Mejoras educativas en el siglo XIX

F. Javier de la Cruz *
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Noviembre Histórico: La construcción de dos centros para acoger al alumnado del barrio de San Miguel y La Puebla

Palencia fue, en el siglo XIX, una de las ciudades españolas con más escuelas por habitante. Contaba con uno de los índices de analfabetismo más bajos de toda España. Esto no supone que todos los niveles educativos estuviesen cubiertos y asegurados. De hecho, la enseñanza de párvulos y de adultos presentaba algunas carencias. Si bien la enseñanza de adultos contaba con iniciativas privadas, puestas en marcha por la Sociedad Económica y la Propaganda Católica, no fue hasta 1857 cuando se abrió la primera escuela de párvulos en la ciudad, también de carácter privado.

A partir de 1875 se inicia una progresiva mejora de la atención y dotación educativa. Se crea una escuela de párvulos de carácter municipal que, en sus inicios, está concebida con un carácter más asistencial que educativo. Su inauguración acaeció en 1876 en el edificio de la antigua escuela de los Doctrinos, en el entorno de San Miguel. También, en esas fechas, se puso en marcha una escuela municipal para adultos, en las dependencias de la Escuela Normal, cuyo director fue el responsable de impartir las clases.

Unos años más tarde, en 1880, se inició la construcción de unos nuevos locales para la escuela de Paredes de Monte y, ese mismo año, se puso en marcha una escuela de Artes y Oficios a iniciativa del Ateneo. Esta última, tras pasar por distintos avatares, terminará, en 1885, por impartirse en el Instituto de Secundaria.

Cubiertos todos los ámbitos de la enseñanza, el gran desafío educativo de nuestra ciudad lo constituían los edificios. Las escuelas, instaladas en viejos edificios alquilados, muchas veces en pésimas condiciones, demandaban continuas mejoras. Por ello, el Ayuntamiento se plantea la construcción de dos nuevos grupos escolares para acoger al alumnado del segundo distrito y del barrio de la Puebla. Ese es el origen de los actuales centros educativos Jorge Manrique y Modesto Lafuente.

jorge manrique. La fachada principal del actual colegio Jorge Manrique se despliega a lo largo de la calle de los Doctrinos, nombre que rememora al antiguo colegio de los Doctrinos que ocupó ese espacio con anterioridad. Fundado por el obispo Cabeza de Vaca en 1544, fue uno de los primeros erigidos en España, destinados a la acogida de huérfanos, con un marcado carácter asistencial.

Su titularidad recaía en la cofradía de la Santísima Trinidad que carecía de unos ingresos estables, dependiendo de la caridad. El colegio, con el paso del tiempo, fue decayendo. Sus rentas y el número de alumnos se redujeron progresivamente hasta que, en octubre de 1822, su situación de abandono e indiferencia, mereció la atención del Ayuntamiento: «En el día existen solo dos niños enteramente desnudos y teniendo la obligación de asistir y hacer de acólitos en las parroquias de San Miguel y San Lázaro se presentan indecentes, lo que manifiesta bien de lleno la mala administración de dicho colegio y los bienes de su dotación. Extrañando los exponentes una novedad tan particular han tratado de averiguar la causa, y el resultado ha sido que todo el gobierno de dicho Colegio depende de un hombre solo que es el único cofrade que existe en esta Ciudad que mira con indiferencia y aun con un total abandono un establecimiento el más útil por su institución misma».

Años más tarde, en 1850, la comisión provincial de Instrucción Primaria solicitó al gobernador la supresión del colegio de los Doctrinos y su conversión en una escuela municipal. El expediente se resolvió en 1861 y supuso la desaparición del colegio y la instalación en sus locales de las escuelas de párvulos, primero, y del 2º distrito, un poco después. El antiguo centro asistencial de los Doctrinos se convirtió así en una escuela pública municipal.

Sin embargo, el edificio presentaba graves deficiencias, debido al abandono al que había estado expuesto durante décadas por lo que, el 5 de marzo de 1884, el arquitecto municipal comunicaba al Ayuntamiento su mal estado, aconsejando su desalojo inmediato. Ese mismo día fue aprobado el derribo de la antigua escuela y la edificación de una de nueva planta. Por su parte, el alcalde, Gerardo Martínez Arto, alquiló, con gran celeridad, unos locales propiedad de Agustín Martínez Azcoitia y trasladó a los niños, provisionalmente, a esa nueva ubicación.

A los pocos días el alcalde firmó convenios con varios dueños de fincas adyacentes a la escuela de los Doctrinos, para incorporarlas al futuro colegio. El 14 de marzo se presenta un anteproyecto del edificio de la nueva escuela, y el 30 de abril estaban derribados todos los edificios y desescombrado el solar. Podía, por lo tanto, iniciarse la obra.

El proyecto inicial se valoró en 152.056,96 pesetas y fue adjudicado, en pública subasta, a Francisco Puertas Pérez el 30 de diciembre de 1884 por 109.401 pesetas.

Las obras comenzaron con rapidez y el edificio avanzó a buen ritmo por lo que en mayo de 1886 se encontraba prácticamente concluido. El Ayuntamiento acordó inaugurarlo, oficialmente, en las fiestas de San Antolín de ese año. Al acto de inauguración estaba invitado el ministro de Fomento, que no pudo asistir, el rector de la Universidad de Valladolid y las autoridades civiles, religiosas y militares de la ciudad.    

El grupo escolar recibió felicitaciones por parte de diversos organismos y autoridades, mereciendo el elogio del rector de la Universidad de Valladolid en la memoria que elaboró: «…teniendo la satisfacción de observar que reúnen las mejores condiciones apetecibles en cuanto á desahogo, comodidad y facilidad de acceso de unos locales á otros, sin faltar la conveniente independencia, habiéndose además estudiado y resuelto acertadamente las combinaciones relativas á orientación, ubicación, ventilación y calefacción según las circunstancias del clima y la localidad y en relación a las condiciones pedagógicas».

El edificio era una construcción de una sola planta, realizado en ladrillo sobre zócalo de piedra. La entrada se configuraba con tres arcos, sobre los que se construyó un segundo cuerpo donde se ubicaron, inicialmente, las habitaciones de los profesores. El escudo de la ciudad labrado en piedra, adornaba la fachada. A la izquierda se situaba la escuela de párvulos y a la derecha la de niños del 2º distrito, distribuyéndose en torno a dos patios. La escuela de niños se dividía, a su vez, en dos zonas, una de niños y otra de niñas, cada una con sus respectivos vestíbulos, ropero con armarios y galería cubierta para los días de lluvia y frío. Contaba con agua corriente, servicios, comedor y, algo más tarde, se añadió una biblioteca. Las aulas eran espaciosas para la época, pues tenían unas dimensiones de 27 metros de largo, por 7 de ancho y 5 de altura, aunque el número de alumnos por aula era elevado.

modesto lafuente. Las escuelas de niños del tercer distrito, ubicadas en el número 4 de la calle San Bernardo, en un edificio propiedad de Narciso Rodríguez Lagunilla, presentaban, igualmente, unas pésimas condiciones. Las quejas del profesorado sobre su mal estado eran constantes.

Peor era la situación de las escuelas de niñas del primer distrito, ubicadas en un edificio de la calle Tarasca (actual Joaquín Costa) que alojaba la Escuela Normal y de Prácticas y el pósito. De hecho, el 3 de agosto de 1894, tras varias reparaciones, obras y quejas, se dictaminó su ruina por parte del arquitecto municipal procediéndose a su derribo.

Ya en 1893, se había sugerido en el Ayuntamiento la posibilidad de construir un nuevo grupo escolar. Respecto a su ubicación se hicieron dos propuestas, una en el barrio de Santa Marina, defendida por Pedro Romero, y otra en el barrio de La Puebla, por el concejal Evaristo Sánchez. El debate, en ese momento, quedó sobre la mesa, pero el mal estado de la escuela de niñas forzó que, el 30 de mayo de 1894, el Ayuntamiento se decantase por edificarlo en La Puebla.

Para llevar a cabo el proyecto, el Ayuntamiento aprobó la adquisición de las casas 1 al 13 de la calle de La Plata, 2 al 4 de Rizarzuela y el 21 de la calle Corredera. En junio de ese mismo año se firmó el convenio con los propietarios de los edificios y se procedió a su derribo.

El 17 de agosto el arquitecto municipal, Juan Agapito Revilla, presentó el plano del nuevo grupo escolar y el presupuesto de las obras, que fueron aprobados y remitidos al gobernador para su sanción. El presupuesto inicial ascendía a 146.725,82 pesetas, que se vio incrementado a lo largo del proceso constructivo, entre otros motivos, por la aparición de agua al realizar la excavación para los cimientos. El contratista de la misma fue Romualdo Martín Echevarría.

El inicio de las obras fue incluido en el programa de ferias de San Antolín de 1894, inaugurándose el 3 de septiembre. A la ceremonia, presidida por el obispo, asistieron las más importantes personalidades, entre ellas el alcalde, quien depositó la primera piedra. Debajo de ella se ubicó una cajita de plomo con el acta de la colocación de la primera piedra, varias monedas de plata de Alfonso XIII, ejemplares de los periódicos de la época (Gaceta de Madrid, Boletín Oficial de la Provincia, Boletín Eclesiástico de la Diócesis, Propaganda Católica, Diario Palentino, Día de Palencia y Consultor de los maestros, así como el programa de festejos), y una medalla de bronce con las armas de la ciudad, a modo de cápsula del tiempo.

Las obras se prolongaron por espacio de tres años, concluyéndose en noviembre de 1897. Pero la escuela se había empezado a utilizar antes, pues el 7 de mayo se había detectado un caso de viruela en la escuela de niñas del primer distrito, lo que precipitó su cierre definitivo y el traslado de las clases al nuevo edificio, que ya se podía utilizar, aún a falta de algunos remates. Por ello este grupo escolar careció de una inauguración oficial, ya que al terminarse las obras ya estaba en uso.

El nombre de los grupos. Estos dos grupos escolares no tuvieron, inicialmente, un nombre propio. Eran conocidos, popularmente, como las escuelas de San Miguel y de la Puebla. Fue el 3 de mayo de 1930 cuando el Ayuntamiento los bautizó. Las escuelas de san Miguel pasaron a llamarse Jorge Manrique, y las de la Puebla, Modesto Lafuente. Ambos edificios reflejan, junto a otras iniciativas, el esfuerzo municipal por el desarrollo e impulso de la educación en la ciudad.

 

*Francisco Javier de la Cruz es doctor en Historia.