Adiós a Rafa, compañero y amigo

Carlos M. Santoyo
-

"Los que disfrutamos de su amistad, sobre todo en 'DP' y'La 8 de Palencia', nos sentimos hoy unos privilegiados"

Quizás porque siempre se ha dicho que la familia es una imposición y la amistad una elección hoy es el segundo día más triste de mi vida. Y lo dice una persona que ha tenido la suerte de caer en una familia extraordinaria, como demuestra, por ejemplo, que ese otro día anterior en el que lloré de rabia e impotencia fue cuando murió mi padre en 1998, demasiado pronto para su edad, aunque no tanto como el protagonista de esta carta de hoy.

El fallecimiento de Rafael Aguado, el entrañable Rafa, compañero de trabajo y amigo del alma, representa para mí un duro golpe al igual que para la totalidad de trabajadores del grupo Promecal  al ser una persona especialmente querida por todos. En mi caso seguramente más porque figuraba en cabeza de esa reducida lista de gente importante en la vida de uno. Como a veces bromeábamos con su mujer, Resu, era como si estuviera casado dos veces por las muchas horas que pasábamos juntos en la tele y en la calle.Y por si eso nos parecía poco, en los toros... y en su casa en las habituales cenas de los sábados. Como comprenderán, de ahí a la complicidad absoluta apenas existen las distancias debido o bien a que los amigos son como los melones, que hay que probar cincuenta para hallar uno bueno, o  a lo que escribía Erbert Hubbard: Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere. Ese en ambos casos era para mí Rafael Aguado.
Rafa, como todos, tendría muchos defectos, pero en el día a día, con su gente, era una persona diez. Amigo de sus amigos, buen compañero, generoso en el amplio sentido de la palabra... Un gran profesional y un hombre fiel a su empresa al que los días festivos o las horas de dedicación poco importaban si eso significaba mejorar el producto televisivo, especialmente si hablábamos de su amor a la fiesta nacional y su participación en Grana y Oro.
Con una voz privilegiada, en La 8 de Palencia teníamos un problema: la mayoría de los clientes querían que fuera la suya la que lanzase el mensaje publicitario de los anuncios. Y a él no le importaba que en ocasiones se le escuchase bombardear con consejos de forma consecutiva, sobre todo en ferias, pese a que quedaban un poco exageradas las raciones de Aguado en forma de spot.
En los últimos años, me atrevería a decir que durante toda su etapa como profesional en esta casa, se había convertido en un hombre feliz. Una mujer maravillosa, Resu de la Fuente, actual directora del Colegio Público Modesto Lafuente,  con la que compartía todo desde muy niños, cuando la entrenaba a voleibol y se hacían novios y  con la que vivía una continua luna de miel que me llevaba a tomarles el pelo al saludarse siempre con un tierno beso cada vez que coincidían a lo largo de la jornada, que eran muchas. Y con su hija, Esther, había tenido suerte al ser buena estudiante. Todo ello, unido a una dedicación laboral que le apasionaba: el mundo de la comunicación. No digamos, insisto, lo relacionado con esos noticiarios o crónicas de festejos de ferias que cuidaba con mimo sabedor de la importancia de Grana yOro, programa hecho en Palencia, dentro de RTVCYL o los programas especiales de los sanantolines. Sin olvidar, claro está, el deporte compartido con Alberto Moreno en La Jornada y su devoción por el CF Palencia, del que fue directivo en sus años más mozos.
A mediados de octubre, con su mujer, nos fuimos a los toros a Benavente, compartiendo unos verdejos matinales, mesa y mantel y tarde en los tendidos. En general, rebosaba salud con ese cuerpo grande y esa cara llena de humanidad. Como a mediados de agosto en Roa de Duero, localidad con la que manteníamos una relación especial gracias a los toros y desde donde han llamado una y otra vez desde su alcalde David a sus concejales Turín y Santi, el boticario Luis Sanz o el bodeguero Rafa Pizarro interesándose por su estado.
Sin embargo, poco a poco el cáncer fue adueñándose de su vida para conocerse definitivamente la enfermedad a  primeros de diciembre. Ya entonces se encontraba muy delgado, con mal color pero, aún así, apenas dos o tres días antes de ello, sabedor de lo poco que me gusta conducir, se prestaba sin apenas fuerzas a  llevarme a Cigales para recoger un premio destinado al programa. Su última aparición en público para los posteriores escasos cuatro meses luchar contra una enfermedad que éramos conscientes  sería muy complicado  superar pese a que nunca bajó la guardia.
Hace escasas semanas, cuando Grana yOro recibía su tercer Premio  Cossío en la capital de España al mejor programa taurino nacional, le dedicaba en nombre de todo el equipo el trofeo consciente de que le haría ilusión, pues en las ediciones anteriores había estado en el acto compartiéndolo. Y aunque durante esta enfermedad no recibía visitas -gracias a Dios a mí sí me dejó durante buena parte de esos interminables meses acercarme a su casa- ni le gustaba atender llamadas telefónicas o mensajes, ese día,  pletórico, contactaba con diferentes compañeros que le iban narrando a través del whatsApp del móvil lo que se cocía en Madrid en esa Gala. Y sólo pensaba en recuperarse para regresar como cada año a San Isidro. Y después a San Antolín. Y a Roa. O a  recoger el trofeo siguiente. O, como ya escribiera en navidad, cuando por vez primera faltó a la cena de empresa, a estar con todos en la de 2012 y brindar juntos.
Desgraciadamente, el cáncer pudo más que sus ganas de vivir y, a los 52 años, Rafael Aguado Iglesias, mi compañero de trabajo, mi amigo del alma, el hombre generoso con el que todos los trabajadores de Diario  Palentino yLa  8  tenían una relación especial, ha muerto. 
La tristeza me embarga, pero a él no le gustaría verme así. Donde estés, sabes que te queremos. Como mucha gente del toro, con Javier Castaño a la cabeza, que hasta en medio de sus triunfos en Valencia o Castellón llamaba preguntándome por ti. Para los que te conocíamos, eras un crack. Y siempre me sentiré un privilegiado por haber gozado de tu amistad. Lástima que  tu sueño de jubilarte para vivir en La Coruña en una casita cerca del mar no pueda cumplirse. La vida ha sido así de injusta y cruel contigo.