El que fuera obispo emérito de Palencia y premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, Nicolás Castellanos, ha decidido dar paso a «gente nueva y joven» al frente de la entidad que creó para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). 
Tras casi tres décadas, Nicolás Castellanos acaba de cederle el testigo de la presidencia de la Fundación Hombres Nuevos. ¿Qué supone esta responsabilidad?
Pues eso mismo: una gran responsabilidad. Nicolás tiene las puertas abiertas de muchísimos sitios y espero que, poco a poco, me las vayan abriendo, pero no tengo su tirón ni su carisma. Me costará, pero creo que es una tarea muy bonita que conozco desde que comenzó. Es seguir el legado de mi familia, pues mi padre ha sido el vicepresidente todos estos años y mi madre, que tristemente ya no está, fue muy mecenas y colaboró mucho con la Fundación, por lo que me parece un homenaje muy bonito hacia ella. A Nicolás no podía decirle que no.
Cuando era obispo de Palencia, a través de la parroquia y de amistades en común, llegó a nuestra familia y desde entonces algo hay entre nosotros. Cuando Nicolás se marchó a Bolivia le preocupaba el dejar aquí a sus padres, que eran mayores. Le preocupaba quién podría hacerse cargo de ellos y se lo pidió a mi madre; para nosotros el padre de Nicolás ha sido como el abuelo.

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