro a campo abierto en el que guiaron a tres novillos por varias tierras ante espectadores de toda la provincia

Los caballos tuvieron que perseguir a un astado que emprendió una larga carrera. - Foto: Sara Muniosguren

Día grande en las Fiestas de San Bartolomé de Villarramiel y multitud de actividades en el programa hicieron que esta localidad fuera ayer una de las más concurridas de la provincia. Buena culpa de ello la tienen sus encierros, que han alcanzado fama regional.

El día del Patrono comenzó con el reparto de sopas de ajo y el encierrillo del aguardiente, para luego dar paso a la eucaristía, la procesión en honor al Santo y la actuación del Grupo de Danzas de la Diputación. Pero el acto más esperado era el encierro de reses bravas a campo abierto, único en la provincia, que congregó en la localidad a un buen número de aficionados a los festejos taurinos.

Decenas de caballistas fueron los encargados de guiar y controlar a los tres novillos que se soltaron en campos próximos a la localidad. En distintos grupos, los caballos ofrecieron al numeroso público que se congregó en Villarramiel varios recortes y carreras.  Uno de los astados emprendió una larga huida que dio lugar a una persecución, algunos a caballo, pero muchos más en vehículos todoterreno, quads, motocicletas de campo e incluso buggies y carretas tiradas por burros. Lo que muchos echaron en falta fue a las cuadrillas de hombres que antaño, a pie y con una vara, guiaban a las reses desde el campo hasta el pueblo.

Algunos tuvieron una vista privilegiada de lo que ocurría a ras de sueloAlgunos tuvieron una vista privilegiada de lo que ocurría a ras de suelo - Foto: Sara Muniosguren Otro de los novillos cayó en un arroyo y los caballistas tuvieron que esforzarse en hacerle salir del atolladero para luego enfrentarse a él.

Así, cientos de personas vieron ayer un espectáculo único en Palencia, pero muchos desde lejos, a una distancia prudencial, ya que en cualquier momento el animal podría arrancarse hacia ellos y más teniendo en cuenta que cada uno de los tres novillos estaba en una zona del campo, por lo que había que estar muy atento a todo lo que sucedía. Algo que según los más veteranos no ocurría antaño, cuando las vacas y novillos se movían en manada y, por tanto, brindaban momentos más bellos aunque también más peligrosos.

Hubo quien prefirió subirse a los camiones de transporte del ganado, o a los remolques agrícolas, desde donde obtuvieron una vista panorámica de todo lo que estaba sucediendo. Mientras, los que iban en vehículos motorizados tenían más libertad de movimientos y la oportunidad de llegar hasta casi el mismo lugar donde se encontraban los astados, siempre siguiendo las instrucciones del Seprona, que también vigiló el buen desarrollo del encierro a campo abierto.

Tras volver del campo a la localidad, los vecinos y visitantes pudieron participar en el tercer encierro por las calles del pueblo, las verbenas y las visitas a las peñas.