De las 40 monjas clarisas con las que se refundó el monasterio de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos a las cinco que cantaron el Callad fijo mío chiquito; de la grandeza de la Castilla de los Manrique de Lara a la llaneza de quienes interpretaron una obra que no ha cambiado en 500 años, pero a la que se le han ido incluyendo capas a medida que ha pasado el tiempo. Como a un caramelo se le van añadiendo presentaciones que hacen más deseable llegar al interior: Tan solo son 17 minutos de obra prerrenacentista, la primera teatral en castellano de la que se conoce autor, pero el papel de celofán que cada año le ponen las clarisas y los grupos teatrales Cachivache, Cigarral y A ninguna parte, le confieren una singular actualidad y novedad.