Con el redoble de los tambores de las cofradías participantes en el Vía Crucis de fondo, salió ayer puntual de la iglesia de San Agustín, la Procesión de Luz y Tinieblas organizada por la Hermandad Franciscana de la Virgen de la Piedad.

Perfectamente alineados en el interior del templo, los hermanos esperaban el inicio de la procesión, que arrancó con los tres toques del tararú y el sonido de la carraca. Los miembros de varias cofradías abrían paso al Cristo Señor de la Vida y de la Muerte, obra de los Hermanos Martínez, del año 2003. En ese instante se hizo el silencio entre el público asistente a este momento especial, tras el rezo del Ejercicio de Tinieblas.

El tintineo de una campana marcaba el avance de este sencillo paso de Cristo Crucificado, cargado a doble hombro por ocho cofrades. Algunos hermanos portaban candiles con los que alumbrar su camino por las calles de la ciudad.

Así, llegaron hasta la Catedral palentina para enfilar la calle Salvino Sierra y dirigirse hacia Puentecillas y protagonizar así una de las estampas más bellas de la Semana Santa de Palencia. Con mucho cuidado para no perder el equilibrio al atravesar el estrecho puente romano que comunica la ciudad con el Parque del Sotillo de los Canónigos, la procesión atravesó en silencio y prácticamente a oscura  este tramo del recorrido.

En la iglesia más antigua de la capital, la de Allende el Río, los asistentes a La procesión rezaron por el alma de los cofrades difuntos y se detuvieron frente al pequeño cementerio ubicado junto al templo. A continuación, iniciaron el camino de regreso a su sede canónica, pero antes hicieron una parada en la plaza de San Francisco, donde coincidieron con la primera procesión del Jueves Santo, la de la Quinta Angustia, que comenzó a medianoche. Los integrantes de ambas procesiones participaron en la preparación del Triduo Sacro que se inicia en ese momento.