Los ayuntamientos de la provincia han declarado la guerra a las conductas incívicas de sus ciudadanos y, en especial, a aquellos que no recogen los excrementos de sus mascotas de la vía pública. Un comportamiento impropio del siglo XXI difícil de regular y controlar. Un problema que se agudiza cuanto más pequeño es el pueblo y más pedanías tiene a su cargo, principalmente por falta de medios.
Ordenanzas, bandos o campañas de concienciación. Toda ayuda es poca para intentar que sus calles no se conviertan en una carrera de obstáculos para sus paisanos. Evitarles ese momento incómodo de caminar con la mirada fija en el suelo mientras esquivan las heces de unos animales que poca culpa tienen, pues toda responsabilidad recae en sus dueños. Sin embargo, lo que más efectivo ha resultado ser son las multas. Porque no hay nada que más moleste a la mayoría que verse en la obligac

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