La isla de la muerte

Luis J. Minguito (SPC)
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El reciente asesinato de un misionero ha desvelado la cruenta historia de una tribu indígena que responde con crímenes de sangre la llegada de cualquier forastero a su particular 'burbuja'

La isla de la muerte

«Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor». Así es como comienzan todos los comics de Astérix y Obélix. Un inicio que bien podría trasladarse al momento actual, aunque con un trasfondo mucho más trágico, oscuro y primario.

El pasado mes de noviembre, concretamente el 17, el misionero estadounidense John Allen Chau fue brutalmente asesinado por una tribu indígena de la isla india de Sentinel del Norte cuando se disponía a evangelizarles. El joven fue recibido con una lluvia de flechas y arpones que acabó con su vida.

Las autoridades de la zona aseguraron que el cuerpo del joven de 26 años yacía en la calurosa y paradisíaca playa del archipiélago de Andamán y Nicobar y, además, tras varios intentos, recomendaron no realizar ningún rescate ante la más que previsible respuesta hostil de los habitantes de la isla de 72 kilómetros cuadrados.

Como en el cómic de René Goscinny y Albert Uderzo, se trata de un pequeño reducto al este de la India que resiste a todo tipo de invasiones desde hace 60.000 o 75.000 años, cuando una escisión de la etnia africana Sentinel ocupó el territorio.

Se considera una de las pocas sociedades preneolíticas que existen en la actualidad. Aún desconocen cómo se produce el fuego y son aborígenes cazadores-recolectores.

A pesar de la escasez de apuntes, los primeros relatos en torno a la tribu datan del S. XIII, cuando Marco Polo la describía como una población de «bestias salvajes con ojos y dientes de perro».

Pero fue la época colonial la que más se acercó a la convivencia con ellos. En el 1880, el oficial de la Marina Británica Maurice Vidal Portman documentó la existencia de una tribu primitiva y probó su existencia secuestrando a cuatro niños y una pareja de ancianos. En Port Blair, los mayores fallecieron rápidamente por culpa de alguna enfermedad y, como arrepentimiento, devolvió a los jóvenes a la isla cargados de regalos. 

Posteriormente, en sus escritos, el oficial alegó sobre la tribu que «su asociación con los forasteros no les ha traído más que desgracias y me produce gran pesar que una raza tan apacible se esté extinguiendo tan rápido».

Los años anteriores, la búsqueda de esclavos, la deforestación de sus bosques y los continuos enfrentamientos con las colonias pueden ser el origen de la respuesta violenta ante la llegada del misionero.

La dificultad que entraña acercarse repercute en que apenas se tengan datos sobre su forma de vida. No obstante, la escasa documentación gráfica que existe describe a esta comunidad como ferozmente agresiva. Prueba de ello es que, en 2014, cuando un Tsunami acabó con la vida de miles de personas en Indonesia, una patrulla sobrevoló el archipiélago para comprobar el estado de sus habitantes, los cuales les recibieron también con un aluvión de flechas, pedradas y lanzadas.

Dos años más tarde, una barca con dos pescadores a bordo encalló en la costa. Ambos ocupantes fueron descuartizados y enterrados por sus habitantes. Sin embargo, un helicóptero de rescate acudió a la zona, pero los indígenas atacaron con flechas y piedras al aparato y el piloto afirmó que llegó a pensar que «habían asado y comido a los pescadores».

Nunca se ha podido demostrar que esta sea una sociedad caníbal y los expertos aluden a una incorrección en el ritual  de desmembrar y quemar los cadáveres para prevenir la reacción de sus espíritus.

No obstante, que durante tantos años se repita una conducta tan hóstil ha llevado a que los pueblos de la India conozcan a Sentinel del Norte como la La Isla de la Muerte.