Rafa Nadal es humano. Aunque algunos de los triunfos más recordados de su carrera lo hayan puesto en duda por la épica y la garra del español, ayer en el US Open, el cuarto y último Grand Slam de la temporada, el balear no pudo superar las molestias físicas en su rodilla derecha. Lo intentó incluso cojeando, pero era imposible. Así, el de Manacor dio por acabada la semifinal ante el argentino Juan Martín del Potro al término del segundo set, cuando el marcador registraba un 2-0 en su contra. Con un resultado de 7-6(3) y 6-2, el ‘número uno’ del mundo dijo basta ante una pista Arthur Ashe silenciada por la insólita situación.
Apenas se llevaban disputados siete juegos del encuentro cuando las alarmas saltaron. Nadal reclamó la asistencia médica en pista porque su maltrecha articulación le volvía a dar problemas. Hasta entonces, ambos jugadores habían dado un recital de tenis, rayando a su mejor nivel. Nada hacía presagiar el devenir de los acontecimientos.
Con un aparatoso vendaje, el español plantó cara a un ‘Delpo’ inspirado, que llegó a tener dos bolas de set. Pero las perdió, o más bien, las salvó un ‘número uno’ del mundo al que la rodilla le seguía dando problemas. De hecho, él mismo se retiró el estabilizador rotuliano que, minutos antes, le había puesto el doctor del torneo.
La primera manga, por tanto, se decidió en un ‘tie break’ al que el argentino llegó tras perder ocho puntos consecutivos. Sin embargo, el de Tandil se recuperó para apuntarse el set ante un manacorí que seguía disputando cada bola, pero que mostraba en su rostro el dolor físico que sentía. En la silla de cambios, incluso se golpeó la rodilla con una botella de agua, culpándola, quizá, de no poder aguantar el ritmo de su rival.
Al balear le costaba correr hacia delante y su adversario se dio cuenta. Empezó a atraerle a la red para pasarle después y comenzar así mandando en la segunda manga. Nadal, de nuevo, pidió la asistencia física y la sombra del abandono, como ya ocurriera en Australia en el primer Grand Slam de la temporada, sobrevoló por Nueva York hasta que, finalmente, el español no pudo más.