Un puente de dulce

Carlos H. Sanz
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El Seminario Mayor acoge una amplia selección de los productos artesanales elaborados por las religiosas de vida contemplativa

Un puente de dulce - Foto: Eva Garrido

Basta con cruzar las puertas del Seminario Mayor, en la calle del Cardenal Almaráz, para verse en un cielo compuesto de bombones y ciegas, magdalenas y mantecados, paciencias, glorias, cañas y polvorones... La tercera edición de la muestra Dulzura en Clausura ofrece la mejor forma de pecar este puente. Si no es capaz de resistirse al dulce, qué mejor que hacerlo con adelaidas, prerrunillas, tejas o cocadas.

Y es que algo descontará de la penitencia el hecho de que todos y cada uno de ellos han salido de los hornos y las manos de las religiosas de vida contemplativa de la Diócesis. Desde las brígidas del Monasterio de la Inmaculada (Paredes de Nava) a las cistercienses de Alconada (Ampudia), pasando por las clarisas de Santa Clara (Astudillo), Nuestra Señora de la Consolación (Calabazanos) y Santa Clara (Carrión de los Condes), así como del monasterio de Nuestra Señora de la Piedad de la capital. Además, la única presencia masculina es la Abadía de San Isidro de Dueñas, que ofrece también sus productos lácteos.

Lugares de culto y entrega a Dios pero también pequeños santuarios de los dulces artesanales que la Diócesis reúne cada año con tres objetivos: dar a conocer la labor y el trabajo de las religiosas; posibilitar adquirir estos productos tradicionales que habitualmente se venden en los conventos; e incrementar las ventas.

Hay que tener en cuenta que la venta de estos productos  de estos productos es el principal sustento económico de muchas de esas comunidades. Quizá porque su futuro depende de ello, las religiosas usan los mejores ingredientes y su cariño para dar vida a recetas que, en algunos casos, tienen decenas de años de tradición.