Al son del rabel

A. Benito
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Cientos de personas participaron hace unos días en el homenaje a Colín, uno de los más destacados creadores y divulgadores del folclore tradicional de la Montaña Palentina

Hijo de Vicente y Filomena, Donato Muñoz, nacía en Valdeprado del Río (Cantabria) un 9 de febrero de 1919. Su oficio como pastor de vacas se desarrollaba a la vez que surgía su afición por el rabel. La precariedad de la época y las cataratas de su padre, que apenas podía trabajar, impidieron que Colín -ese era su mote- se dedicara de manera profesional a la música, pero no mermaron ni un ápice su amor por un instrumento del que se convirtió en un auténtico virtuoso.

Tras conocer a la que sería su futura esposa, Concepción, y por motivos de trabajo, Donato encontró en la localidad palentina de Nestar un nuevo hogar en el que vivir junto a su mujer, su madre y sus cinco hijos. Allí residiría hasta finales de los años 90, momento en el que se trasladaría hasta Aguilar, municipio en el que vivió hasta su muerte en 2003.

Fue en la Montaña Palentina donde se dio a conocer como rabelista y donde su casa se convirtió en lugar de peregrinación para recopiladores de folclore, músicos, investigadores y todo aquel que quisiera disfrutar del sonido del rabel, un instrumento que como recuerda Francisco García, de la Asociación de Amigos del Patrimonio de Aguilar, «tañía pero no construía».

Una brillante ejecución de este aparato de cuerda frotada, su característica voz y las letras de las coplas que interpretaba definieron su particular estilo al rabel, entre cuyos temas destacaban las relaciones entre los mozos y las mozas, las suegras como blanco habitual de sus cantares, las críticas al clero o el tema sexual, presente en la mayoría de sus canciones, a veces en forma de ironía, y otras de manera más explícita.

Como él mismo reconocía en una entrevista que Félix y Toño, dos integrantes del grupo Candeal, le realizaban para su programa La Corrobla, ninguno de sus hijos siguió el legado de un hombre que ya por aquel entonces, en 1984, tenía la intención de transmitir sus conocimientos a un nieto que en aquella época sumaba 3 años. También hablaba de su sobrino, Alberto Terán Muñoz, afamado rabelista y presidente durante muchos años de la Asociación de Rabelistas Campurrianos.

Él nunca lo vio, pero hace unos días, aquel nieto de nombre Sergio tocaba por primera vez el rabel en público y lo hacía en un homenaje con el que la Asociación de Amigos del Patrimonio de Aguilar (ARCO), en el marco del I Encuentro de Música Tradicional, reconocía su prolífica trayectoria como rabelista, compositor de numerosas letras de canciones e insigne vecino de Nestar y de Aguilar, poblaciones de la Montaña Palentina en las que pasó la mayor parte de su vida y donde desarrolló su valiosa labor como creador, conservador y divulgador del folclore tradicional.

«Nuestro objetivo era conjugar el homenaje a una figura no reconocida del rabel con la recuperación de un instrumento que gracias a este evento volvió a sonar en las calles de Aguilar», apuntan desde ARCO.

Y es que el evento se dividió en dos partes: una primera en la que se pudo disfrutar de la entrevista de Candeal a Donato Muñoz, las intervenciones musicales de Alberto Terán y el reconocimiento a su familia, que recibió una reproducción en cerámica del Arco de Reinosa realizada por el artista Juan Fuente; y otra segunda que incluyó un Paseo Rabelero desde la biblioteca hasta el Hotel Valentín y un encuentro de música tradicional en el que participaron solistas y grupos como César Higuera, Piripiri Folk, Paraceta Folk, Daniel y Eli, Rabelistas Campurrianos, José Antonio Alonso, Rabelistas de la Montaña Palentina, Grupo Alborada o el propio nieto de Colín, Sergio Rodríguez.

CONTINUIDAD. El I Encuentro de Música Tradicional, que aspira a convertirse en un evento de periodicidad anual, concluyó con la interpretación por parte del luthier Alberto Redondo de la jota Aúpa Colín, compuesta en homenaje a este artista norteño que también tocaba la pandereta y las cucharas y que, con toda seguridad, bailó hace unos días al son del rabel.

 

FOTOGRAFÍA: Enrique Bravo