Bodas de plata para un torero internacional

Óscar Herrero
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Roberto Antolín 'El Millonario' cumplirá el miércoles sus 25 años como matador de toros · Ahora, tras cambiar el oro por la plata, puede presumir de ser el primer espada que toreó en Tokio

A las 18,10 minutos de hace casi 25 años, el 5 de septiembre de 1993, el novillero Óscar Roberto Antolín, hijo de Clemente Antolín El Millonario, tomaba los trastos y para sí el apelativo de su padre. Se convertía en matador de toros con David Luguillano de padrino y con Manolo Sánchez como testigo de excepción.

Pero el camino de El Millonario hijo había comenzado mucho antes, mamándolo en casa y poniéndolo en práctica en la escuela de Madrid «donde residíamos, porque mi padre tenía que estar donde estaba en circuito torero», recuerda ahora Roberto Antolín. «Mi padre creo que se lo tomaba un poco a broma y no estaba por la labor de que fuera matador». Tal es así que le puso varias pruebas. «Yo me quejaba de que el resto de compañeros de la escuela toreaban. Le dije en casa que me iba a ir a capeas y me dijo, vente. Me llevó a la finca de unos amigos y me echaron unas vacas tremendamente toreadas... Después de acabar golpeado, meado y cagado por las vacas, mi padre me dijo ¿quieres ser torero? Yo le respondí que sí. Entonces comenzó a tomárselo en serio». La oportunidad de su primer novillo se la dio El Regio en Baltanás con 14 años y a partir de ahí fue creciendo, no sin percances. En Castroverde de Campos sufrió un neumotorax. «Fue otra piedra de toque. Mi padre me preguntó que, habiendo visto que los toros hacían daño, si quería seguir». La respuesta es obvia y en 1993 decidió dar el salto y doctorarse. «Teníamos cerrada la alternativa en otro lugar, pero nos llamó Manuel Chopera, que si queríamos tomarla en Palencia. Fíjate, qué pregunta, claro. En casa y en una feria como la de Palencia». Aquella decisión hizo que renunciara a ocho novilladas que ya tenía apalabradas.

El día antes toreé una novillada en la sierra de Madrid, muy mal. Mi padre me dijo, «tú verás, pero como mañana lo hagas así... mal vamos».

Lo cierto es que estuvo acertado con el acero en su primer toro: «Fue el 68, de Branco Nuncio, con 503 kilos de peso, hay cosas que no se olvidan». Lo mató de estocada hasta la bola, con dos orejas de premio. «Debo estar muy agradecido a la Casa Chopera por la oportunidad que me dio, con aquel cartel», se sincera.

Como matador, actuó en Palencia en 15 tardes, la última en 2003, pero en durante su carrera recorrió medio mundo, siendo, con Sergio Sánchez, el primer espada que lidió en un lugar tan exótico como Tokio. Fue el 1 de abril de 1999. También toreó mucho en América. «En Estados Unidos, California, pero también en México. Puede parecer muy bonito, conocer lugares, gente... pero llegó un momento en que me cansé. Toreabas en unas plazas que pensabas que si te pillaba caías ahí muerto sin remedio».

Al reducirse el número de festejos dio un paso al lado y se convirtió en torero de plata en 2012, actuando como banderillero, pero al poco de empezar, sufrió una cogida que le rompió dos vértebras y le hizo cortar la temporada. «Ahora, actúo con quien me llama, cuando me llaman». Algo que puede hacer gracias al trabajo que tiene en una administración de fincas. «Es de mi hermana y eso me deja libertad para entrenar, ir a torear y colaborar con la escuela de Madrid, en la que dio sus primeros pasos hacia lo que es. Un matador de toros con un cuarto de siglo de alternativa.