El final soñado tras una semana en un tobogán de emociones

David del Olmo
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Vaya semana de vaivenes, cambios de sensaciones y de estados de ánimo, la experimentada por el Quesos Cerrato Palencia, que había ganado al Força Lleida en un triunfo con sabor un tanto agridulce para situarse en la segunda plaza justo por debajo del líder (que aún no había afrontado la obligada jornada de descanso) y tenía por delante dos derbis autonómicos que debían marcar su futuro.

Si nos dicen hace una semana que caería de la forma que naufragó en Valladolid y que apenas cuatro días más tarde ganaría de la manera que ganó el domingo al Burgos, la ocurrencia nos hubiera parecido fruto de un guión. Y vaya guión...

Pero la realidad supera a la ficción y el deporte de alta competición en muchas ocasiones depende en gran medida del coco. Y sino, recordemos. Enel Polideportivo Pisuerga el equipo de Natxo Lezkano pareció un equipo menor, ni de lejos de la Adecco Oro. Fue un equipo triste, desangelado, apático, desbordado, depresivo. Sí, así lo vimos en las frías gradas pucelanas; con esa sensación regresó la masa de aficionados que contemplaron incrédulos los tres primeros cuartos del conjunto palentino. Un plantel con un potencial muy inferior (con todos los respetos que merecen los hombres de Porfi Fisac) superó en la disputa de cada balón a los morados, una sombra de sí mismos. Y, de repente, apareció el orgullo. Con él 33 puntos en un periodo, solo uno menos que en los 30 minutos anteriores. Pero, al margen de números, el amor propio herido en unos profesionales.

El domingo solo cabía dar el máximo, poner el corazón que pareció faltar el miércoles y luchar contra el ogro de la categoría. Puede faltar el acierto, el rival puede ser mejor, pero nunca puedes salir derrotado de un partido con la sensación de no haberte vaciado. Y seguro que no es por falta de ganas, ni de trabajo previo, no me cabe duda. Ante el Ford Burgos los morados recuperaron la sonrisa. Uno por uno, los jugadores del Quesos Cerrato aparecieron en la versión que en algunos casos todavía no habíamos visto este curso. El ejemplo, porque los aficionados saben de lo que es capaz, fue Dani Rodríguez. Tantas veces fue un dolor de cabeza en Palencia como rival, anteayer por fin sonrió (y lo hizo, como diría el gran Andrés Montes, como lo hacen los jugones...). Y la grada lo gozó.

Al margen del acierto, que se irá y regresará durante los próximos meses, el equipo de Lezkano jugó al baloncesto con energía (un interesante apunte del técnico en la rueda de prensa), cerró el rebote (cuestión de deseo), defendió con enorme actividad (la faceta en la que pocas veces falla este conjunto) y movió la pelota (parece un concepto básico, como el del rebote, pero no siempre se aplica la sencillez sobre una cancha) en busca de la mejor opción para anotar. Se sucedieron los bloqueos, por fin se vieron penetraciones para romper la defensa rival, salidas al contraataque, lanzamientos después de pases y pases rápidos, y el Palencia atacó la defensa zonal con criterio. A partir de ahí puedes fallar tus tiros, pero tu afición se sentirá orgullosa. Cuando abajo se divierten, arriba se disfruta. Mucho.