Gracias por todo, profesor

A. Benito
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Medio centenar de personas participó ayer en el descubrimiento de una placa en honor a Roberto Wagner, impulsor del Bosque Fósil de Verdeña y del Estratotipo Barrueliense

Mirar las piedras no es lo mismo que observarlas y tratar de entenderlas. La Montaña Palentina está plagada de lugares de interés geológico que, aunque hayan pasado desapercibidos a lo largo de la historia, en los últimos años se han convertido en espacios para el estudio y la promoción del turismo.

El Bosque Fósil de Verdeña es uno de esos valiosos recursos. Un enclave que, gracias a la labor desarrollada por el recientemente fallecido geólogo y paleobotánico holandés, Roberto Wagner, ha logrado arrojar un poco de luz sobre el Carbonífero. Una huella del pasado, de hace 300 millones de años, que cuenta la historia de lo que era la Tierra cuando la Península Ibérica aún no existía de forma reconocible y el lugar en el que se ubica, la comarca de La Pernía, se encontraba en la parte costera de un delta que vertía sus sendimentos a un mar precursor del Mediterráneo.

El yacimiento, que para los vecinos de la zona siempre había sido una simple pared con estrías, es hoy uno de los recursos más visitados de la Montaña Palentina, un libro del que extraer una gran cantidad de información sobre la floraque pobló el planeta hace millones de años y también sobre los procesos que hicieron que sus características fueran cambiando.

Poco o nada tenían que ver aquellos árboles de entre 20 y 30 metros que formaban parte de un bosque tropical con los robles que actualmente rodean Verdeña, pero nadie hubiera sido capaz de conocer la historia de un emplazamiento que, en un momento determinado, sufrió la violenta arremetida de un océano que lo engulló todo propiciando un batiburrillo de lodo y troncos arrancados, si no hubiera sido por Roberto Wagner.

Un joven holándes que llegó a Barruelo de Santullán buscando plantas fósiles en las escombreras y en las galerías de las minas, y acabó por erigirse como uno de los mayores expertos del mundo en la paleobotánica del Carbonífero. Por el camino, se convirtió también en un enamorado de la Montaña Palentina y en una de las personas que más han aportado al conocimiento y divulgación de la Geología de este sector de la Cordillera Cantábrica.  

Ayer, las localidades de Cervera y Barruelo quisieron devolverle al geólogo un poco de todo lo que aportó al norte de la provincia con el descubrimiento de una placa en su honor. Un acto que estuvo precedido por un paseo organizado por la Casa del Parque y que también incluyó una visita guiada a cargo del colaborador del Centro de Interpretación de la Minería, Luis Sardina. Un bonito gesto con el que la labor de Wagner será recordada a lo largo de la historia y en el que estuvieron presentes unas cincuenta personas, entre ellas la viuda y varios de los miembros de su familia.

La actividad puso, además, el broche de oro a la IV Semana de la Minería y la Geología de Barruelo, una iniciativa que arrancaba el jueves de la semana pasada con una charla sobre la vida del geólogo holandés y en la que se han sucedido varias conferencias a cargo de Óliver del Nozal, Jorge Ibáñez, Fernando Cuevas y Luis Sardina, un certamen de pintura y la inauguración de una exposición sobre la flora y la fauna del Carbonífero.

ENAMORADO DE LA MONTAÑA. Durante el tiempo que estuvo trabajando para la compañía Hullera Vasco Leonesa, Roberto Wagner realizó numerosos estudios geológicos en el entorno de Cervera y Guardo, y dirigió la elaboración del Mapa Geológico de España. Su profundo conocimiento de este sector de la Montaña Palentina le llevó a describir el Estratotipo Barrueliense en un afloramiento próximo a Helechar.  Una clasificación que fue impulsada oficialmente en el Congreso Internacional del Carbonífero, celebrado en Madrid en 1983, en sustitución del Estefaniense

Su pasión por la zona le llevó a comprar una casa en Ruesga, donde veraneaba cada año. Desde allí recorría la montaña investigando sobre el terreno en las pequeñas explotaciones mineras que, por aquel entonces, proliferaban en muchos valles de la comarca.

Esta curiosidad innata le llevó a descubrir en ese mismo año el Bosque Fósil, un yacimiento único en el que las dimensiones y la cantidad de restos permitieron describir, con un inusual grado de detalle, los acontecimientos catastróficos que habían llevado a la destrucción y posterior fosilización de lo que fue un bosque litoral.