El Liceu mira al futuro

SPC
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El coliseo barcelonés no conmemorará el trágico incendio que hace hoy 25 años lo redujo a cenizas y condujo a cinco intensos años de obras que cambiaron el devenir del templo catalán

El Liceu mira al futuro

El Gran Teatro del Liceu ha dejado atrás la amargura que supuso hace 25 años que un incendio devastara el escenario, el patio de butacas y el anfiteatro, una efeméride que no recordará oficialmente, en un año en el que sí conmemorará, en octubre, el 20 aniversario de su reconstrucción y reapertura.

Eran alrededor de las 11 de la mañana del 31 de enero de 1994 cuando la chispa de un soplete que usaba un operario en el escenario, mientras trabajaba en el decorado de la obra Mathis der Maler, de Paul Hindemith, prendió en el telón y en poco más de dos horas redujo a cenizas uno de los símbolos de Barcelona. Muchos ciudadanos todavía conservan en su retina la imagen de la espesa columna de humo que podía verse desde diferentes puntos de la capital catalana, mientras se cortaba la Rambla al tráfico, se desalojaba a los estudiantes de la escuela Mireia, que en ese momento visitaban el teatro, y se retiraban las valiosas obras de arte que se alojaban en el Círculo del Liceo.

Fue un día muy triste, en el que, lo que había sido el templo de las grandes voces mundiales, con noches memorables a cargo de María Callas, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Josep Carreras o Montserrat Caballé, quedaba convertido en un espectro de ruinas, desolador, incluso dantesco.

Durante esa trágica noche, el Patronato decidió por unanimidad la reconstrucción inmediata del coliseo, que volvió a abrir sus puertas el 7 de octubre de 1999 con la ópera Turandot, de Puccini, en una velada presidida por los Reyes.

Los cinco años anteriores, fueron las grúas y los andamios quienes ocuparon el solar que antaño había albergado un convento de trinitarios, bajo la batuta del arquitecto Ignasi de Solà-Morales, con un proyecto que incluía la reconstrucción y la ampliación del teatro.

Las obras, que tuvieron un coste de 17.000 millones de las antiguas pesetas -más de 102 millones de euros- permitieron reproducir casi fielmente la antigua sala del público y, sobre todo, duplicar el espacio destinado a la caja escénica.

Aquella chispa, que una jueza acabó determinando que había provocado un siniestro fortuito, fue determinante también para que se replanteara de «manera radical» el funcionamiento del teatro, creándose la Fundación del Gran Teatro del Liceu, mientras la Sociedad del Gran Teatro del Liceu hizo cesión de la propiedad al Consorcio, formado exclusivamente por las administraciones públicas.

Se iniciaba así una vía por la que el Liceu iba a dejar de ser el símbolo de la pujante burguesía catalana para convertirse en un moderno teatro público abierto a todos los sectores sociales.