Nieves Aparicio, ingeniero agrónomo e investigadora en el Instituto Tecnológico Agrario, Itacyl, abrió ayer las XXV Jornadas de Asaja Palencia en el 2000. Su intervención llevaba por título Retorno de un viejo problema en el trigo: la roya amarilla. Recordó que en 2010 se dio en el norte de Europa, el año pasado en Castilla y León y este año en toda España. «Puntualmente hubo zonas donde se podía observar la enfermedad, pero como epidemia la última fue en 1986. Este año han influido las temperaturas suaves en primavera y la humedad en el ambiente. Es un hongo que viaja por el aire y este año, muy ventoso, la dispersión de las esporas ha sido muy rápida. Anteriormente afectó en algunas zonas, pero no con tanta dispersión como en esta campaña. Ha entrado por el norte, Pamplona, La Bureba y ha ido bajando».
Aparicio afirmó que lo primero que tiene que saber el agricultor es si la variedad que va a sembrar es susceptible o no de padecer la enfermedad; después, vigilar el campo y, en cuanto note los primeros síntomas, emplear fungicidas. Explicó que existen tratamientos más persistentes, que son más caros, y otros que lo son menos y más agresivos, por lo que hay que aportar un aminoácido, que los encarece. También depende de cuándo se detecte la enfermedad.
«Una variedad puede ser susceptible de padecer roya amarilla, pero si se trata puede sacarse rendimiento y, si se coge a tiempo, una alta producción».
Comentó que existen variedades resistentes a la nueva raza de roya amarilla y que los fungicidas son efectivos, con lo que se puede controlar. Hizo referencia a que en la campaña anterior ya se detectó, y ahora lo que se hace es seleccionar materiales resistentes y ver las variedades comerciales que había en el mercado, cuáles muestran una mayor o menor sensibilidad, y en los programas de mejora se trabajar para sacar líneas resistentes.
La roya amarilla afecta también, en menor medida, a la cebada y al trigo duro.