El Cristo, a un palmo

ÓSCAR HERRERO
-

Nos subimos a lo alto de la escultura de Victorio Macho para conocer cómo se desarrollan las obras de restauración encargadas por el Ayuntamiento a la empresa 'Valuarte'

Leopoldo Durán (d) explica las actuaciones llevadas a cabo en la faz del Cristo. - Foto: Óscar Navarro

Más fotos:

 En la mano derecha se conserva un antiguo pararrayos que será retirado.
En la mano derecha se conserva un antiguo pararrayos que será retirado. - Foto: Óscar Navarro
 Estructura que permite acceder a todos los rincones del Cristo.
Estructura que permite acceder a todos los rincones del Cristo. - Foto: Óscar Navarro

 
El techo de Palencia será en unas semanas más alto. Tanto como dos metros más. El Cristo del Otero recibirá un nuevo pararrayos que sustituirá las actuales puntas Franklin que coronan la obra de Victorio Macho. Será como la guinda a una actuación encaminada a rejuvenecer el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús después de 84 años. Porque proteger desde lo alto de su cerro la ciudad de Palencia tiene sus riesgos y acaba erosionando por muy fuerte y bien hecho que esté el hormigón que te une a la ciudad. Da igual que sea Macho quien te haya hecho. El paso del tiempo, el agua, el viento y los rayos acaban por abrir grietas y desprender material original.
La gran estatua, símbolo de Palencia, lleva varias semanas recluida dentro de una red de andamiajes que se tardó en izar cerca de 15 días y en la que llegan a trabajar hasta seis personas a la vez. Su objetivo «no tener que volver a hacer una actuación de esta envergadura en los próximos años», afirma la concejala María Álvarez. «Pero sin descuidar el mantenimiento», apunta Leopoldo Durán, asesor de la empresa Valuarte, artífice del lifting al Cristo encargado por el Ayuntamiento. Estructuralmente no se hará nada.
Durán hizo de cicerone en la visita de un equipo de Diario Palentino y otro de La 8 Palencia, desde la base del cerro hasta el punto más alto. Allí se  colocará ese nuevo pararrayos con dispositivo de cebado electropulsante que creará una burbuja sobre el Cristo para canalizar cualquier rayo que caiga a menos de 40 metros de la escultura. «Le han caído hasta de dos en dos», apunta Durán ya en lo alto de la escultura, después de ascender dos tramos de andamios de 14 y 20 metros cada uno, el último pegado al octógono de hormigón del cuerpo. Un ascenso no apto para personas con vértigo, pero un auténtico privilegio para el resto. 
En la cocorota, donde el viento sopla razonablemente fuerte y desde donde se divisan varios ejemplares de buitres sobrevolando el cerro, se ve uno de los puntos de la escultura más castigados por el paso del tiempo. Junto al lugar donde se engancha el antiguo pararrayos se puede ver como si al Cristo le hubieran levantado la tapa. «Es el hueco por el que se rellenó el hormigón en origen», explica el asesor de Valuarte. «Como lo que veis aquí, así estaba en muchos lugares. Esto aún no lo hemos tocado». Porque el estado en que se han encontrado el monumento, sobre todo en las zonas escultóricas del Cristo (cabeza, manos y pies) era de una importante erosión. «Más aquí (derecha del Cristo) por los vientos dominantes».
Pero para llegar a ver el estado real, primero hubo que darle un buen baño al protector de la ciudad, y quitar todos los musgos y líquenes que se habían adherido a esta gran estatua desde que en 1930 comenzara a erigirse.
Un piso por debajo nos encontramos con las sienes, el pelo, la frente y los ojos. Donde faltaba material desprendido por el paso del tiempo, ha habido que restituirlo con injertos de volumen. Durán explica señalando el pelo rojizo del Cristo que «si alguien especializado se acerca mucho puede descubrir dónde se han hecho los injertos, pero en el momento que coges perspectiva es inapreciable». Si esa zona  señalada destacaba era porque habían desaparecido las teselas de cerámica vitrificada azul y verde. «Ahora tenemos que picar ahí e introducirlas». «Uno de los trabajos más complicados es dar con  la granulometría del material con el que se hizo así como los pigmentos, porque no en todas las zonas el Cristo es igual». En el pelo aún se pueden ver los rastros de las herramientas que Macho usó para moldear la cabellera.
En ese nivel de la escultura surge la pregunta y la cuasi leyenda urbana de que se puede subir por el interior del Cristo y asomarse por los ojos a modo de mirador.
Durán explica que se puede, pero con métodos de escalada «y el paso del cuello es tan angosto que cuando hemos hecho el reconocimiento interior hemos acabado raspados por todos los lados». Además, in situ se puede comprobar que las medidas engañan. Dentro de la cabeza cabría malamente una persona y los ojos, en forma de cono hacia dentro, tienen una abertura del tamaño de una pelota de golf. Inviable como reclama turístico.
Bajamos otro nivel y nos topamos con la nariz, la boca y la rojiza barba del Cristo. 
Dentro de la boca se observa uno de los detalles que no se ven desde la posición habitual que los palentinos adoptamos ante el  Cristo: la estatua tiene dientes. Bien blancos después de la limpieza a la que se ha sometido a la escultura. Esta cavidad sirve además de cobijo para «un pajarillo que duerme aquí».
El labio ha tenido que ser injertado también y aún quedan grietas que se deben sellar. «Tenemos diverso material para aplicar este tratamiento: desde mangas pasteleras a jeringuillas». Esta operación evita las vías de penetración de agua, rellenando grietas, fisuras y descarnes.
El descenso continúa hasta las manos. Quizá una de las zonas más deterioradas, especialmente la izquierda, en la que falta material donde debieran estar las uñas. Al parecer, la caída de un rayo hizo saltar estas partes. En el dorso se pueden ver los tacos de madera donde se sustentaba el cable que conectaba el pararrayos que ahora ha desaparecido. «No se van a quitar. No hacen daño a la estructura y se mantiene lo original», apunta Leopoldo Durán. En la derecha, mucho mejor conservada, aún se puede apreciar cómo afecta el  paso del tiempo. «La parte más alta, la de los dedos está más erosionada que por debajo». Salir a observar las manos de cerca da cierta impresión pese a la seguridad de la estructura. El vuelo es de varios metros. 
Por debajo de esos niveles, se trabaja en dos zonas de la túnica de la obra de Victorio Macho. En una ya injertada y en otra en la que ayer se estaban sellando las uniones entre las placas. Porque la túnica no es monobloque. Sobre la estructura de hormigón se colocaron placas prefabricadas de granito de Ávila y de mármol de Carrara. «No encargaron este mármol. Este material debió de ser de restos de una marmolería. Mira las formas, medias lunas, recortes», expone Durán.
Mientras sus dos compañeros sellan las uniones, otra operaria se encarga de teñir las zonas restauradas para igualar las reintegraciones con los tonos originales. Esta entonación se realiza mediante el uso de compuestos inorgánicos estables y transpirables aplicados a modo de veladuras».
El último trabajo será la consolidación y la aplicación de una sustancia hidrófuga en toda la escultura, con el fin de proteger el monumento. Este tratamiento no producirá ninguna alteración del aspecto ni del color de las superficies, pero servirá para impermeabilizar el hormigón del Cristo.
Y, tras ello, desmontar y recoger la celda del del Otero. Una estructura que, por un lado esconde la obra de Victorio Macho pero que por otro permite obtener imágenes como las que mostramos en estas páginas.
Cabe recordar que las labores de consolidación del monumento tienen un plazo de ejecución de tres meses y el presupuesto asciende a 49.900,83 euros, más el 21% del IVA correspondiente. En total 60.380 euros.
Han recibido financiación por parte de los Fondos Urban, por lo que los trabajos deberán estar acabados el 30 de junio.