El calor no apaga la fiesta en la grada

Óscar Herrero
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Himno a Palencia, el regreso de las charangas, temperatura asfixiante y toreo del bueno para honrar al patrono de la ciudad · Los aficionados que buscaban a 'El Fandi' se encontraron con un Fandiño que les puso los pelos de punta

El calor no apaga la fiesta en la grada - Foto: Oscar Navarro

- Foto: Oscar Navarro

Si no nos vemos por las calles, hasta el año que viene». Así se despedían unos abonados de los propietarios de los asientos de al lado cuando Fandiño cruzaba el quicio de la puerta grande. Es verdad que sólo han sido cuatro días, seis en el mejor de los casos. Pero en esas casi quince horas se han compartido muchas cosas. No sólo bocadillo o refrigerio, sino comentarios, aplausos, ilusiones, algún cabreo... Tardes de toros en definitiva.
Ayer, además, mucho calor. Más que nunca en los últimos años. El hormigón quemaba en sombra y hervía en sol, donde el astro rey evaporaba a los aficionados, que se arrimaban a los extremos donde llegaría antes la sombra. Chicharrina compartida, aunque sólo unos minutos, con las tres cuadrillas. A pie quieto, como es ya habitual el día del Patrono, aguantaron en el desierto del albero a que la Banda Municipal de Música interpretara el Himno de Palencia. Versión corta para alivio de músicos, toreros y público que, pese a las octavillas, no cantó a pleno pulmón. Por cierto, los papelillos con la letra del himno eran de San Antolín 2013. «Aquí no se tira nada», debieron pensar en la Diputación. Y puesto que sobraron miles y en 12 meses no han cambiado ni el estribillo ni las estrofas, bien hecho, que no están las cosas para gastar en ornato efímero.
Era el Día Grande de la ciudad y el himno debía ser el prologó de un día de fiesta. Más gente en los tendidos y movimiento en la entrada, aunque sin grandes colas.  Hasta volvieron la charangas (dos) que impidieron que el fuego que caía a pomo apagara en los intermedios los ánimos del público en la tarde de los toros del frío.
De Burgos llegaban los astados, así como muchos aficionados. Entre ellos el ex alcalde de Burgos y ex ministro Juan Carlos Aparicio (ahora consejero de Indra), o el delegado de la Junta en esa provincia, Baudilio Fernández Mardomingo, ambos en el callejón. Cerca de ellos, el presidente de la Diputación palentina, José María Hernández, que no siguió todo el festejo desde abajo, sino que en el cuarto se subió a verlo junto al ganadero burgalés, de quien se despidió con un abrazo. No en vano, Antonio Bañuelos tiene ascendencia palentina, en Paredes. La alcaldesa de esa localidad, Montserrat Infante, siguió el festejo desde uno de los burladeros cercano a donde ayer otro toro se lesionó y quedó totalmente descoordinado ante el asombro y murmullo generalizado de los tendidos. «Así vi muchos yo ayer por la noche», bromeaba un aficionado con su compañero de asiento. «Y a las 12 del mediodía andaba aún alguno sin saber encontrar su casa», contestaba con sorna el otro. Se perdió un toro, y se ganó el mejor de la Feria, al menos el único premiado con la vuelta al ruedo. Tras la primera faena de Fandiño, el único que ayer puso los pelos de punta al respetable a ritmo de Nerva, la Presidencia, ante la insistencia, sacó a dos manos los tres pañuelos: Dos orejas y vuelta al ruedo para el morlaco. Fue como echar agua a una hoguera. Del crepitar de las llamas, al murmullo sordo de las ascuas apagándose en los tendidos.
En el mismo burladero que José María Hernández estaban el secretario general de la Consejería de Cultura y Turismo, José Rodríguez Sanz-Pastor; la vicepresidenta de la Diputación, Carmen Fernández; los procuradores Juan José Blanco y Carlos Fernández Carriedo, también presidente del PP palentino, y los alcaldes de Herrera, Luis San Millán, y de Carrión, Javier Villafruela. Y muchos alcaldes más repartidos por los burladeros que no quisieron perderse la última de la feria.
También desde allí siguió el festejo Gregorio Méndez, consejero delegado de Promecal -grupo al que pertenece este periódico-. Y en la barrera el senador José Antonio Rubio.
Al igual que el jueves, cuando en los asientos del Ayuntamiento estuvo el pregonero literario, Rafael Martínez; en el ocaso de la feria fue el pregonero popular, Gonzalo Ibáñez, y su esposa quienes acompañaron a Alfonso Polanco. El círculo cerrado. Inicio y fin. San Antolín dijo adiós.  Hasta otro año, si no nos vemos antes.