El Pisuerga es de Palencia

Alberto Moreno
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Palencia Baloncesto se proclamó campeón de la Copa de Castilla y León tras derrotar en la final al Burgos por 77-82

El Pisuerga es de Palencia - Foto: Leticia Pérez (ical)

Nombre    Ptos    Min.    As.    Reb.    Val.

Pep Ortega    4    17’16’’    -    6    1    

Luke Sikma    16    20’39’’    2    6    25

Daniel López    11    23’30’’    2    3    10

Jeff Xavier    8    22’51’’    2    3    0

Marcus Vinicius    7    19’43’’    1    2    7

Nombre    Ptos    Min.    As.    Reb.    Val.

Sergio Olmos    14    19’21’’    1    10    27

Juan A. Aguilar    1    17’18’’    3    3    7

Rubén Duarte    -    -    -    -    -

Jorge García    9    22’42’’    0    2    6

Álvaro Fernández    0    1’12’’    0    0    0

José M. Bartolo    0    10’20’’    1    2    -2

Alberto Miguel    7    25’16’’    1    4    5    

TOTAL    77    200    13    41    75

Nombre    Ptos    Min.    As.    Reb.    Val.

Geoff McDermott    4    26’02’’    2    6    3

Urko Otegui    13    26’45’’    0    5    15

Quique Garrido    10    21’14’’    2    1    9

Alfredo Ott    4    19’28’’    0    3    2

Michael Tveidt    11    17’43’’    1    0    6

Nombre    Ptos    Min.    As.    Reb.    Val.

Jhornan Zamora    9    27’16’’    1    3    6

Carles Bravo    24    26’33’’    4    1    32

Xavi Forcada    5    21’25’’    5    5    10

Óliver Salazar    -    -    -    -    -

Roger Fornas    2    13’34’’    0    1    0    

                    TOTAL    82    200    15    25    85

Confieso que en el desarrollo del segundo cuarto el titular que iba a encabezar esta crónica era «El tamaño sí importa». Los Sergio Olmos, Sikma y compañía estaban masacrando, machacando con sus centímetros y kilos en la pintura al Palencia Baloncesto. Pero estos locos bajitos volvieron a interpretar la historia de David y Goliat y a base de un baloncesto que enamora, que engancha al espectador, lograron cambiar la historia y de paso el titular por «El Pisuerga es de Palencia», por la gesta que realizó el cuadro morado en el Polideportivo pucelano que lleva el nombre del río que nace y cruza de norte a sur por nuestra provincia.

Salió el equipo de Natxo Lezkano a esta final ante el potente Burgos (que en sus filas tiene a los ex colegiales Olmos y Xavier, a los que no pudo retener en su momento al no poder pujar ante otras ofertas superiores) con un talante idéntico al de la semifinal frente al Valladolid, pero con la particularidad que tenía a un rival más poderoso. Ante la evidente inferioridad de centímetros, no cabía otra que aplicar un juego alegre, dinámico, vivo, con intensidad, un ritmo altísimo, presionando a toda cancha tras canasta para no dejar respirar al rival. Garrido se encargó de encender la mecha. Sólo algunas pérdidas infantiles de balones evitaron que la renta en el primer cuarto fuese más elevada.

El gigante despertó en el segundo cuarto. Como no hay peor madera que la del propio cuño, Olmos, en la pintura, y Xavier, en el juego exterior, iniciaron la remontada burgalesa. Fueron los momentos más delicados de los morados, ayer de negro. Lezkano se veía obligado a solicitar dos tiempos muertos en este periodo, con 26-22 a falta de ocho minutos y 31-24 a poco más de cinco. Los problemas se multiplicaban. Tveidt se cargaba con la tercera personal, McDermott, con problemas en la espalda, aún no ha cogido su mejor nivel y el ataque palentino era muy espeso. El rodillo burgalés estaba haciendo mella. Gracias al acierto exterior, se logró salvar los muebles a la espera de recuperar la inspiración. Burgos era el dominador en los dos aros. El tamaño sí importaba en este momento tan delicado.

canasta rota. Los postes burgaleses intimidaban. Fornas en la rueda de calentamiento en el descanso rompía una canasta de forma involuntaria, pero sirvió como una especie de respuesta al poderío burgalés. Esta incidencia provocó que el partido tardase en reanudarse media hora. Tiempo para recuperar energías, cargar las pilas y encender otra traca, la definitiva. Bravo, que fue elegido mejor jugador del torneo, tiró de galones. Se echó el equipo a sus espaldas. Los capitanes, los generales, deben de dar ejemplo. La reacción de los palentinos, que llegaron a estar a once puntos, provocó el primer tiempo muerto del técnico Andreu Casadevall. El choque volvía a estar equilibrado. Esos locos bajitos volvían a subirse a la espalda de los gigantes.

El último cuarto de los palentinos fue sensacional, a la altura de la primera parte ante los pucelanos en la semifinal. El Burgos en sus ataques parecía meterse más en una colmena que en la pintura. Defensa de anticipación, brazos en forma de abejas por todos los lados y robos constantes de balón que acababan en canastas fáciles. Eso era lo que se encontraba. Los postes estaban desactivados, los exteriores tenían dificultades para armar el brazo. A 8’23’’ para el final, Palencia Baloncesto volvía a ponerse por delante en el marcador y el baile ya no paró hasta el final. Hasta nueve puntos tomó de renta en un suspiro el cuadro morado. El partido estaba sentenciado y no estuvo en peligro la victoria pese al arreón final de los burgaleses.

Palencia Baloncesto lograba por primera vez el título regional. Curiosamente tuvo que dejar el Pabellón Marta Domínguez a orillas del Carrión para ganarlo a las del Pisuerga en Valladolid. Lo hizo por todo lo alto, dando un recital de juego durante veinte minutos frente al equipo de mayor categoría de la Comunidad y superando al mejor equipo castellano y leonés de los últimos años en Leb-oro. Y todavía falta por llegar el primo de Zumosol a este equipo, el poste que completará la plantilla y que está llamado a tapar las carencias que en la pintura tiene.

No hay que lanzar las campanas al vuelo, es cierto, porque aunque sea una copa que se une a las vitrinas no es una competición oficial, pero hay formas de ganarlo y como lo ha hecho Palencia Baloncesto es muy meritorio: un baloncesto que engancha.