Recuperar la historia minera de Vallejo

Marta Redondo Moreno
-

El 'Pozo Rafael' fue una de las pocas infraestructuras verticales maestras anteriores al siglo XX. 'ARPI' está realizando una acción de voluntariado con el fin de ponerlo en valor

Un grupo de voluntarios trabajan con el fin de recuperar el patrimonio industrial de Vallejo y poder dar a conocer su rica e interesante historia. - Foto: José Luis Ruiz

La minería ha sido durante muchos años el motor de desarrollo de la Montaña Palentina. En algunas comarcas como la de Santullán-La Braña, el oro negro dio vida y mucha riqueza a sus pobladores, y también sirvió para acometer grandes proyectos y construir novedosas infraestructuras que hoy en día siguen mostrando la grandeza de la minería montañesa. Un rico patrimonio industrial que puede ser también motor de desarrollo en la actualidad.

Uno de esas míticas infraestructuras es el  Pozo Rafael. Construido en 1874, y propiedad de la Sociedad Minera  La Esperanza de Reinosa,  fue uno de los pocos pozos maestros anteriores al siglo XX; estas infraestructuras verticales que se hacían necesarias para seguir extrayendo carbón cuando se producía el agotamiento de la explotación en la ladera de la montaña.

Con una profundidad de 112 metros, sufría los problemas típicos de la época en la explotación del carbón: ventilación y eliminación del grisú, evacuación de aguas subterráneas y transporte del mineral desde el interior. Mariano Zuaznávar de Arrascaeta, ingeniero de Minas, sucede en la dirección de las explotaciones de Orbó a Rafael Gracia Cantalapiedra en 1879 y acomete una serie de proyectos de modernización tecnológica.  

En febrero de 1879 se firma el presupuesto de 150.000 pesetas para la construcción de un canal horizontal que comenzaría en cota -112 metros y saldría al exterior tras recorrer unos 1.800 metros de longitud. El canal tenía forma hexagonal con 2,20 metros de anchura en su base y 1,60 en el techo y una altura de 2,50 metros.  

Se fortificaron sus paredes donde el terreno lo exigía con mampostería en la parte inferior y encostillado de roble en la superior y en el techo. Donde la impermeabilidad no estaba asegurada se revistió de cal hidráulica. Se construyó un anchurón en la caldera del pozo  para la carga de las barcazas con sistemas basculantes de vagonetas, y una esclusa en la dársena exterior que regulaba el caudal (86.000 litros/día).

También se pusieron chalanas de acero de diez metros de longitud que sacaban el carbón al exterior donde una grúa las descargaba.

En diciembre de 1883 se realiza un recorrido de 300 metros entre los pozos 4 y 5 con 22 personas y en marzo de 1884 se inaugura oficialmente y navegan 140 mineros. Aparte de lo novedoso de la obra en sí y del uso de dinamita, resultaron pioneros en su construcción la instalación de un timbre eléctrico en el interior para avisos de maniobras o la línea telefónica en el exterior, primera de Castilla La Vieja así como la instalación de la primera línea ferroviaria de vía ancha.

En 1886 Zuaznávar abandona las  minas de Orbó y le sucede Elías Palacios. En el Pozo Rafael se profundizan 50 metros más y una máquina de vapor de 100 CV sube el carbón hasta el nivel del canal. En 1895 se utiliza tracción animal para sacar el carbón por el canal y en 1915 la tracción es eléctrica. En 1969 se cierra el Pozo Rafael y en marzo de 1972 cesa totalmente la actividad. En 1980 subvenciones del Gobierno hacen posible la reapertura pero en 2005 tiene lugar el cierre definitivo.

intervención. Precisamente con la finalidad de poner en valor esas infraestructuras, la Asociación para la Recuperación de Patrimonio Industrial (ARPI) lleva a cabo diversos proyectos entre los que está  la adecuación del acceso y entorno del Pozo Rafael y de la bocamina San Ignacio en Vallejo de Orbó.

Se trata de una acción de Voluntariado Ambiental realizada con la ayuda de Fundación Caja de Burgos, a través de su Aula de Medio Ambiente, Obra Social La Caixa y con la colaboración de los ayuntamientos de Brañosera y Barruelo de Santullán.

Un paraje de gran riqueza paisajística, que supone un hito de notable valor en la historia de la minería del carbón del norte de Palencia. Dado el deterioro de su entorno y su acceso inadecuado, desde la asociación se pretende su recuperación paisajística para darlo a conocer a los pobladores y visitantes.

El proyecto, ya iniciado,  consiste en la limpieza y acondicionamiento de los accesos y del entorno del Pozo Rafael y de la bocamina San Ignacio y posterior señalización mediante paneles explicativos, para hacerlo, cuanto menos, visible, y con ello conseguir su difusión, divulgación y posterior valorización. También se colocará mobiliario urbano, una placa con código QR para descargarse información sobre los paisajes mineros de España (entre los que figura la cuenca norteña), y se editará un plano guía de la zona.